En el mundo, tanto sectores de la izquierda crítica, como de derecha y movimientos sociales que les son afines, batieron palmas cuando hace algunos años se dio lo que se conoció como la Primavera Árabe, miles de jóvenes se levantaron en protesta en contra de regímenes dictatoriales, esos movimientos eran saludados desde los gobiernos de occidente, gobiernos estos que alentaron esas revueltas que terminaron con intervenciones militares. Hoy esas naciones árabes como Libia, Yemen y Siria viven su peor pesadilla como naciones. La protesta mundial tiene capacidad de arrasar con gobiernos, pero no tiene posibilidad de establecer regímenes democráticos, es más, el interés ya no es la democracia, es el reparto de los recursos naturales y si hay que fraccionar naciones, se hace en favor de un nuevo reparto de las riquezas.
Hoy, desde Honduras, estamos observando lo que está pasando en Nicaragua, país que en los últimos años veníamos considerándolo como el más estable de la región, gozando de un cierto crecimiento en los servicios públicos como salud, educación y sobre todo en temas de seguridad, tanto que muchos hondureños han emigrado para ese país y empresarios nacionales y de otras nacionalidades se han trasladado a esa nación. En Nicaragua no es común escuchar de extorsiones, secuestros, violaciones y masacres.
Algunos intelectuales desafectos del actual régimen de Daniel Ortega no han vacilado en calificar los movimientos de protesta como el resultado de una suerte de actos heroicos de estudiantes que hastiados de la “dictadura” rompieron en audaz protesta en contra de las medidas inconsultas del gobierno en los temas de seguridad social.
Desde comienzos del presente año, el Fondo Monetario Internacional, organismo con el cual el presidente Ortega ha mantenido relaciones, ha estado presionando para la revisión y reformas al sistema de jubilación, un sistema que, comparado con el sistema que tenemos en Honduras, es excesivamente generoso. Muchas conquistas para los beneficiarios, pero pocas obligaciones para lograr la sostenibilidad del mismo. El gobierno sandinista siguió la misma lógica de otros gobiernos, proporcionar beneficios sin garantizar su sostenibilidad financiera y cuando quiso reaccionar para revisar las debilidades, vino la protesta, protesta que ha seguido un guion, al parecer, previamente definido.
Por otro lado, la Cámara de Representantes de Estados Unidos había aprobado una ley por medio de la cual propone una serie de regulaciones para otorgar préstamos al gobierno de Nicaragua “a menos que se confirmen mejoras democráticas”.
Las sublevaciones en la hermana República de Nicaragua, sin lugar a dudas, tienen el sello de aprobación de la Embajada de Estados Unidos, la propia declaración que el gobierno estadunidense ha hecho en torno a los sucesos ocurridos en los últimos días demuestra un franco apoyo a la oposición al gobierno. Las restricciones económicas se han convertido en armas contra los gobiernos declarados antidemocráticos.
¡Cuánta capacidad tienen los imperios de mover a toda una población en favor de lo que ellos llaman libertad!