Han transcurrido más de 60 años del cese a la explotación minera por parte de empresas norteamericanas en la aldea Agua Fría Mineral, pero los problemas ambientales siguen latentes.
Lo más grave es que las pilas donde se depositaban los restos de cianuro y otros químicos utilizados para la extracción del metal están siendo explotadas de forma ilegal.
De acuerdo con los pobladores, hace varios años el dueño de las tierras prohibió laborar donde se encuentra el depósito de los contaminantes. La medida coercitiva se extiende en un radio de 500 metros.
En el resto de la zona los vecinos puede solicitar permiso para darse a la tarea de encontrar oro de forma artesanal.
En el lugar donde se ha prohibido el acceso, según los vecinos, aún quedan restos de cianuro, soda cáustica, arsénico, ácido muriático, ácido sulfúrico y ácido nítrico, ingredientes nocivos para la salud.
Pese a la prohibición, unos meses atrás unas 15 personas se instalaron en la zona con la finalidad de recolectar algunos gramos del metal precioso.
La preocupación del resto de la comunidad se debe a que los mineros artesanales utilizan el agua de la quebrada Santo Tomás. El afluente recorre unas 15 comunidades y, además, se une con el río Vallecillo y otros afluentes.
De continuar con la labor de extracción de oro en la zona contaminada se podría afectar a las comunidades de El Caracol, Barcelona, Granadilla, La Leona, El Empalme, San Lorenzo, La Isla, Chirinos y El Zarzal, entre otras.
Fredis Rodríguez, administrador de la propiedad, manifestó que luego de conocer el problema unas 15 personas interpusieron la denuncia en varias oficinas relacionadas con el ambiente.
Entre las instituciones que se visitaron, según Rodríguez, están el Instituto de Conservación Forestal (ICF), la Unidad Municipal del Ambiente y la oficina de la Dirección Nacional de Investigación Criminal (Dnic).
“Cuando interpuse la denuncia en la Dnic, a los responsables del delito les enviaron una nota para que se presentaran, pero estos no acudieron”, dijo Rodríguez. El entrevistado explicó que algunos abandonaron la zona de peligro, pero aún queda un grupo que se resiste a salir del lugar.
“Estas personas extraen el oro por turnos, algunos durante el día y otros por la noche, pero el problema persiste”, aseguró Rodríguez.
La comunidad está ubicada a 10 kilómetros de la ciudad de Danlí.
En el lugar residen unas 400 personas. En las labores de extracción de oro se involucran unas 30 personas, entre adultos, niños y jóvenes. Por un gramo de oro que extraen perciben unos 500 lempiras.