“Pasarás por mi vida sin saber que pasaste. Pasarás en silencio por mi amor y, al pasar, fingiré una sonrisa como un dulce contraste del dolor de quererte... y jamás lo sabrás”, así declamó María Cristina Rubio, los primeros versos del “Poema del Renunciamiento” de José Ángel Buesa.
La declamación y su voz llevaron a Rubio a convertirse desde 1942 en la primera locutora del país. Ahora, a sus 92 años, es un ícono de la radiodifusión hondureña.
Por varias décadas, los hondureños escucharon su voz en la siguiente frase: “Esta es HRN, la voz de Honduras”.
Se le recuerda también por sus dos programas radiales: “La hora romántica”, un espacio de música y poesía, y “Copitos de nieve”, donde leía cuentos infantiles.
Sonriente y atenta, la encontramos leyendo EL HERALDO en su casa ubicada en el Barrio Guadalupe. Está tan lúcida que al final de la entrevista nos ofreció hasta sus servicios legales en caso de necesidad.
Hablar con una maestra, abogada, jueza y locutora de avanzada edad fue como regresar a un pasado distraído, que corrió sin parar hacia un presente confuso.
¿Dónde nació, abogada?
En el barrio La Ronda, el 28 de agosto de 1921; mis padres fueron Tomás Cerrato y Elvira Rubio.
¿Cómo era el barrio La Ronda en aquellos tiempos de su niñez?
¡Aaaay!, para acordarme. El barrio donde uno nace siempre le parece bonito, encantador, uno va creándose amistades, queriéndolas sobre todo.
¿Recuerda a algunas niñas con quienes jugaba en el barrio La Ronda?
Jugaba con las chicas de mi edad como Teresita, Matilde, Dolores. Lástima que las amistades que persistieron, esos cariños desaparecieron. Uno, porque no teníamos casa. Nosotros alquilábamos. Mi mamá estaba en un lugar, estaba en otro, yo no le buscaba explicación a esa situación. Pero en todos los barrios donde vivíamos hicimos amistades, nos querían mucho. Mi madre tenía un espíritu de colaboración, era buena, linda.
¿A qué escuela fue?
Fui a una escuela muy linda, la José Cecilio del Valle, en el barrio El Guanacaste. Recuerdo mucho a su directora Antonia Carías G.
¿Esa directora la trataba muy bien?
Ella fue la que me encaminó en la declamación. A mí me encantaba la declamación y me sigue encantando.
¿Qué versos declamaba cuando era niña?
¡Ummm! De esa época ya no me acuerdo porque eran tan infantiles, tan lindos, pero, posteriormente, cuando entré a la Escuela Normal de Señoritas, estudie magisterio ahí, todo fue bonito para mí. Yo tengo recuerdos muy gratos de mi adolescencia, de mi juventud y de mi vejez.
¿Se graduó de maestra?
En la Normal de Señoritas saqué mi título de bachiller en ciencias y letras, y el de maestra de educación secundaria en la Escuela Superior del Profesorado después, para perfeccionar mi disciplina educativa. De ahí me dio la divina locura de hacerme abogada y notaria.
¿Qué experiencia agradable recuerda como maestra?
La colaboración de las compañeritas, siempre me trataron con mucho cariño, eso para mí tenía un valor incalculable.
¿Usted dio clases?
Claro, si soy maestra jubilada. Di clases en la Escuela Normal de Señoritas desde 1943 y por unos 30 años.
¿Recuerda a algunos alumnos o alumnas que tuvo?
De nombre no los recuerdo, pero su cara y su cariño sí, cuando me ven en la calle siempre me saludan y me dicen: ¡qué tiempos aquellos, Cristinita! Tan bellos.
En cuestión de enseñanza, ¿los docentes de aquellos tiempos son distintos a los de hoy?
Sí, yo creo que sí. Ahora hay mucho materialismo. Yo esa página la doblé, porque ya había dado lo que quería dar, a mí me quisieron mucho todas y todos. De ahí me dediqué a la radio, empezaba a declamar.
Como abogada y notaria, ¿cuál fue su experiencia?
Fui jueza de letras de Gracias a Dios, Islas de la Bahía, aquí en Tegucigalpa; en Juticalpa, Olancho. Es que uno estudia para dar, eso es lo hermoso. Yo me hice maestra y di clases, me hice abogada y serví, estuve en la radio que también me absorbió mi tiempo, ahí monté mi programa de “La hora romántica” en compañía de un hombre que amo y amé mucho en el mundo, a mi esposo, el abogado Ángel Buenaventura Zepeda con quien compartía las mismas aspiraciones. Él era abogado y notario, pero también declamaba muy bonito. Juntos levantamos “La hora romántica”.
¿Es cierto que las personas que estudian derecho son peleonas?
No creo. Yo jamás vi un cuadro tan brusco. Lo que pasa es que cuando uno tiene que defender al cliente, entonces mete las garras y todo, ja, ja, ja, ja, ja…
Supongo que como abogada mandó a muchos a la cárcel.
