Opinión

Parodia del Malthusianismo

La novela de Gioconda Belli, “El infinito en la palma de la mano”, ganó el Premio Biblioteca Breve 2008. En este artículo, reseño la novela; y a su vez, la utilizo como un instrumento para parodiar a Thomas Robert Malthus.

Malthus tuvo a “Los pobres en la palma de la mano”, y se declaró en contra de las Leyes de Pobres (Poor Laws).

De la mano de Malthus se fundó una rama de la economía que orientó desentenderse de los pobres, una alta dosis de asistencialismo para los mismos, y hasta la sentencia de que fueran los equilibradores del desbalance entre más población y menos producción: para esta concepción errada, las guerras y las epidemias son el padecimiento ideal (la muerte de los pobres es la máxima del “Primer ensayo sobre el principio de la población” escrito por Malthus en 1798).

Malthus tiene responsabilidad en que los economistas ortodoxos se aferren a las teorías del crecimiento económico (con el enfoque del derrame); que no tengan voluntad política para aplicar las teorías del desarrollo humano; y que no sepan nada de las teorías de la pobreza. Ciento setenta y tres años después (en 1971), Theodore Shultz empezó a develar la verdad y a pedir “Inversión en la gente”: “La mayor parte de la gente del mundo es pobre.

Si conociéramos la teoría económica de la pobreza, sería mucho lo que sabríamos de lo que realmente importa en economía. La mayoría de los pobres del mundo se ganan la vida con la agricultura. Si conociéramos la teoría económica de la agricultura, sabríamos mucho de la economía de la pobreza”.

Adentrándose en la novela: Belli se basa en el Génesis. La mecánica de la parodia resalta el contraste entre Adán y Eva de Belli con Adam Smith de Malthus.

La parodia es contundente al afirmar que Belli tiene mayor inventiva económica que Malthus el economista, y también que Malthus el sacerdote anglicano.

La novela “El infinito en la palma de la mano” es bien aprehensiva. Me gusta porque Belli recrea la creación. Belli da riendas sueltas al fructificad y multiplicaos; al gozo de la creación, la seducción, y hasta Adán le resultó seductor.

En cambio, Malthus, aunque guiado por principios bíblicos, es crítico de la multiplicación acelerada de la población (promueve el matrimonio tardío y la abstinencia sexual). Lo que para Malthus es un vicio, para Belli es un gozo.

No es la mejor novela de Belli (recomiendo “El pergamino de la seducción”); pero sus argumentos me sirven en cuantía para desdibujar la imagen de un Malthus omnipotente y referente obligado del pensamiento económico clásico.

Es llamativa en “El infinito en la palma de la mano” la presencia de un Dios casi ausente, con poco o nulo diálogo; y los diálogos si van y vienen entre la serpiente y la mujer: son amigas.

Ambas están en contubernio, en complot constante, y ninguna influye a la otra, sino que están inquietas por preguntas y más preguntas, por desasosiegos y reniegos.

Belli amplía la historia de Caín y Abel, e inventa a dos parejas de gemelos nacidos de Adán y Eva. Una primera pareja fue Caín y Luluwa. Y una segunda pareja fue Abel y Aklia.

El clímax de la trama es cuando los jóvenes están preparados para multiplicarse a como Dios ha ordenado. Caín es el agricultor, Abel el pastor, Luluwa la bella, y Aklia la introvertida y bien llevada con los monos.

Caín cree que Luluwa debe ser su pareja (que han nacido juntos) y Luluwa tiene consentimiento por él. Abel tiene atracción por Luluwa y no se imagina con Aklia. Adán y Eva deciden según la combinación de carácteres distintos y según el mandato de Dios que deben cruzar (o intercambiar) a las parejas.

Caín se resiste, considera que nunca ha tenido el beneplácito de los padres en sus acciones y decide juntarse a toda costa con Luluwa, matando a Abel. El castigo es de un Caín y Luluwa destinados a ser judíos errantes.

En consecuencia, la única opción que queda para ser la rama de la multiplicación de la población divina, de los hijos de Dios es Aklia, pero Aklia ya no tiene pareja, y termina en la historia cumpliendo su destino al ser llevada entre una manada de monos.

Entonces, Belli hace una muda, y deja un mensaje escondido, en el aire o entre líneas, que se puede leer como un a favor de la teoría de la creación, y también un a favor de la teoría de la evolución.

Es un buen artificio novelezco para amainar el debate. La retroalimentación es la siguiente: en un primer momento se vino de Dios, pero después talvez del mono.

Resumida la trama, paso a utilizar retazos de la historia de Belli para puntualizar los contrastes de la miseria filosófica de Malthus (cualquier distorsión es mi responsabilidad –Belli no liga nunca su trama al Malthusianismo).

Un primer contraste: Malthus versus Belli sobre la variable felicidad. Paradógicamente, Malthus considera que la teoría de Adam Smith es incompleta, que es sobre la teoría de la riqueza y faltaría remitirse a la teoría de la felicidad. Para Malthus el hombre no es feliz, tiene hambre y tiene vicios que lo alejan de saciar por él mismo el hambre.

La mayor creación de Smith es el mercado y la mano invisible. En la lectura introyectada, se entiende de Belli que la mayor creación de Adán y Eva es la economía natural, a través de la herencia de recursos naturales que recibe de Dios.

