Una joven con agraciada sonrisa, cabello largo, trenzado y adornado con flores de múltiples colores, deja caer desde su cuello una cascada de collares elaborados con semillas y conchas, y de sus caderas llegan hasta el suelo amplias faldas adornadas con vuelos y trencilla; la alegría y abundancia de elementos de este atuendo demuestra la riqueza cultural que tiene nuestra Honduras.
De norte a sur y de este a oeste nuestro país tiene un gran legado folclórico, lo que sucede es que está enterrado como una mina que no ha sido descubierta, pero un grupo de hombres y mujeres hondureñas se han dado a la tarea de buscar e investigar hasta dar con ese tesoro.
El grupo de recopiladores liderado por David Flores, director del Cuadro Nacional de Danzas Folclóricas de Honduras y el grupo folclórico Zots, está integrado por Luis Castellón, Francisco Flores, Ana Zelaya, José Flores Bonilla, Thania Pinto de Morán y Wilberto Ríos. Estos hombres y mujeres han realizado investigaciones de campo para lograr recuperar estos trajes criollos que datan del siglo XIX.
En las gráficas que hoy les mostramos usted puede observar algunos de los ocho trajes que en 2012 forman parte del legado cultural de Honduras, y que desde ya se suman a los más de 140 trajes registrados.
Vestuario y lugares
Los recopiladores de este vestuario viajaron a diferentes lugares para entrevistar a adultos mayores de las comunidades, pero antes de incorporar un traje a la Oficina del Folclore “esta información debe ser comprobada, nosotros no nos inventamos nada”, expresó David Flores.
A continuación una breve reseña de los trajes:
Vestuario de Las Chilcas, aldea del mismo nombre ubicada en Orocuina, Choluteca. Este traje fue utilizado por el Cuadro Nacional de Danzas Folclóricas de Honduras en la década del 50, por razones desconocidos dejaron de usarlo, al punto de desaparecer, pero después de un exhaustivo trabajo lo reincorporaron.
El traje de Santa Elena, de la aldea El Pedrero, San Esteban, Olancho, tiene sus raíces en la etnia pech, este era el vestuario tradicional de las fiestas.
El traje de Escamilpa, Santa María del Real, Olancho, era lucido por hombres y mujeres en las fiestas patronales y populares, su nombre viene de un paraje natural localizado al norte de este municipio de Olancho.
El traje de Santa Rosita, Guajiquiro, La Paz, es un vestuario con influencia indígena.
Traje de San Juan, La Paz; se utilizaba desde la fundación del municipio. En el caso de las mujeres, la falda ancha le daba un estatus de clase alta a las mujeres, por lo que las adineradas lo lucían en las fiestas, en este atuendo, a diferencia de los demás, solo pueden utilizarse accesorios de oro y plata, y la mujer no debe adornar su cabello con flores, solo peinetas.
Vestuario de la Sierra de Agalta, era utilizado en las fiestas de toda la región que incluye a Catacamas, Dulce Nombre de Culmí, Juticalpa, Santa María del Real, San Francisco de La Paz, Guarizama, Manto, Gualaco y San Esteban.
Traje del Carrizalón, Copán Ruinas; este vestuario pertenecía a la etnia maya-chortí.
Flores y pañuelos
Podemos observar que en los trajes folclóricos no faltan las flores en el cabello de las mujeres y los pañuelos en el bolsillo o cuello de los hombres, la pregunta es ¿tiene esto algún significado?
David Flores explicó que en el caso de las mujeres, ellas usaban las flores para coquetear y causar buena impresión a sus admiradores. También las utilizaban para identificarse en las fiestas, es así que las casadas usaban flores rojas, las solteras amarillas, las blancas las utilizaban las mujeres vírgenes, las anaranjadas las mujeres que estaban de visita en la región, las viudas utilizaban las de color violeta y las quinceañeras las usaban rosadas. Con el tiempo esto cambió y las damas combinaban varios colores para llamar más la atención.
El pañuelo, “siendo un instrumento tan diminuto e ignorado juega un papel completamente importante en el devenir danzario”, entre otras cosas era utilizado para “solicitar cortesía a su compañera de baile y colocárselo en el cuello para el sudor”.