Con una versión de Frankenstein mucho más sensual, sin tornillos y mejor físico, al estilo de los mejores superhéroes, Aaron Eckhart trae al cine su nueva película, “Yo, Frankenstein”.
Este debe ser el personaje que más películas tiene en Hollywood, pero nunca antes se lo vio así. Todavía vivo, 200 años después de haber sido creado, con su inmortalidad, se le ve mucho más humano, en medio de una guerra contra demonios donde él es el nuevo superhéroe que puede salvar a la humanidad.
Una de las más famosas cualidades de Frankenstein es que no le tiene miedo a nada ¿En tu caso es igual? Veamos... ¿A qué le tengo miedo? Por lo general, le tengo pánico a las mujeres.
¿La falta de un matrimonio, sin la presión de tener que mantener una familia buscando un trabajo más estable, también ayudó en las primeras épocas en que recién empezabas como actor? Ah, sí, claro, por el miedo a no volver a trabajar, de no ganar lo suficiente, los rechazos... La mayoría de mis amigos que eran buenos actores nunca pudieron vivir de la actuación y eso da miedo, porque te la pasas preocupándote por lo que vas a hacer después. Muchos se casan y tienen la clásica conversación con sus esposas, empiezan a tener hijos y ya no pueden seguir soñando, necesitan salir a conseguir un trabajo más seguro. Y eso a mí siempre me dio miedo.
¿Y cómo resultaron esos primeros pasos en un mundo tan competitivo?
Bueno, yo había tomado clases de actuación y cuando tuve mi título de cine, aunque todos querían mudarse a Los Ángeles, yo dije “no, no, voy a ir a Nueva York, quiero hacer teatro y seguir estudiando allá”. Me pareció un lugar mucho más serio y más duro, pero quería que me costara más. Y estoy contento de haberlo hecho, porque la pasé muy bien así.
¿Algún actor en particular te inspiró a dedicarte a la actuación?
Sí, el primero fue Cary Grant, su simpleza, sin ningún esfuerzo y su buen humor, por la actuación tan eficiente, sin demasiado esfuerzo... Y después, habiendo crecido en los años 70, me gustaban todos, desde (Robert) Redford hasta (Paul) Newman y Steve McQueen
. Al día de hoy, todavía me gusta ese estilo de cine. Admiro a los grandes actores y todavía aspiro a ser como ellos.
¿Y cuál fue ese primer paso que te llevó a decidirte a ser como ellos? La primera obra de teatro que hice a los 14 años me gustó tanto que quise seguir actuando. A esa edad, a los 14, supe que iba a ser actor. Claro que no tuve éxito por años... pero es algo en que me incliné naturalmente.
¿Es cierto que en un principio también querías vivir de la música, componiendo canciones? Sí, eso fue lo primero que quise hacer. Es lo que pensaba que podía ser.
¿Y qué pasó?¿Por qué no seguiste ese sueño? Tuve demasiado miedo, justo ahora que hablamos del tema. Es algo tan vulnerable... No tuve suficientes agallas. Hay gente que quiere ser actor y no lo intenta porque no tiene las agallas para hacerlo. Y yo no tuve las agallas para ser compositor. No creí lo suficiente en mí y lo lamento bastante.
¿Si Frankenstein es tan famoso por sus cicatrices, en tu caso la actuación dejó alguna cicatriz después de haber trabajado tantos años en Hollywood? Ah, sí, seguro, seguro, seguro.
Tengo muchas cicatrices por haber tratado de hacer algo bueno que no le gusta a la gente. Sí, definitivamente. Hay muchas de esas. Es como el jugador de fútbol que no logra marcar un gol en el último minuto y lo perturba por el resto de su vida.
¿Y alguna vez te vestiste como Frankenstein en alguna fiesta de disfraces o Halloween?
(Ríe) Es una pregunta interesante. A lo mejor cuando era más chico, sí, seguramente. Hace tiempo que no me disfrazo, porque no tengo hijos. Las fiestas de disfraces siempre me dan miedo porque espero hasta el último minuto, cuando los negocios ya están cerrados, y no voy a fiestas así en Halloween.
¿Cuáles son tus primeros recuerdos de Frankenstein?
Me acuerdo de haber leído el libro una y otra vez. Y también me acuerdo lo primero que básicamente conocemos todos, un Frankenstein con cabeza cuadrada y tornillos en el cuello, altísimo. Y mi versión es diferente, porque es mucho más humano, mucho más accesible, más activo, es un luchador que también piensa mucho más.
¿Frankenstein es una mala persona? No, no, no, para nada. Todo lo contrario, es una buena persona. Lo que pasa es que lo creó un padre que lo apartó por completo, pero todo lo que él quiere es sentirse amado. Quiere formar parte de la sociedad en que vive y por su apariencia la gente no lo permite. Pero él es muy inteligente, habla muy bien y en cierta forma tiene su ternura, tiene sensibilidad.
¿Cómo fue que aceptaste el desafío de interpretar una nueva versión de Frankenstein?
Cuando leí el guion me pareció grandioso, porque trata sobre un hombre que busca un propósito en la vida. Y sentí que podía identificarme con esa situación de Frankenstein, por eso quise hacer la película.
En la película hay una frase que dice: “Solo se puede ser monstruo si te comportas como tal”, ¿se puede aplicar la misma frase a la vida real? Sí, porque podemos controlar nuestras emociones y nuestro comportamiento. Sí, claro. Depende también de la definición de un monstruo. En este caso él tiene sus cicatrices, no se ve como otras personas.
Pero emocionalmente ser un monstruo hoy también significa tener una personalidad horrible, una personalidad descontrolada. Y es lo que muchos también tratamos de evitar, tratando de mantener alguna esencia de la bondad en medio de este mundo en que vivimos, donde cualquiera quiere cortarte el cuello. Es el gran truco de la vida.
¿Y hay bastantes monstruos en la vida real en Hollywood?
Supongo que ciertas personas muestran ciertas características monstruosas. Y yo también. A cualquiera puede pasarle, en esos momentos de demasiada presión o expectativas, la personalidad del monstruo puede aparecer muy fácilmente.
¿La palabra monstruo hoy en día también se usa como algo grandioso y muy bueno?
Absolutamente, pero la palabra monstruo se volvió un sinónimo de lo diabólico y por suerte no es el caso de nuestra película, donde Adam, el monstruo Frankenstein, es una buena persona que todavía no encontró su propósito en esta vida. Y supongo que esa es su maldición.