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Colón batalla en ola de prosperidad de Panamá

Panamá está en auge, con un crecimiento económico promedio de nueve por ciento en los últimos cinco años, el más alto de Latinoamérica.

30.03.2013

En un extremo del canal de Panamá, la capital del país brilla con nuevos rascacielos; se está construyendo un metro, el primero en Centroamérica, y los nuevos centros comerciales y restaurantes están llenos de parroquianos. La ciudad se cree una mini-Dubái en el Pacífico.

A 40 millas de distancia, en el otro extremo del canal, en la ciudad de Colón, junto al Caribe, se colapsan edificios podridos, las aguas negras corren por los callejones, el servicio de agua es improvisado, y los delitos y la desesperación han lanzado a los manifestantes a las calles. Hace poco, cineastas de Hollywood hicieron de Colón, la segunda ciudad más grande de Panamá, la doble de Haití, el país más pobre del hemisferio.

Panamá está en auge, con un crecimiento económico promedio de nueve por ciento en los últimos cinco años, el más alto de Latinoamérica. Los servicios bancarios y financieros, y las grandes obras públicas, como el metro y la expansión del canal de miles de millones de dólares, han alimentado a la buena fortuna.

El hotel y torre de condominios Trump de 70 pisos, el edificio más alto de Latinoamérica, está en la capital, la Ciudad de Panamá, y su bosque de rascacielos refleja la premura de la inversión extranjera, la especulación inmobiliaria, los inmigrantes extranjeros ricachones y, han dicho funcionarios estadounidenses, cierta medida de dinero del narcotráfico.

Sin embargo, Panamá también puede reclamar para sí algunas de las disparidades en la riqueza más crudas de Latinoamérica, según el Banco Mundial, y la persistente pobreza en Colón, a una hora en coche de los símbolos de la riqueza en la Ciudad de Panamá, sigue siendo un ejemplo flagrante y enconado, que enciende fricciones en esta ciudad.

Colón, ubicada entre un puerto con mucha actividad y una elegante terminal de buques para cruceros, es una ciudad hacinada y cacofónica con 220,000 habitantes, donde, en calle tras calle, hay descoloridas fachadas coloniales y edificios de ladrillos de hormigón cuya pintura se está descascarando y crecen yerbas en algunos de los pisos superiores

“Apenas si hay algunos empleos aquí”, dijo Orlando Ayaza, de 29 años, quien trabaja ocasionalmente en el muelle. “No los que tienen salario regular y prestaciones que necesitamos aquí”. Tiene una cicatriz de dos pulgadas en el rostro, que atribuye al garrote de un policía durante los disturbios del año pasado.

Cuando se le preguntó por qué no se muda a la Ciudad de Panamá, se tocó la piel oscura del brazo. “Ven esto, y dices que eres de Colón, y te dicen: ‘Para nada’”, comentó. “Creen que todos somos ladrones aquí”.

La población de Colón es predominantemente negra, mientras que la de la Ciudad de Panamá es más de ascendencia europea, y muchos habitantes y analistas dicen que creen que la discriminación racial ha contribuido al estancamiento de la primera.

Tales disparidades se hacen cada vez más severas en economías prometedoras como Perú, Brasil y Ecuador, dijo Ronn Pineo, un investigador sénior en el Consejo sobre Asuntos Hemisféricos que estudia el cambio económico en Latinoamérica.

“No ha habido crecimiento en todas las zonas urbanas”, señaló Pineo. “Y si existe algún tipo de división racial, es difícil que cruce la afluencia, y la zona más pobre tiende a ser de un solo color”.

Pineo señaló que hace poco estuvo en Colón y la encontró “verdaderamente deprimente”. Colón solía brillar. A principios de los 1900, durante la construcción del canal y después, floreció con teatros, clubes, restaurantes y bulevares bellamente arreglados. Los viejos recuerdan a visitantes distinguidos, como Albert Einstein.

Aumentaron los inmigrantes antillanos que buscaban empleo en el canal y en las instalaciones militares estadounidenses porque hablaban inglés. Incluso entonces, la discriminación se daba por hecho por lo que a los antillanos negros se les pagaba muchísimo menos –fajos de plata contra fajos de oro, en el lenguaje vulgar de la época– que a los trabajadores blancos.

“La exclusión racial ha sido una carga para el desarrollo de las políticas públicas relativas a los panameños negros en general, y los de Colón en particular”, notó Jorge Luis Macías Fonseca, un profesor de historia en la Universidad de Panamá en Colón.

Conforme la Ciudad de Panamá creció y se modernizó después de la Segunda Guerra Mundial, se desvaneció el lustre de Colón.