En el paraíso Adán es feliz. Sintiendo una felicidad duradera. Antes de la llegada de la mujer, según Belli, Adán considera que “la felicidad era larga y un poco cansada”. No podía palpar la felicidad, y, contrario a los vicios que arguye Malthus, a Adán no le gusta el ocio. No se sentía feliz:

“No la podía tocar (a la felicidad) y no encontraba oficio para sus manos”. Cuando sintió la perfección “se sintió solo” y creo necesitantes y necesidades. El mayor tormento de Adán en aquel momento es que “no necesitaba nada y nada parecía necesitarlo”: los animales se las entendían solos y a Adán el alimento le caía del cielo.

Veamos un segundo contraste: Malthus y Belli, en lo que a la variable egoísmo concierne. Es clara la mal formación egoísta de Adam Smith: es claro que Malthus está de acuerdo en lo central.

Ninguno, ni Adán y Eva, ni Adam Smith, goza del ocio, con la diferencia sustantiva que Adán en El Paraíso, no debe su fundación al egoísmo o individualismo (Adán y Eva actúan como una sola carne en aras del bien común).

Adán, apenas tuvo conciencia como ser humano, se sintió solo y pidió a la mujer de compañía. Para que la mujer viniera “Adán se abandonó a la sensación”.

“Más tarde recordaría el cuerpo abriéndosele, el tajo dividiéndole el ser y extrayendo la criatura íntima que hasta entonces habitaba en su interior”: la mujer. El sentido social, venido de Dios e impreso en Adán es tal que Adán jamás extrañó “la quieta contemplación en que se entretenía antes de que ella apareciera”.

Ante la mal formación egoísta de Adam Smith, Belli riposta con la formación ambientalista de Adán en El Paraíso. El Paraíso es Paraíso, es naturaleza viva.

En cuanto a los árboles, Adán y Eva se manifiestan de la siguiente forma: “Hay tantos y están por todas partes. Puede que sean iguales a nosotros, sólo que mudos e inmóviles”.

La espesura del bosque era tal que refieren “allí donde era imposible distinguir aquel árbol de este…”. En el mundo de Adam Smith los árboles no tienen vida; y de tenerla, la orden es doblegar a la naturaleza, produciendo sin límites, y sin mediar preocupación por los recursos naturales.

Quizá solo Adán podía darse el lujo de derrochar recursos naturales de El Paraíso, y no lo hizo.

Un tercer y último contraste construido es sobre el sistema y la libertad de elegir. La víbora hereje denuncia a Dios como quien lo hiciera con el capitalismo. Dice la víbora (Belli le pone animación): “Elokin (Dios) saca muchas permutaciones de la nada. Les da mucha importancia. Yo lo encuentro un ejercicio fútil no desprovisto de arrogancia”.

Esto de las permutaciones es equivalente a los ciclos económicos del capitalismo, y Schumpeter los defiende a capa y espada; dice que: el capitalismo es una destrucción creadora, que después de una crisis siempre es más.

La víbora de El Paraíso también coincide con el equilibrio y la perfección de la mano invisible de Adam Smith: “¿Qué hay que cuidar? ¿Qué hay que labrar? Todo está hecho. Todo funciona a la perfección…” La víbora es cizañosa y el capitalismo descarnado es avaro.

Caemos en la famosa libertad: Smith, Malthus, Hayeck, Popper, y Friedman son los responsables. Caemos en la engañosa libre movilidad de recursos. ¿Acaso los pobres han elegido la pobreza? ¿De qué sirve la libertad de la víbora que inculca la sabiduría y aplasta la eternidad? ¿Qué sabiduría es esa que sacrifica la eternidad? ¿La explotación indiscriminada de los recursos naturales también sacrifica la eternidad?

Seguramente, las respuestas las daba Keynes “en el largo plazo todos estaremos muertos”.

Los pobres estarán muertos. Estas son unas de las frases lapidarias de Malthus:

a.- “La esperanza late eterna en el pecho humano, el hombre nunca es, pero siempre quiere ser bendito”.

b.- “En semejantes circunstancias (con vicio), sería difícil concebir que el ser humano pudiera aprender a odiar la depravación moral, amar la bondad y admirar y adorar a Dios”.

c.- “…no hay más maldad en el mundo que la absolutamente necesaria como uno de los ingredientes del proceso de creación”.

d.- “El ascenso uniforme de la prosperidad más bien tiende, en general, a degradar que a ennoblecer el carácter”.

e.- “Un corazón que no ha sentido jamás el dolor podrá difícilmente compartir los sufrimientos y las alegrías, las necesidades y los anhelos de sus prójimos”.

f.- “Hay muchos espíritus que no han sido sometidos a esos estímulos que generalmente forjan los talentos y que, sin embargo, se hallan vivificados en alto grado por los estímulos de la conmiseración social”.

Todo se torna en un complot. Desde Charles Darwin se entabló una discusión inagotable: somos semidioses o somos semimonos. Todo devino en una lucha donde prevalece el más fuerte.

Por mi parte, solo diré que quien nace de Dios es espiritual, solidario, caritativo y con conciencia social. Y quien viene de un mono, a lo sumo es un salvaje (homo selvaje).

Por lo pronto, quedamos pendientes de cómo mutará el homo economicus. Necesitamos un homo humanus dispuesto a asaltar el crecimiento, aplicar las teorías del desarrollo y aprender sobre las teorías de la pobreza: vivimos en un analfabetismo de la economía real y lejos de la teoría de la felicidad.