Yo era especialista en divorcios, también en matrimonios. Platicaba con ellos. El que miraba que estaba enamorado y era bueno, y que por tonteritas peleaba, yo buscaba el camino de la reconciliación. Los casos ya perdidos, si te vi no me acuerdo, perdón. Después me fui de jueza de letras, estuve mucho tiempo en Islas de la Bahía. He llevado una vida muy activa.
¿Cómo jueza se le hacía difícil aplicar la justicia?
Cuando se es sincero, darla a quien se la merece, darle a cada quien lo que es suyo, sí es complicado.
¿Cuándo se retiró de la abogacía?
Bueno, como uno no fenece en eso hasta que se muere, entonces cualquier asunto que me llegue lo trato. Mientras se tenga lucidez hay que darse, ayudar a las personas ofreciendo una solución desde el punto de vista legal.
Y como jueza, ¿cuántos años ejerció? Estuve poco porque el sueldo era de hambre. Uno daba todo profesionalmente y no había gran recompensa.
¿Cuándo comienza en la radio?
Llegué a HRN allá por 1942, fui la primer locutora, solo tenía unos 21 años. Participé en varios eventos de locutores. Asistí al Segundo Congreso Mundial de locutores que se celebró en La Habana, Cuba.
¿Cuénteme su experiencia en la radio como locutora?
Empecé declamando, luego le gustó la voz a don Rafael Ferrari. Un día me dice: ¿Podrá tener tiempo mañana? ¿Para qué?, le dije yo. Quiero platicar con usted, me contesto. Dije yo, sin duda me va a decir que ya no trabaje aquí, pero no. Llegado el momento me dice: Voy a ser franco, me ha gustado mucho su voz y he pensado que sería bueno que su voz identificara a la emisora. ¿Cómo?, le digo yo. Y él me responde: Usted solo va a decir “Esta es HRN, la voz de Honduras”, ¡solo eso! Y me dice, le voy a pagar tanto. A mí me gustó el pago y ahí me quedé. No me dejaba hacer otra cosa más que cada quince minutos decir: “Esta es HRN, la voz de Honduras”, como en ese tiempo no habían grabaciones yo tenía que estar ahí en el horario de 5:00 a 9:00 de la mañana, después se volvía a las 12:00 del mediodía, hasta las 2:00 de la tarde y luego de las 5:00 de la tarde era la jornada nocturna hasta las 9:00 de la noche.
¿O sea que su trabajo solo era repetir la misma frase cada quince minutos?
Sí, solo eso decía y los sábados que tenía mi programa de declamación “La hora romántica”, y de lunes a viernes a las 7:00 de la noche tenía el programa “Copitos de nieve” para contarles cuentos a los niños antes de que se fueran a dormir.
¿Recuerda los versos de algún poema?
Yo tomo literatura de donde sea. Tomaba. Ese capítulo lo vamos a dejar en el pasado, pero a mí me encanta. Yo desde que amanece estoy leyendo, aprendiendo versos.
Recuerde unos.
El “Poema del Renunciamiento” de José Ángel Buesa… “Pasarás por mi vida sin saber que pasaste. Pasarás en silencio por mi amor y, al pasar, fingiré una sonrisa como un dulce contraste del dolor de quererte... y jamás lo sabrás”. Eso es lindo.
¿Esos versos le recuerdan a su esposo?
Sí. Pero yo no recuerdo a mi esposo solo con un verso, él era un poema completo, le encantaba la declamación, un hombre muy fino. Bueno, Dios me premió con la compañía de él.
¿Dónde conoció a su esposo?
En la radio. Es que a él le dijeron que había una muchacha que le gustaba declamar y como le encantaba declamar preguntó: ¿Cómo se llama esa muchacha? Cristina Rubio. ¿Y dónde vive? Así, él llegó a mi casa y me preguntó si sabía algún verso y recuerdo que le contesté: sé un montón, pero no me los he aprendido completos y así nos fuimos enredando.
¿Cuántos hijos procreó con él?
Yo tuve dos hijos y una niña, la última está en el cielo acompañando a mi esposo. Mi niña Teresita murió chiquita, era una bebecita. Mis otros hijos son Claudio y Claudia.
¿Cómo era la radio en sus tiempos de locutora?
Muy estricta, don Rafael Ferrari no permitía la colaboración de alguna persona que considerara mediocre. Él fue muy estricto en la pronunciación sobre todo.
¿Junto a qué periodistas trabajó?
Con Virgilio Zelaya Rubí, Rodolfo Brevé Martínez, Rigoberto Cuéllar Cerrato, quien era un gran compañero.
“La hora romántica” solo era los sábados de 8 a 9 de la noche. Luego tuve el programa “Copitos de nieve” que contaba cuentos para niños, salió en la radio, en la televisión, en el teatro. Me buscaban muchos intelectuales que querían escribir cuentecitos para niños para que Copitos de nieve los leyera.
Ahora, a su edad, ¿qué pasa haciendo en su casa?
Paso leyendo, soy una empedernida de la lectura, para eso me queda mucho tiempo, pero también paso aquí dando órdenes.
¿O sea que es como una comandante?
Sí, así soy, como una comandanta, ja, ja, ja, ja… Yo estoy contenta con mi vida, no tengo esas ambiciones desenfrenadas, lo que Dios me quiera dar eso espero.