No hay garantía de librarnos de una cotización de cambio de L25 por dólar estadounidense (como en mayo de 2020). Nuevas situaciones y la inercia inclinan a pensar que en el presente (octubre 2024) será prácticamente imposible. Ojalá estemos equivocados.
Resbalamos en lodazal con brecha entre ingresos y egresos de divisas. En años recientes, el país había generado divisas suficientes, a pesar de dificultades y carencia de políticas apropiadas. En 2020, por ejemplo, los ingresos de divisas fueron US$12,212 millones superiores a los egresos de US$10,963 millones. En 2021 se llegó a tener un superávit todavía mayor (US$97.2 millones) entre US$16,601.9 millones en ingresos de divisas frente a US$16,504.7 millones en egresos. Luego, en 2022, los ingresos de divisas fueron US$19,354 millones, levemente superiores a los egresos de US$19,318; una diferencia pequeña pero suficiente de US$36 millones.
Luego, en 2023 se agravaron los problemas, con un negativo entre ingresos/egresos US$17,513 millones frente a US$17,911 millones (casi 400 millones de diferencia). Así, llegó 2024, persistiendo en el desbalance de divisas a septiembre US$12,983 millones de ingresos frente a US$13,541 millones de egresos con más de 500 millones de desbalances que, juntado a los demás factores, nos tiene en este atascamiento en el que el deslizamiento se ha acelerado y a diferencia de 2020, no da señales de detenerse para las próximas semanas y hasta meses. Datos oficiales constatan que en 2023 la economía generó menos divisas. Las empresas extranjeras que invirtieron en el país siguen sacando sus ganancias (entre US$1,500 a US$2,000 millones por año), lo que implica que se demandó mayor cantidad de divisas para convertir lempiras a dólares u otras monedas.
Es incorrecto menospreciar la reinversión de utilidades extranjeras. Ojalá reinvirtieran todo lo que ganan las maquilas, las telecomunicaciones, los bancos extranjeros, las cadenas de supermercados y hoteles. Se sigue demandando gran cantidad de divisas para realizar los pagos de deuda externa (sobre todo pública). Hubiéramos demandado mucho menos divisas si el gobierno hubiese gestionado inteligentemente con auténtica soberanía la deuda odiosa, sin caer en moratoria, pero descargando el flujo de efectivo y de paso, estableciendo responsabilidades legales a los culpables.
Atascados en la senda fangosa con menor ingreso de divisas y mayor demanda de dólares. De paso, menor acumulación de reservas y para rematar, estancamiento en los flujos de inversión extranjera y hasta salida de capitales nacionales. Muy difícil esperar estabilidad en el tipo de cambio. Tampoco puede esperarse a que el Banco Central pueda seguir utilizando parte de las reservas internacionales para cubrir la siempre alta demanda de dólares.
Además, los diferenciales de inflación interna y externa empujan a establecer un ajuste cambiario que ya iniciado, está destinado a activar una espiral interminable en la que tendrá que estar devaluando persistentemente para buscar un “ajuste” que no llegará nunca, puesto que la inflación interna siempre quedará más alta que la externa. Como especie de socavón. Más de la mitad del ingreso de divisas proviene de las remesas familiares. La actividad de la maquila genera entre 1,500 y US$2,000 millones anuales. La exportación de bienes (café, banano, palma africana, minerales, camarones, y otros) genera unos US$4,000 millones por año.
Por el lado de las importaciones, el principal rubro de gasto de divisas son los derivados del petróleo, que implican un egreso de aproximadamente entre 2,000 millones a US$3,000 millones anuales, dependiendo del volátil precio internacional.