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¿Qué es el amor platónico?

Según Platón, el hombre busca lo que no tiene y ama lo que le falta; como se siente incompleto, tiende hacia aquello que considera importante para sentirse plenamente humano en su totalidad.

23.02.2014

El amor es uno de los aspectos más importantes en nuestra vida, y está presente en nuestras conversaciones, películas, canciones, pinturas y poemas. Innumerables veces, las lágrimas, o la emoción nos embargan por razones de amor.

Sin embargo en el hombre -y la mujer- de nuestra época, el amor, parece escapar y volverse escurridizo, así vemos constantes fracturas de relaciones, peleas, separaciones, gritos, guerras... aún así, pensamos que sabemos todo acerca del amor y no solemos concebir que en él haya algo que aprender, que solo es un sentimiento espontáneo, que surge por alguna razón, y nos abandona, por alguna otra razón...

Es para todos evidente la relación del amor con la felicidad, como si al encontrar el amor, encontrásemos la felicidad. Sin embargo, en las consultas a psicólogos las preguntas más usuales sobre el amor tienen referencia a ¿cómo podemos ser amados?, y muy pocas veces, a ¿cómo podemos aprender a amar?

EL ORIGEN

La mayoría de la gente supone que el amor está constituido por el objeto, no por la facultad. Cree que amar es sencillo y lo difícil es encontrar una persona apropiada para amar o para ser amado por él. Puede compararse esa actitud con el hombre que quiere pintar, pero que en lugar de aprender el arte piensa que debe esperar el objeto adecuado para pintar y que pintará maravillosamente bien cuando lo encuentre. Para la mayor parte de las personas, el problema del amor consiste fundamentalmente en ser amado y no en amar.

Quizá Platón ha tenido un interés especial en este tema, pues varios de sus escritos están dedicados al amor, solía decir que el hombre busca lo que no tiene, y que ama lo que le falta; como se siente incompleto, tiende hacia aquello que considera importante para sentirse plenamente humano en su totalidad. Es decir, aunque sentimiento por excelencia, es una manifestación de la carencia de los hombres. No se ama lo que se tiene; lo que se tiene está simplemente con o dentro de nosotros, formando parte de uno mismo. Se ama lo que nos completa, lo que agrega a nosotros aquello que no tenemos.

El amor no es esencialmente una relación con una persona específica; es una actitud, una orientación del carácter. Si una persona ama a otra solamente, y es indiferente al resto de sus semejantes, su amor no es total, sino un tipo de relación simbiótica o un egoísmo ampliado.

La satisfacción en el amor individual no puede lograrse sin capacidad de amor al prójimo, humildad, coraje, fe, disciplina... En una cultura en la cual estas cualidades son raras, también ha de ser rara la capacidad de amar.

Sin embargo, el verdadero amor es preocuparse porque la otra persona crezca y se desarrolle tal como es, no como se desea que sea, como si fuese un objeto para el uso particular. Es un arte y debe aprenderse igual que la Pintura, la Música o la Literatura. Recordando a Erich Fromm, el amor para que lo sea, necesita de la vivencia de cuatro aspectos por las personas que aman: cuidado, responsabilidad, conocimiento y respeto.

Para los sabios griegos, Eros, el más antiguo de los dioses, era el amor primigenio, la fuerza primordial de cohesión. Decían que, cuando el mundo no existía, cuando todo era caos, cuando las cosas estaban en potencia nace un impulso, una fuerza tremenda que es capaz de ordenarlo todo, de unirlo, de darle forma y vida, ese es Eros, el amor. Una vez que Eros ordena todo el Universo, empieza a plasmarlo en distintos planos, como si fuesen escalones que van descendiendo desde un altísimo y sutilísimo cielo hasta una tierra muy concreta, visible y palpable que es aquella donde nosotros nos encontramos. Eros se encarga de que en cada plano haya alguna forma especial de amor, que se exprese de una forma apropiada a ese nivel.

Entonces, habría amor para todos los niveles, y así hablamos de amor en una exaltación mística, en un entusiasmo estético o en la pasión que sentimos de saber más y penetrar en los misterios de la naturaleza. También son amor los múltiples estados de afección, cariño o apego a otros seres humanos, a una ciudad, a una casa, a un libro, a un animal. En todos esos planos habría que aprender a amar de una mejor manera.

Platón afirma que si el amor se expresa en todos los planos del universo, es lógico que también se exprese en el plano físico. Solemos caer en la simpleza de pensar que para el amor platónico, todo lo que fuera sexo era automáticamente rechazado, y no es así. En la época de Platón también había hombres y mujeres que se buscaban y se amaban, y trataban de expresarlo bajo todas las formas posibles. Pero si el amor se expresa en todos los planos del ser humano, intentemos desarrollarlo también en los superiores, en la captación de los elementos a los que tiende el alma, ya que son más duraderos y auténticos.

Sobre las almas gemelas, afirmaba Platón que hace muchos miles de años, cuando el Dios primero gestó nuestro Universo, comenzaron a dividirse las almas de los hombres, hasta llegar a los miles y miles de almas que habitan sobre la Tierra. Estas almas que se fueron dividiendo sentían como si hubiesen perdido algo, como si a cada una le faltase su mitad. El amor sería esa necesidad que sentimos todos los humanos de encontrar aquello que una vez formó parte de nosotros pero que no encontramos ahora.

¿Y por qué hablar otra vez de amor? Porque en este mundo, hoy más que nunca, nos hace falta aprender a amar, nos hace falta que dos o más personas traten de conocerse, de comprenderse, de hacer nacer el respeto, la paciencia y la constancia, de perdonar sin dejar de corregir, de buscar ese amor que impulsa a que cada uno sea cada vez mejor. Hace falta aprender a amar, despertando el sentido de la solidaridad, del apoyo mutuo en todo momento, de soportar distancias y dolores, enfermedades y penurias. Amor es una sonrisa constante, una mano siempre abierta, una mirada de comprensión, un apoyo seguro, una fidelidad que no falla. Es dar más que recibir; es generosidad y autenticidad. ¡Hay tanto que aprender!

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