Esta es sin duda una victoria más de las mujeres hondureñas que desde hace muchos años emprenden luchas en la defensa de sus derechos políticos y sociales, y en contra de la desigualdad y discriminación de que han sido víctimas en el quehacer político. Es un paso decisivo en la lucha por la equidad e igualdad, y no se trata de que ellas hayan estado ausentes de la luchas políticas. No.
Ellas han estado siempre presentes, impulsando los cambios que el país demanda, pero a pesar de su presencia y trabajo arduo en cada una de esas luchas y actividades políticas no tienen ni han tenido las mismas posibilidades que los hombres para ser elegidas y acceder a puestos de elección popular.
Por tal razón se espera que este sea el punto de partida que garantice la participación efectiva de las mujeres en los procesos electorales y su participación plena y en igualdad de condiciones en la toma de decisiones a distintos niveles, desde los cuales puedan contribuir a moldear la patria con la que sueñan, dejando claro que no es el fin de una lucha y que más bien es el inicio de una nueva, ya que no basta con la aprobación de una nueva ley sino que hay que garantizar el cumplimiento, la aplicación de la misma. Y esa lucha, seguro que tampoco será fácil.