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La belleza y el amor

El hombre es, en cierta medida, como Eros, buscando
de una u otra forma algo que sea bello y duradero.

12.03.2012

Pero ¿qué se entiende en la época actual por amor y belleza? Hoy no se considera el amor como una asignatura pendiente, como algo para aprender, sino como un sentimiento espontáneo, un deseo, una atracción, que muchas veces dura muy poco. Y en ocasiones hay más búsqueda acerca del cómo ser amados que de cómo aprender a amar.

Es, precisamente, esa necesidad de ser amados y aceptados por los demás lo que mueve al hombre a desear y a buscar la belleza en las formas.

En nuestros tiempos hay un gran culto al cuerpo, a conservarlo joven y atlético a través de técnicas quirúrgicas o productos. Todo es válido con tal de retener la juventud el máximo posible de tiempo. Y se valora más la belleza de un cuerpo que la belleza en las ideas, la belleza en un acto noble, en el valor de una persona. Se busca una belleza hueca, vacía, que sigue unos estereotipos según la moda, más como herramienta de seducción, como forma de poder (para manipular, para vender algo, para conseguir nuestros fines) o quizá a veces como forma de encubrir carencias y debilidades.

¿Realmente existe en este tiempo un culto a la belleza de las formas? Las representaciones artísticas, el trato entre hombres, la ausencia de cortesía y amabilidad, la música… en ocasiones parecen hacer culto a lo vulgar y a lo meramente sensual, pero vacío.

PLOTINO. A veces pensamos que para un filósofo de la Antigüedad era muy fácil dedicarse a la filosofía porque no estaban en medio de una vida tan agitada como hoy en día. A Plotino (203-204 d. de C.,
269-270 d. de C.) le tocó vivir una época muy turbulenta, en el momento de la gran crisis del siglo III, que se inició en el siglo anterior con el reinado de Cómodo. Entonces se producían continuas guerras contra germanos y persas, que presionaban cada vez más sobre las fronteras, muertes violentas en cadena de emperadores, problemas económicos, pestes, disminución de la población, aumento de los impuestos. Plotino, a pesar de su época, estaba envuelto por una atmósfera de serenidad y misticismo en toda su obra.
Lo que se sabe acerca de la vida de Plotino se lo debemos principalmente a su discípulo Porfirio.

Este cuenta que Plotino nació en
Licópolis, en Egipto, y que a los veintiocho años viajó a la ciudad de Alejandría, el foco cultural del momento, la capital de las ciencias, las artes y la filosofía.

Porfirio describe a su maestro como un hombre dotado de una poderosa inteligencia y gran capacidad de concentración: cuando iba a escribir un tratado, primero lo elaboraba todo mentalmente (de principio a fin) y luego lo escribía en el papel como si estuviera copiando directamente de un libro, sin repasar lo escrito. Usaba un lenguaje sencillo, coloquial en sus clases, y era una persona con una gran bondad.

SOBRE LA BELLEZA. (tratado 6 de la Enéada 1) Comienza diciendo que los seres humanos percibimos lo bello casi siempre con la vista, aunque también lo hacemos con el oído, es decir, que podemos percibir la belleza a través de los sentidos. Estamos acostumbrados a hablar de un rostro bello, o un bello paisaje, o de una melodía bella. Mas, yendo un poco más lejos, a un nivel superior percibimos la belleza en hábitos, acciones, caracteres, ciencias y virtudes. Pero, yendo más lejos todavía, Plotino se pregunta si hay otra belleza superior a estas y que constituya acaso la fuente de ellas. Es decir, que por encima de todos los grados de la belleza existe el arquetipo de lo Bello, la fuente inagotable de todas esas bellezas menores.

Vamos a partir con Plotino de la belleza corpórea, o sea, de la belleza en las formas sensibles, para ir ascendiendo como por una especie de escalera por los distintos grados de belleza. De una primera reflexión, observamos que un mismo cuerpo a veces parece bello y otras veces no, de tal manera que pareciera que los cuerpos son una cosa distinta de la belleza. Es decir, que el cuerpo participa en mayor o menor medida de la belleza pero la belleza no está en la materia sino más allá. Plotino dice, y es una idea que toma de Platón y que después se retoma también en el Renacimiento, que la belleza no está en los cuerpos, sino que es algo que se posa en ellos, siendo un objeto bello aquel que de alguna forma ha logrado atrapar la belleza.
LA RESPUESTA. ¿En qué consiste, pues, esa belleza presente en los cuerpos?

Cuenta Plotino que, al contrario de lo que se suele pensar, no es la simetría o la proporción de los cuerpos lo que les aporta belleza; hay muchas cosas que son simétricas pero no por ello son bellas. Según Plotino, las cosas de este mundo son bellas en cuanto participan de la idea, del arquetipo, del modelo de Belleza. Las cosas serán más o menos bellas en cuanto se acerquen más o menos perfectamente a ese modelo de Belleza.

Lo feo sería todo aquello que no participa de una idea, de una razón, o lo que está muy alejado de esa idea, que no siguió el modelo arquetípico. Nos dice además que es el alma la que es capaz de reconocer todas las bellezas, incluso la belleza de los cuerpos.

El alma, cuando ve algo bello, se siente atraída por ello, lo acoge, lo integra a sí misma; en cambio, si tropieza con lo feo, se aleja, reniega de ello porque no sintoniza con ello.

Subiendo entonces otro escalón más en esos distintos grados de belleza, nos vamos a un nivel superior, el de aquellas bellezas que no podemos percibir a través de los sentidos, como la belleza en las costumbres, en la conducta, la belleza en los caracteres, la belleza en la estructura matemática de las ciencias (las leyes de la naturaleza), y sobre todo, la belleza de las virtudes (justicia, templanza, valor, generosidad, prudencia, sabiduría). Así como alguien que sea ciego de nacimiento no puede saber si las cosas sensibles son bellas porque no las ve, también hay ciegos de alma que no pueden ver la belleza de los hábitos y la virtud.

Plotino dice que la belleza en los hábitos y en las virtudes despierta en nosotros una agitación interior, un goce, una admiración, el anhelo de permanecer cerca de aquello que es bello.

Plotino, en la Enéada III, describe con detalle ese sentimiento de amor que se apodera del hombre cuando está en contacto con algo bello y describe el nacimiento de este amor. Él dice que el sentimiento amoroso, en el que incluye todo tipo de amor, incluso el amor por un cuerpo, nace en el alma porque el alma tiene anhelo de belleza, de la belleza en sí, de poder elevarse a esa Belleza superior, fuente de todas las demás. El alma es por naturaleza bella; proviene, está emparentada con esa belleza primera, perdurable y eterna; es afín a ella y por eso la busca.

Plotino invita, no solo en estos dos tratados sobre el amor y la belleza, sino a lo largo de toda su obra, a desprendernos del barro de encima para poder despertar ese ojo interior capaz de mirar más allá de la superficie de las cosas, y poder ir desvelando, gracias al amor y a la belleza, los secretos de la vida. Para ello, Plotino propone mirar sobre uno mismo: “si todavía no ves la belleza en ti, haz como el escultor de una estatua que debe ser bella; toma una parte, la esculpe, la pule hasta sacar líneas bellas del mármol”. Como aquel, quita lo superfluo, endereza lo que es oblicuo, limpia lo que es oscuro para hacerlo brillante, y no dejes de esculpir tu propia estatua, hasta que el resplandor de la virtud se manifieste.