Las aguas turbulentas del populismo han empantanado Latinoamérica, estas tierras fulgurantes de hambre y de oro que arrasa con las ambiciones de gobernantes ensartados en las bestias de las doctrinas tanto de derecha como izquierda.
Brasil, Venezuela, Argentina, Bolivia, Honduras, Colombia, Costa Rica, Guatemala, El Salvador y el largo etcétera de cinturones territoriales donde nadie se salva de esta plaga que empezó desde hace siglos y desarticuló la democracia que de alguna forma ilusionaba las grandes reformas.
La patología apócrifa del populismo ha sido un obscuro objeto del deseo por alcanzar el poder. Esa ha sido una maniobra de las derechas, pero cuando la izquierda usa esa inexcusable estrategia que se hace en nombre de los pobres; uno no puede razonar esa macabra posibilidad de ensartarse un pañuelo rojo y matar de hambre a los que lo han llevado al poder.
Tras la caída de los muros del socialismo, el marxismo se agachó bajo las faldas de una izquierda populista, disfrazada de una democracia para indigentes que aprovechó y explotó la crisis para asaltar el poder y reemplazar el modelo neoliberal.
Después de una cruenta guerra civil que puso a Nicaragua en las brasas de la Guerra Fría de las superpotencias mundiales, que luego salía a flote por aquellos acuerdos de la conciliación internacional como los Acuerdos de Esquipulas II en 1987.
Hoy, otra revolución ha estallado en las calles, confortada por el espíritu de los pueblos, que es su juventud y especialmente sus estudiantes con su conciencia iluminada.
Se agotó la paciencia de la gente, porque el poder no puede seguir saqueando impunemente el país, violando los derechos humanos, atropellando las libertades y derechos democráticos, vulnerando la Constitución, mientras el gobierno de Ortega aplicaba un incremento en los aportes del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS), —3.5% para la patronal y 0.75 para el laboral… Ahora imaginémonos los hondureños por solo un segundo: ¿qué hubiese pasado si se robaran del Seguro, más o menos 7 mil millones de córdobas en Nicaragua?
La pregunta flota en el espeso aire de la impunidad, mientras las revoluciones ahora son por Twitter, Facebook y un celular, basta para ser la AK-47 con su poderosa cámara, como se captaría en video el crimen espantoso contra un periodista de la televisión. Los estudiantes, los campesinos y los obreros urbanos se han agitado cívicamente.
En la Nicaragua de Rubén Darío, hombre modernista donde en sus poemas nos describe un mundo lleno de suntuosidades, pues, ese insigne pueblo que casi nunca ha vivido en democracia, ni en paz, desde la época de Somoza, hasta el perturbado sandinismo, que se encaramó en los andamios de la libertad, donde afloraron a la lucha con la bandera del populismo que los acabó combatiendo a ellos mismo, y derrotándolos en los brazos apasionados de una revolución burocrática y propagandísticas en colores fucsia y amarillos románticos de la prosperidad.
Hoy, he leído los poemas del nicaragüense Rubén Darío, en aquellos versos que le cantaba a la niña Margarita Debayle: Margarita, está linda la mar y el viento, lleva esencia sutil de azahar […] La princesa se entristece por su dulce flor de luz.
Los he leído llena de angustia y he confundido la pena con la realidad: Margarita, está triste la mar… y Nicaragua sin duda también.