Ciudad del Vaticano.- Con la muerte del papa Francisco, ocurrida el pasado 21 de abril, la Iglesia católica iniciará el proceso para elegir a su sucesor. Así comienza el cónclave, donde el Colegio Cardenalicio define quién será el próximo líder espiritual de más de mil millones de católicos en el mundo.
Durante más de un siglo, el humo que se eleva tras cada votación ha sido la única señal oficial que comunica al mundo el resultado desde el interior de la Capilla Sixtina.
El cónclave es una reunión solemne en la que participan únicamente los cardenales, quienes votan para elegir al nuevo papa en Roma.
Para que haya elección, se requiere un mínimo de 77 votos. El proceso puede durar más de un día si no se alcanza el consenso.
El humo negro significa que aún no se ha elegido al nuevo papa, mientras que humo blanco indica que ya hay un sucesor.
Cada vez que se elige un nuevo papa, una señal de humo sale desde la chimenea de la Capilla Sixtina. Esta tradición se logra gracias a una cuidadosa mezcla química.
¿Cómo se genera el humo?
Para el humo negro, se utiliza una combinación de perclorato potásico (usado en fuegos artificiales), antraceno (derivado del alquitrán de hulla) y azufre.
En cambio, para producir humo blanco, se mezclan clorato potásico, lactosa (azúcar de la leche) y colofonia, una resina obtenida del pino. Estas mezclas garantizan columnas de humo densas y fácilmente distinguibles, eliminando cualquier duda sobre el resultado de la votación.
Así, mediante ciencia y tradición, el Vaticano mantiene viva una práctica centenaria que, con solo un soplo de humo, habla claro al mundo entero sobre el destino de la Iglesia católica