Honduras

Mario Zelaya, de reconocido médico a reo del primer batallón

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09.09.2014

Tegucigalpa, Honduras

En su currículo pesaba su título como un reconocido médico ortopeda, oficial de Policía, de las Fuerzas Armadas y político.

Sin embargo, las determinaciones que tomó, presuntamente fuera de la ley durante fungió como director ejecutivo del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), lo llevaron a ocupar la última celda disponible en el Primer Batallón de Infantería, la décima.

Su nombre es Mario Roberto Zelaya Rojas, nació un 11 de agosto de 1968 en la ciudad de San Pedro Sula, departamento de Cortés.

Siendo un joven con visión, determinó ingresar en 1983 en el Liceo Militar del Norte, de donde egresó con el grado de subteniente de reserva.

Durante los siguientes tres años de estudio fue compañero del presidente Juan Orlando Hernández, según comentó el 27 de octubre de 2012 en una entrevista brindada a EL HERALDO.

Para el año 1987, Zelaya Rojas ingresó, con apoyo de sus padres, a estudiar medicina en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH).

Tras cinco años de carrera, conoció al entonces mayor, Jorge Alberto Rodas Gamero, quien estando a cargo de la Jefatura Metropolitana le consiguió a Zelaya un trabajo como enfermero.

Para ese entonces, en 1992, fue asignado a la posta de Belén para brindar atención médica a policías, personal civil y hasta trabajadoras de los prostíbulos cercanos.

Al obtener su título como galeno, el exdirector del IHSS fue asignado a Casamata como médico general en turnos de noche.

Durante este servicio al interior de la Policía Nacional, Zelaya realizó los exámenes físicos para ascender de subteniente de reserva a subteniente en la rama de la sanidad policial. Un rango de oficial activo.

Sin embargo, para 1996 fue aceptado en el Instituto Traumatológico en la Universidad de Chile para sacar la residencia de ortopedia y traumatología.

Luego de contraer matrimonio con la nicaragüense Susana Tirado, con quien procreó dos hijos, Zelaya partió a Santiago, Chile, en 1997.

En su estadía en Chile, Zelaya fue ascendido a teniente de sanidad policial y juramentado en la Embajada de Honduras.

A su regreso como médico especialista en ortopedia y traumatología, obtuvo un nuevo ascenso a capitán y fue asignado en el año 2000 al Hospital Militar.

A partir de esa fecha, Zelaya pudo posicionarse en el ámbito de la medicina como uno de los ortopedas más reconocidos, fama que le hizo acreedor de contratos por servicios médicos para extranjeros que visitaban Honduras.

Además, fue destacado por brindar servicios médicos de ortopedia de alto costo y de forma gratuita a personas de bajos recursos económicos.

Pero fue en el período de 2002-2006, siendo presidente de la nación Ricardo Maduro, que Zelaya Rojas recibe una propuesta del entonces secretario privado, Ricardo álvarez, para participar en política.

Zelaya y álvarez compartían una amistad que desarrollaron en el Frente Unido Universitario Democrático (FUUD).

álvarez comenzó a fundar sus bases en 2004 para ser electo alcalde del Municipio del Distrito Central y Zelaya se inmiscuiría en el astuto mundo de la política como diputado propietario.

Sin embargo, una propuesta de Adela “Tita” Zúniga lo llevó a aceptar una candidatura en el Partido Nacional como diputado suplente por el departamento de Cortés, siendo electos para el período 2006-2010.

Pese a que Zúniga fue nombrada, después de ser electa diputada, como directora del Programa de Asignación Familiar (Praf), Zelaya Rojas no fue incorporado al Congreso Nacional.

Y fue hasta el 19 de febrero del año 2010, luego de las elecciones ganadas por el expresidente Porfirio Lobo Sosa, que Zelaya Rojas fue juramentado por el entonces ministro de Trabajo, Felícito ávila, como director ejecutivo del IHSS.

Para ese entonces Zelaya prometió librar de la corrupción la administración del instituto, que ya tenía un acumulado por deudas de 1,500 millones de lempiras.

Un año después, específicamente el 10 de julio de 2011, la administración de Zelaya Rojas adjudicó la presunta compra sobrevalorada de diez ambulancias “hechizas” por las que la institución pagó 13 millones de lempiras, cuando su costo real era un poco más de cinco millones de lempiras.