Editorial

Imparable violencia contra la mujer

Cuatro mujeres, solo en Tegucigalpa, murieron de forma violenta el fin de semana, en la continuación de una escalada escalofriante de violencia que sigue arrebatándole la vida a centenares de féminas en todo el país.

Tres de las víctimas -asesinadas por sicarios a plena luz del día en una colonia del noreste de la capital- eran hermanas, y la cuarta víctima fue atacada a tiros por desconocidos cuando circulaba en una camioneta la noche del domingo en un concurrido bulevar de la misma ciudad. Pero en San Pedro Sula también fue encontrado en una bolsa negra y con señales de violación y crueles torturas el cuerpo de una niña de 16 años, asesinada presuntamente por pandilleros.

Los victimarios, como es costumbre, huyeron de las escenas del crimen tranquilos, sabiendo que no hay autoridad competente que los persiga, los investigue y los presente a los tribunales competentes para ser juzgados y acusados por los crímenes cometidos, y que más bien esa falta de investigación les favorece para continuar cometiendo sus fechorías impunemente. En Honduras, según cifras del Observatorio de la Violencia de la UNAH, entre el 87% y el 95% de estos casos están impunes y un alto porcentaje de los mismos ni siquiera son investigados, por lo que los organismos de defensa de derechos humanos, de derechos de las mujeres, las familias de las víctimas y la sociedad entera no se cansan de demandar al gobierno la revisión de sus políticas de seguridad, pero sus clamores, desgraciadamente, no son escuchados.

Las acciones en contra de los asesinos de mujeres, y de todos los ciudadanos víctimas de la violencia sin distingo alguno, deben ir más allá de las políticas impulsadas por la actual administración. Hay que invertir en investigación criminal y en políticas de prevención del delito y de educación en valores, entre muchas otras acciones que los especialistas en estos temas vienen recomendando -sin éxito- desde hace muchos años.