La industria de la codicia ya nos vendió puentes sin ríos, ahora ya tenemos montañas sin hielo y océanos sin vida, la calamidad de no reducir emisiones ha llegado al extremo de plantearnos la muerte en la existencia de un planeta obstruido entre los códigos de la miseria humana. Esto me recuerda que, de niña leí un cuento extraño de Ray Bradbury, de esos que en aquella época te parecía una metáfora de terror:
−¿Qué harías si supieras que esta es la última noche del mundo?
−¿Qué haría? ¿Lo dices en serio?
−Sí, ¡en serio!
−No sé. No lo he pensado…
Líderes mundiales se vieron la cara en Nueva York con miras a hablar de cambio climático en la Cumbre sobre el Clima 2019 de las Naciones Unidas.
Allí patalearon, lloraron, pregonaron sus discursos lamentando y condenado la condición planetaria y hasta selfis hubo de un presidente. Así que todo ese oropel de la maldita vanidad y sin presentar planes concretos y realistas de lo que pretenden hacer para conseguir la reducción de las emanaciones de gases, el efecto invernadero a un 45% durante los próximos 10 años y a cero en el 2050. Este es uno de los mayores retos a los que se ha enfrentado la humanidad.
Y más allá del nivel global del mar y el desgaste de las capas de hielo en Groenlandia y el Antártico, aquí mismo, latas, cubiertos plásticos, animales muertos, flotan en el mar Caribe, en medio de las costas de Honduras y Guatemala, una isla de desperdicios que absorbe las playas y que se ha vuelto un motivo de tensión en las relaciones bilaterales en ambos países. Además, asesores de este gobierno culpan de mil pestes al gorgojo de los desastres que hacen con sus licencias ambientales.
Con este marco funesto, los glaciares, deslizamientos de tierra, inundaciones en muchos continentes. Asimismo, la elevación del mar ha subido en unos 3,6 milímetros por año, provocando tragedias en las costas, más huracanes y ciclones en Houston y Haití, incendios en California, mareas altas y tormentas en Puerto Rico, frecuencia de las olas de calor marinas y su intensidad no deja de crecer el carbono en los mares que exacerbará el aumento de acidez de sus aguas, con severos impactos a la biodiversidad, pérdida de hábitats y degradación de los ecosistemas desde el Ecuador hasta los polos y sequía extrema en el Perú, escasez de alimentos en algunas regiones de la Tierra o la contaminación del aire son situaciones cada vez más frecuentes y extremas, más el apocalipsis del incremento de las concentraciones de gases, nos acercan a la última noche del mundo:
−Estoy cansada.
−Todos estamos cansados. (Se metieron en la cama).
−Un momento −dijo la mujer.
−El hombre oyó que su mujer se levantaba y entraba en la cocina. Un momento después estaba de vuelta.
−Me había olvidado de cerrar los grifos.
−Se tendieron inmóviles en el fresco lecho nocturno, tomados de la mano y con las cabezas muy juntas.
−Buenas noches −dijo el hombre después de un rato.
−Buenas noches −dijo la mujer.