Opinión

Cultura profunda

La Secretaría de Cultura (SCAD) ha anunciado la socialización de la propuesta de Ley General de Fomento a la Cultura.

La propuesta borrador contiene 75 artículos, concentrados en el fomento a la “industria cultural”. Plantea que el objeto de la Ley es propiciar las regulaciones e instrumentos para una política integral, participativa y sostenible, en el campo cultural.

He participado en el equipo que, a cargo de la Vicerrectoría Académica de la UNAH, ha elaborado una opinión técnica a la propuesta.

Eso me permitió conocer detalles que no es mi intención repetir. Pero sí, quiero agregar, que al momento de socializar, debatir, consensuar, y aprobar la Ley, lo más importante no será ir repasando el articulado uno a uno, sino ¿cuál es el contexto de la convivencia cultural?, ¿cuál es el diagnóstico de los problemas culturales?, ¿cuál es el concepto y enfoque apropiado de cultura?, ¿cuál es la institucionalidad de la cultura? Esas cuatro preguntas definen bastante en materia de Ley, política y plan cultural.

Quiero aportar, en la respuesta del concepto y enfoque cultural. Habiendo aprendido de Allan Burn, Antonio Murga Frassinetti, Bernardo Kliksberg, Alfons Martinell, y Franz Hinkelammert; recomiendo el enfoque de “Cultura Profunda”, que va directo a la respuesta de ¿para qué la cultura?

Paso a establecer las ideas primarias de cultura profunda: que la cultura es dinámica; que existen las culturas y también las identidades, y la interculturalidad; que un gran reto a vencer es la aculturización; que la cultura política contribuye a la construcción de ciudadanía y democracia plena; que la cultura de la desesperanza es un atentado a la cultura; que la cultura es la clave del desarrollo; que sin cultura no hay capital social; que urge una cultura de paz y de inclusión social.

El concepto de cultura profunda es un proceso: primero, la cultura es la base del desarrollo; segundo, la cultura cívica es lo que transforma; y, tercero, la cultura es lo esencial. Dicho esto, veamos las especificaciones:

Escuché, por primera vez, el concepto de cultura profunda, en voz de Allan Burns (este atribuye el concepto a G. Bonfil Batalla); en su calidad de conferencista, en la segunda jornada de construcción de la política de cultura de la UNAH, y de paso, firmando una carta de entendimiento entre la UNAH y la Universidad de Florida, en el campo de la antropología aplicada. Burn es expresidente de la Sociedad Internacional de Antropólogos Aplicados.

He releído la notas de la conferencia “Educación superior, antropología aplicada e interculturalidad”, y encuentro que la cultura, además de creatividad, es estrategias y ciencia. La mirada de Burn es desde la cultura profunda de arraigo popular y la antropología aplicada y pública.

Burn identifica tres niveles culturales, y todos poseen una transversalidad de “creatividad e inspiración”. Nivel de cultura superficial: Es el nivel básico de entendimiento cultural: comida, folklore, traje, costumbre, arquitectura, agricultura, etcétera.

Es importante, pero no suficiente. Nivel de cultura imaginaria: Resalta elementos de inspiración, la nostalgia, la utopía, las personalidades perfectas, la cosmovisión natural, armonía, y conocimientos secretos…

Nivel de cultura profunda: Aborda los siguientes conflictos: pobreza, falta de acceso, pérdida de identidad, discriminación, entre otros. Desde la noción de Burn, la cultura es el muro de contención ante los intentos de arrebatos de la cultura de paz.

De la antropología aplicada, pasemos a la sociología política. Para hablar de cultura profunda cívico-política, nos auxiliamos de Antonio Murga Frassinetti (de la tradición democrática norteamericana), quien en enero de 2012 ha publicado con la Editorial Universitaria UNAH el libro “Cultura política”.

Son tres sus “propuestas dominantes” en la reconstrucción de la democracia: teoría de la modernización social (lo socioeconómico como precondición); teoría de la modernización política (la importancia de la participación política institucional); teoría de la cultura política (que indica que lo importante son las bases culturales de los sistemas políticos).

El punto central de Murga es el siguiente “la democracia… surge y florece en la medida en que el crecimiento económico produce los cambios sociales y culturales necesarios y suficientes”.

Murga se apega a tres niveles, basado en lo que él llama la propuesta Almodiana de la Cultura (en honor a Gabriel Almond): primero, los valores, las actitudes y las ideologías; segundo, las evaluaciones ciudadanas; tercero, la participación política.

El primer nivel es la traslación del concepto de cultura al campo específico de la política. El segundo nivel es lo que la gente cree o interpreta que ocurre en el campo de la política.

El tercer nivel es el individuo o ciudadano (el nivel de profundidad se manifiesta en la cultura política participativa heterogénea).

¿Qué tiene que decir la socioeconomía? De Bernardo Klikberg, en un seminario internacional sobre ética y desarrollo, en Tegucigalpa, se estudió un material que plantea que el capital social y la cultura es lo principal para recuperar la realidad (la cultura es el contexto del desarrollo).

