Arqueología revela rutas secretas y puertos desconocidos de los vikingos

Tras 26 expediciones y más de 1.400 millas náuticas, identificó cuatro puertos hasta ahora desconocidos y demostró que los comerciantes vikingos dependían de redes de puertos pequeños y descentralizados

  • 18 de agosto de 2025 a las 18:22
Arqueología revela rutas secretas y puertos desconocidos de los vikingos

Por Frandz Lidz / The New York Times

En el verano del 2021, Greer Jarrett emprendió el primero de 26 viajes para seguir las rutas marítimas de los navegantes nórdicos durante la era vikinga (aproximadamente del 800 al 1050 d. C.). Los vikingos fueron negociantes consumados que establecieron rutas comerciales que se extendían hasta Bagdad. Su supremacía dependía del dominio de los mares.

Jarrett, estudiante de doctorando en arqueología en la Universidad de Lund (Suecia), se sentía intrigado no sólo por el origen y destino de estos antiguos marineros, sino también por los caminos que tomaron para llegar allí. Así que durante los siguientes tres años pilotó nueve embarcaciones modernas diferentes, construidas al estilo de las utilizadas hace un milenio.

La mayoría de los viajes se realizó en botes fyringer de 9 metros de eslora, de aparejo cuadrado y casco trincado, construidos según la tradición de Afjord, un pequeño municipio noruego donde las técnicas de construcción naval de la época vikinga perduraron hasta la década de 1900. Los fyringer, los barcos más pequeños en la flota de Jarrett, eran los preferidos de pescadores y agricultores. “La mayor parte de los estudios se ha centrado en los grandes e impresionantes barcos largos, que no fueron diseñados para la navegación a larga distancia ni representaban la realidad de la vida cotidiana de la época”, dijo Jarrett, de 32 años, quien utilizó pocas ayudas modernas para la navegación en sus viajes.

Durante gran parte de esos tres años, Jarrett encabezó tripulaciones de estudiantes y voluntarios en expediciones a lo largo de la costa oeste de la península escandinava, el núcleo histórico de la navegación nórdica. Incluso sin atravesar océanos, enfrentaron peligros que podrían rivalizar con los de Leif Ericson (se cree que fue el primer europeo en llegar a Norteamérica) y su padre, Erik el Rojo. Corrientes de marea turbulentas. Perchas rotas —los palos horizontales del mástil de un barco a los que se sujeta la vela mayor. Olas de 4 metros.

El peligro más retador fueron los vientos potentes y gélidos que bajaban de las laderas de las montañas. Los noruegos llaman a estas sorprendentes ráfagas “fallvinder”, porque parecen caer de las laderas al agua sin previo aviso, y pueden alcanzar velocidades comparables a las de un tornado.

Durante tres años de expediciones, Greer Jarrett (der.) y sus tripulaciones enfrentaron diversos peligros.

Jarrett ha publicado sus hallazgos en la revista Journal of Archaeological Method and Theory. Su análisis abarca los primeros 17 viajes y las mil 494 millas náuticas que recorrió. La premisa del estudio es que las expediciones vikingas —pese a carecer de herramientas de navegación como sextantes, mapas o brújulas— se adentraron más en alta mar de lo que se creía. “Es probable que los comerciantes vikingos no utilizaran exclusivamente grandes ciudades y puertos consolidados”, dijo Jarrett. “En lugar de ello dependían de una red de puertos más pequeños y descentralizados”.

Jarrett ha identificado cuatro de estos puertos, todos desconocidos hasta ahora. Explicó que los fondeaderos o ancladeros, dispersos en islas y penínsulas remotas, probablemente sirvieron como puntos de parada informales y cruciales para los navegantes que viajaban entre centros como Ribe, en Dinamarca; Bergen, en Noruega; y Dublín, en Irlanda. A menudo situados en lo que él llama “zonas de transición” entre aguas abiertas y fiordos, estos puertos ofrecían refugio temporal de duras condiciones y oportunidades para reabastecerse e interactuar con otros navegantes.

Tras cada recorrido, Jarrett consultaba cartas náuticas y documentos históricos, buscando referencias a puertos en antiguos relatos de navegación.

Al integrar los diarios de navegación de sus viajes con modelos digitales avanzados, Jarrett reconstruyó los niveles del mar, abarcando mil 200 años de cambios geológicos. Tras determinar la ubicación de las mareas altas y bajas, calculó la cantidad de tierra firme disponible y la navegabilidad de algunos de los canales menos profundos.

Las conclusiones de Jarrett destacan el impacto del rebote isostático, que se produce cuando la tierra se eleva tras el retroceso de los glaciares de la costa. “Algunos de los puertos que existen hoy en día, y que durante mucho tiempo creímos que estuvieron activos en la época vikinga, en realidad estaban bajo el agua en aquel entonces”, afirmó Jarrett.

De los cuatro puertos, sólo la isla de Storfosna ha aportado evidencia arqueológica de presencia humana —un entierro de barco del periodo inmediatamente anterior a la época vikinga. Jarrett espera que se realicen excavaciones en los puertos para potencialmente descubrir más evidencia de presencia humana.

© 2025 The New York Times Company

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