Explore Olancho sus montañas, cuevas y tradiciones en Semana Morazánica

Olancho, el departamento más extenso de Honduras, ofrece en Semana Morazánica cuevas arqueológicas, parques de bosque nuboso, fincas rurales y gastronomía de campo. Un destino para explorar sin prisas

  • 29 de septiembre de 2025 a las 23:33
Explore Olancho sus montañas, cuevas y tradiciones en Semana Morazánica

Olancho, Honduras.— Si hay un lugar donde el paisaje se vuelve horizonte, es en Olancho. Los kilómetros se sienten largos, pero no por fatiga, sino porque el camino ofrece más de lo que se espera.

Durante la Semana Morazánica, el departamento más extenso de Honduras se transforma en un destino donde la libertad del territorio se cruza con aventura, descanso y tradición.

El recorrido inicia en Juticalpa, capital olanchana y punto de partida para quienes se adentran en la región.

La ciudad no es solo tránsito, conserva un centro animado, ferias patronales que coinciden con los días de asueto, gastronomía de campo —carne asada, tapado olanchano, rosquillas calientitas— y espacios que conectan lo urbano con lo rural.

Desde aquí, el movimiento se abre hacia múltiples direcciones, cada una con una cara distinta de lo que Olancho tiene para mostrar.

A pocos kilómetros, la ciudad de Catacamas concentra historia, naturaleza y actividad cultural. Conocida por sus universidades y su gente hospitalaria, también es una base clave para explorar lugares icónicos.

Desde su periferia, se accede a la Cueva del Talgua, también llamada “cueva de los Glaucos”, uno de los sitios arqueológicos más importantes de Centroamérica. En su interior, urnas funerarias de más de mil años conviven con formaciones de estalactitas y estalagmitas que dan a la caverna un carácter casi ceremonial.

El recorrido es guiado, seguro y perfectamente adaptado para quienes buscan un encuentro entre historia y misterio.

En dirección a la montaña, se encuentra el Parque Nacional Sierra de Agalta, una vasta reserva natural que ofrece senderos entre bosque nublado, avistamiento de aves, cascadas escondidas y cimas que regalan panorámicas sobre el valle olanchano.

El parque es frecuentado por amantes del ecoturismo, investigadores, o simplemente quienes buscan desconectarse en medio de un ecosistema casi intacto. Las rutas dentro del parque conducen a ríos como el Río Talgua o el Río Guayape, con áreas ideales para caminar, bañarse o acampar.

FOTOS: Juticalpa, colonial y moderna

Más al noreste, San Esteban conserva una atmósfera de pueblo apacible con historia colonial. Las casas de adobe y teja, la iglesia de más de dos siglos y la vida tranquila de sus calles hacen del municipio un punto atractivo para el visitante que prefiere los destinos sin intervención masiva.

Desde aquí se accede también a balnearios naturales como el Río Mangulile, donde el agua corre limpia entre piedras redondeadas y sombra de árboles.

En la zona sur del departamento, municipios como Campamento y Gualaco muestran un rostro de Olancho menos conocido: fincas abiertas al turismo rural, clima más fresco y zonas montañosas propicias para caminatas suaves.

En Gualaco se ubica la entrada occidental del Parque Sierra de Agalta, y en Campamento, el Centro de Conservación El Ocote, un espacio protegido donde se desarrollan programas de reforestación y educación ambiental, y donde los senderos permiten avistar flora nativa, venados y aves endémicas.

Cuevas de Talgua, un mundo subterráneo en Olancho

El norte del departamento es territorio del Río Patuca, el más largo del país. Aunque su extensión y fuerza lo convierten en un gigante difícil de domesticar, hay comunidades a su paso que se han organizado para ofrecer recorridos en bote, pesca artesanal y observación de vida silvestre.

En zonas como Las Marias y otras comunidades dentro de la Reserva del Hombre y la Biosfera del Río Plátano, las experiencias son más crudas, menos turísticas, pero también más memorables. Esta es una ruta para viajeros que buscan otra Honduras: la que aún no ha sido descubierta del todo.

Esquipulas del Norte y Guarizama, dos municipios al occidente, comienzan a figurar entre quienes buscan turismo comunitario. Balnearios de agua fría, actividades agrícolas compartidas con campesinos locales, miradores rurales y hospedajes sencillos que ofrecen café de olla y frijoles de la milpa.

Catacamas, la perla del ecoturismo en oriente

En La Unión, el cerro El Piligüin se convierte en punto de excursión. Desde sus alturas, la vista se abre hacia varios municipios y, en días despejados, incluso se divisan zonas del vecino departamento de Yoro.

En la aldea de San Francisco de la Paz, el Salto del Guayape es una de las cascadas más impresionantes del oriente hondureño. Su caída entre rocas y vegetación espesa lo convierte en lugar ideal para excursiones de medio día.

La vida en los pueblos olanchanos también se disfruta desde la cotidianidad. Durante Semana Morazánica, las plazas se llenan de juegos populares, carreras de cintas, ventas de comida típica, rodeos improvisados, conciertos locales, bailes comunitarios y celebraciones patronales.

En este contexto, municipios como Manto, Silca, Jano y Salamá aportan con sus propias expresiones culturales, mercados de productos frescos, procesiones religiosas y ferias pequeñas que funcionan más por tradición que por promoción.

En toda la región, los ríos son protagonistas: Río Telica, Río Sico, Río Blanco, Río Guayambre... Todos cargan no solo agua, sino relatos, leyendas y memorias. Son el punto de encuentro de familias que durante el feriado buscan dónde refrescarse, almorzar a la sombra o compartir en sencillez.

En muchos de estos lugares hay balnearios naturales sin infraestructura, pero con acceso libre, espacios amplios y un entorno que aún se conserva limpio.

La gastronomía en Olancho es, sin exagerar, una de las más ricas del país. El tapado, la carne ahumada, el pollo con arroz de maíz, las montucas, los nacatamales, el chorizo rojo, la sopa de gallina india, y las bebidas como el atol de elote, el chilate o el tiste siguen preparándose en cocinas familiares, con recetas que no necesitan reinterpretación.

En los mercados de Juticalpa, Catacamas y municipios más pequeños, los sabores están donde siempre: en los puestos sin letrero, en las cocinas abiertas, en las casas donde basta con preguntar si están vendiendo almuerzo.

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José Valeriano
José Valeriano
Periodista

Licenciado en Periodismo por la UNAH. Con experiencia en temas económicos, de salud, educación y desarrollo social. Con conocimientos en el mundo digital y SEO.

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