Kliksberg deriva su comprensión del campo cultural desde sus estudios sobre capital humano y social, y de las lecciones de Theodore Shultz, y Amatya Sen. A su vez, se basa en Robert Putnam, Lourdes Arizpe, Joseph Stiglitz, Caroline Moser y otros.

Kliksberg configura varios niveles de capital, hasta llegar al capital social, y a la cultura profunda: capital natural; capital construido; capital humano; y, capital social.

El capital social depende del grado de confianza entre los actores sociales, las normas de comportamiento cívico, y el nivel de asociatividad.

El capital social, teóricamente, se configura del campo de la cultura: incorpora los conceptos de cooperación, confianza, etnicidad, identidad, comunidad y amistad. Pero, en la práctica, esto contraviene con los enfoques de la competencia y la utilidad, mismos que alteran el equilibrio.

Entonces, al final se agravan las tensiones culturales y el sentimiento de incertidumbre.

También, la noción de cultura profunda apela a la trascendencia cultural y del desarrollo. Nadie mejor que Alfons Martinell, para explicar. Martinell es el Coordinador de la Cátedra UNESCO de Políticas Culturales y Cooperación y es el Coordinador Español del Programa de Cooperación Interuniversitaria UNAH – Universidad de Girona (UdG).

Martinell dice en su libro “Cultura y desarrollo”: “Ella (la cultura) engloba además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias”.

Martinell recurre al Nobel Amartya Sen “la pobreza debe concebirse como privación de capacidades básicas y no meramente como falta de ingresos, que es el criterio habitual con el que se identifica la pobreza”. Con esto, se mezclan varios fenómenos de la complejidad socio-cultural: pobreza, crecimiento, desarrollo, derechos humanos, derecho al desarrollo, derecho a la cultura.

Para operativizar la cultura como bien común, Alfons Martinell propone tres niveles de iniciativas: políticas públicas; democratizar la cultura; y derecho a la cultura. En la exigencia de una “reflexión profunda”, el camino va desde el triunfo de la libertad cultural hacia la satisfacción de necesidades culturales, para finalmente alcanzar el bien común.

La cultura es una vía para mejorar la economía y para alcanzar el desarrollo. Pero, la desviación económica, reemplaza la cultura popular por la cultura del lujo. Eso limita el camino de lo esencial: el derecho a la cultura.

Hemos recorrido la cultura, la cultura política, el capital social, la cultura y desarrollo, y debemos llegar a la cultura como lo esencial. Franz Hinkelammert, quien fue mi profesor en POSCAE y PLATS nos alumbra más el camino con su libro “Cultura de la esperanza” (y escritos sobre economía y teología): dice que la cultura popular es sujeto de manipulación, en el sentido de resaltar el folklore y el simbolismo patrio, en realidad, para dejar a un lado lo esencial –la dignidad humana.

De ahí resulta la cultura de la desesperanza; y la esperanza es sacrificada en una estrategia de represión, desintegración y desestabilización. Represión: “con los mercados, se globaliza la exclusión de los seres humanos”, dando lugar a atentados culturales.

Desintegración: La economía de exportación reinstala los derechos de propiedad. Se separa a la democracia de los derechos humanos; y a los derechos humanos de la solidaridad.

Desestabilización: La ideología del mercado niega la alternativa social: va de la globalización a la totalización, y de la totalización a la desesperación.

Se destruye el humanismo universalista -cultural, dejando dos caminos contrariados para la humanidad: perecer o imponerse.
La confluencia teórica nos dice que la cultura de la esperanza es plataforma de todo (eso es lo profundo).

En ese sentido, la cultura no es una forma teórica, ocio baldío o negocio (espectáculo, folklore, industria cultural), por lo contrario es una forma de evitar la desesperación. Debemos evitar las culturas no ideales: cultura antipopular; cultura de la violencia; cultura de la desesperanza; cultura de la exclusión; cultura de la corrupción.

Volviendo a la propuesta de Ley de cultura, aconsejo estar pendientes de tres errores recurrentes en estos asuntos: la teorización sesgada, la folklorización, y la economización de la cultura.

También aconsejo tener previsión en el fortalecimiento de la SCAD (acuerparse de la SEPLAN, la AMHON, la UNAH). Idear el Sistema Nacional de Educación Artística y Cultural en compañía de la UNAH y la Secretaría de Educación. Asumir el enfoque de cultura física y deportes, ligado a la cultura de paz.

Estipular incentivos directos de capital a las micro, pequeñas y medianas empresas creativas culturales; igual que a la industria cultural.

Una línea primaria de financiamiento es el cambio de enfoque, y la transversalización del enfoque de cultura profunda en todos los estamentos del Estado.

Evitar los impuestos regresivos como mecanismo de financiamiento, y “escudos fiscales culturales”. Es mi intención, con estas ideas, avanzar y apoyar el proyecto de Ley (de cultura profunda).

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