En los últimos meses el presidente Porfirio Lobo está dando muestras de intentar rectificar el rumbo de su administración y tomar decisiones en áreas sensibles de la vida nacional que había dejado a la deriva durante más de tres años.
Ha tomado acciones como cambiar al Director de la Policía Nacional, la junta interventora de la Dirección Ejecutiva de Ingresos, el cambio de ministro de Salud y, lo más reciente, el decreto para prohibir la toma de los centros educativos.
Cuando todo el país pensaba que este gobierno no daba para más y que al igual que el anterior, del otro olanchano, pasaría a un sitial deshonroso en la historia democrática, aparecen estos intentos de rectificación.
Estos esfuerzos se producen por tres razones fundamentales.
Primero, por el enorme daño colateral que sufre el “delfín” del Presidente de cara a las elecciones primarias, quien por más que se esfuerza no logra alcanzar el anhelado primer lugar, porque lo daña la asociación Lobo-Hernández.
La segunda razón es porque todas las encuestas serias muestran que la evaluación que realiza la ciudadanía de este gobierno apenas llega a un 15 por ciento de aprobación.
No es necesario que el mandatario lo reconozca en público para saber cuánto lo atormenta y entristece saberse políticamente fracasado en la mayor empresa de su vida.
Y una tercera razón, que debería avergonzar a los hondureños porque es tarea de todos, son las presiones que los Estados Unidos efectúan de diversas formas, a veces abiertas y otras veladas, principalmente en los temas de seguridad y lucha contra la corrupción.
Los gringos han llegado a un nivel de molestia con el actual orden de cosas en el país que ya no confían en nadie y ellos mismos están asumiendo ciertas tareas de seguridad.
Lobo Sosa perdió de vista un principio esencial que lo señala en un artículo Federico Engels. El filósofo planteaba como característica esencial del Estado el “principio de autoridad”.
Por pretender quedar bien con todo el mundo, literalmente hablando, el presidente echó a perder su presidencia. Hoy es demasiado tarde.