Honduras ha tenido cuatro años de una valiosa calma legislativa. El pueblo le concedió al partido de gobierno una mayoría simple muy ventajosa para el proceso de reconciliación que tenía que enfrentar, producto de la crisis política reciente. A través de alianzas con los partidos minoritarios, e incluso con la bancada del principal partido de oposición, la facción oficialista ha conformado una mayoría calificada que ha logrado anteponer la voluntad y visión del Presidente del Congreso frente a sus opositores. No ha tenido límite este poder.
Desde cosas sencillas como la compra de cemento con dinero que el Estado no tiene para el proselitismo de los diputados a reelección, hasta lograr la destitución de cuatro magistrados sin el debido proceso jurídico y la elección del fiscal general en medio de la mayor división política que se ha vivido durante este período legislativo. Se aprobaron ocho paquetes fiscales que siguen sin poder cubrir el escalofriante déficit fiscal convertido en una asfixiante deuda pública, una controversial revisión de las exoneraciones que fue más ruido que realidad, las ciudades modelos que siguen en papel, la fuertemente cuestionada policía militar y muchas otras iniciativas que han surgido de la típica improvisación gubernamental a la que está sometido el país. Se han aprobado reformas profundas a la Constitución como ser las figuras del plebiscito, referéndum y el juicio político. Los diputados han demostrado que se deben a diversos intereses particulares, más no al del electorado que confió en ellos su voto.
Transcurrieron cuatro años sin una oposición de altura. El Partido Liberal, dividido y lacerado, no pudo cumplir esa función crítica para la democracia como lo es ser un contrapeso para el partido gobernante. A tal grado ha llegado su debilitamiento, que con la anuencia del Presidente del Congreso se procedió a sustituir al jefe de la bancada liberal sin que el candidato presidencial de su partido tuviera participación en la decisión. Inaudito. Los denominados partidos minoritarios han sido la peor decepción. Su existencia no tiene razón de ser. No tienen identidad propia, no tienen propuestas, y son cómplices de la aplanadora mecánica de la bancada nacionalista. Sus diputados se aprovechan de la ventaja del cociente electoral para poder obtener un curul sin un verdadero apoyo popular.
Estos partidos son cajas de resonancia del oficialismo. Hasta la mal llamada izquierda se ha puesto al servicio de JOH. Despreciable.
Posterior a la crisis política del 2009, surgieron muchas fuerzas políticas que se desprenden del bipartidismo tradicional. Se tienen nueve partidos políticos que han presentado ante el Tribunal Supremo Electoral candidatos para diputados en cantidades inéditas en Honduras. En Francisco Morazán, por ejemplo, serán 207 opciones las que tendrá el electorado. Esta nueva dinámica presentará un complejidad interesante para la conformación del nuevo Congreso Nacional. Ningún partido tendrá la ventaja mayoritaria que tiene el oficialismo en la actualidad. Serán nueve bancadas que ahora participarán en las decisiones de la nación. Sendo problema se avecina.
La realidad vigente requiere que el nuevo gobierno ordene todos los excesos de la actual administración. Se necesitaran paquetes fiscales, reformas de leyes, reducción de la burocracia, y proyectos estatales. ¿Tendrá el nuevo Presidente de la República el liderazgo para hacer converger todas las fuerzas políticas en una sola dirección? Sino, estamos frente a un período de ingobernabilidad que paralizará el aparato estatal. Ya existen ejemplos en otros países como Estados Unidos y Costa Rica donde las diferencias ideológicas convulsionan en sus congresos y no permiten al Poder Ejecutivo operar y avanzar.
Es crítico para los hondureños racionalizar debidamente el voto de sus diputados. Los parlamentarios electos deben ser los mejores ciudadanos y profesionales de cada papeleta. No debe contemplarse el voto en plancha. Y sobre todo, debe existir la rendición de cuentas para con sus electores. Hay demasiado sobre la mesa para improvisar más.