Werner Freund, un exsoldado alemán que convive con lobos desde hace más de 40 años, se describe como “mitad hombre y mitad animal”. Y no es para menos. Este naturalista divide su tiempo entre su esposa y las seis manadas de lobos con las que convive.
Aunque está cercano a cumplir los 80 años, Werner actúa como el “macho alfa” y pasa sus día con los animales en la nieve, dándoles de comer carne cruda de su propia boca e incluso duerme con ellos.
Werner explicó que los lobos no se pueden domesticar. “Desde el momento en que los cachorros prueban la sangre se convierten en depredadores y no pueden ser domesticados como perros”, manifestó.
Por eso este alemán apela al comportamiento y el instinto de estos animales para asegurarse de que lo respeten y no intenten atacarlo o comérselo al menor descuido.
Cuando les lleva un cadáver de venado para alimentarlos se asegura de ser el primero en probar la carne cruda, mientras los lobos hambrientos lo observan y esperan a que él les ceda el turno. A cambio, los lobos le lamen los labios en un acto de sumisión.
Con el tiempo Werner aprendió el lenguaje corporal de los lobos, sus jerarquías colectivas, sus sistemas de comunicación mediante aullidos y gruñidos y el determinante papel que juega el olfato dentro de su vida cotidiana.
“Para ser incluido en su dinámica social debes encajar en ella en lugar de tratar de dominarla. Para ganar su respeto, uno debe convertirse en lobo y esto es lo que yo soy para ellos, su líder”, afirmó el naturalista. Pero Werner no siempre se dejó llevar por su lado más salvaje y llegar a este punto de dominio de la manada le llevó un largo proceso. Antes de dedicarse a mantener su reserva natural fue paracaidista, jardinero y cuidador de un zoológico. Allí tuvo su primer contacto con estos depredadores y se enamoró de ellos.