Honduras

Zapatero en silla de ruedas: 'No me regale dinero, mejor deme trabajo”

La rotonda del bulevar Juan Pablo II y alrededores es donde repara todo tipo de calzado a la intemperie con pocas herramientas, sentado en su silla de ruedas

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04.01.2020

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- La vida no le ha sonreído ni ha sido del todo grata, pero en medio de sus desdichas y necesidades trata de devolver este gesto a sus clientes al darle trabajo sin discriminarlo.

Los radiantes rayos del sol o una molestia corporal tampoco significan un obstáculo en su afán por no subsistir de la caridad, sino con el sudor de su frente.

Cada mañana sale a la rotonda del bulevar Juan Pablo II, donde en su silla de ruedas, junto con una sombrilla, arregla zapatos a la intemperie, mientras transitan los automotores.

“No me regale dinero, mejor deme trabajo”, dice el peculiar rótulo que lleva Lucio Hernández Bustillo, un maestro de obra de construcción que por azares del destino se convirtió en un noble zapatero.

Aunque le amputaron sus piernas a causa de un accidente y más tarde perdió a uno de sus vástagos, este hondureño conserva intacto su deseo de vivir al igual que superarse ante las adversidades.

En una mochila guarda un recipiente con pegamento, una cuchilla, alicate, lima, tenaza e hilos acerados, herramientas con las que hace la reparación de todo tipo de calzado. “No me había sanado y comencé a trabajar en talleres de zapato nuevo, pero al no tener mis pies se me complicó”, relató don Lucio, como es más conocido por sus allegados.

Recordó que tan solo 70 lempiras al día ganaba con esta actividad por lo que decidió reparar calzado para agenciarse unos lempiras adicionales.

Hernández Bustillo se esfuerza a diario para sacar adelante a sus otras dos hijas que pese a no convivir con ellas, hace un sacrificio para que reciban el pan del saber.

“A mí me da pena pedir; trabajo desde la edad de ocho años. El proyecto mío para este año nuevo es conseguir un solar para irme porque yo estoy poniendo a estudiar a dos niñas”, manifestó.

Taller improvisado

En el sector de La Calera, situado en las cercanías de El Mirador -vía que conduce al Estadio Nacional-, don Lucio no tiene casa propia, alquila un cuarto construido con madera que adquirió y donde improvisó un taller. Varios pares de zapatos tanto de hombre como mujer por arreglar y otros que ya están reparados tiene en este lugar que es su humilde morada.

Parte del calzado ya tiene más de un año que todavía no reclaman sus dueños, sin embargo, sigue cuidándolos y no pierde la esperanza de poder entregarlos más temprano que tarde. Para facilitar movilizarse de un sitio a otro a veces emplea un troco impulsado con palancas y una cadena, demorando de 20 a 25 minutos para llegar al punto en el que lo busca su clientela, particularmente de los restaurantes de comida rápida que están en la zona.

“Don Lucio es un hombre luchador, emprendedor, bien educado; su sueño es tener un local para que él trabaje, no salga al sol y aquí vengan a dejarle los zapatos”, expresó Suyapa Pavón, quien es su vecina.

La falta de sus extremidades inferiores no es una limitación para que con sus manos este zapatero se dedique a una labor que no era su especialidad.

Aún con la silla de ruedas en mal estado, Hernández Bustillo es constante con su trabajo y al congregarse a la iglesia también predica el evangelio, brindando palabras de aliento con su ejemplo de que los límites están en la mente humana.