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La Primavera de Vivaldi y la de Bernardo Arévalo

Bernardo Arévalo ni siquiera aparecía en las encuestas. Los dueños del gobierno y la justicia de Guatemala no creyeron que este movimiento Semilla germinara. Pero con nueve presidentes acusados por corrupción, brutales crímenes de lesa humanidad y narcotráfico, la gente estaba al tope del fastidio, empachada de impunidad, indignada, y dio la sorpresa. Para quienes siguen la historia guatemalteca, la posición política y social de Arévalo es lógica y conocida. Su padre, Juan José Arévalo, también fue presidente -entre 1945 y 1951-, y bajo un “socialismo espiritual” pretendía una nación progresista y pacífica. Nada fácil en una región de bárbaros terratenientes, codiciosos comerciantes, domesticados gobernantes y compañías fruteras de EE.UU.; cabal, una clásica “república bananera”.Le intentaron al menos 30 golpes de Estado, pero se mantuvo para crear la Seguridad Social, el Ministerio de Trabajo, la Biblioteca Nacional, la Ley de Emisión del Pensamiento. No le alcanzó para la reforma agraria, que sí la hizo su sucesor desde 1951, Jacobo Árbenz, quien reforzó los derechos de los trabajadores y campesinos, amplió la educación y el comercio, pero los bandidos lo derrocaron en 1954.

El terrible golpe de Estado a Árbenz obligó al exilio a Arévalo -el padre- en Uruguay; allá nació el ahora nuevo mandatario guatemalteco, que también ha tenido que enfrentar hijos y nietos de aquellas viejas estructuras, más los nuevos “poderosos”, que se anudaron para defender su ambición e impunidad.

Una síntesis de la galería de mandatarios del terror y el expolio en Guatemala incluye a los militares Romeo Lucas, Efraín Ríos Montt y Óscar Mejía Víctores, dictadores entre 1978 y 1986. Los acusaron por terrorismo, torturas y genocidio y, claro, por saqueo de las arcas del Estado.

Jorge Serrano fue presidente entre el 91 y el 93, lo acusaron por malversación y fraude; Álvaro Arzú estuvo entre el 96 y 2000, envuelto en desvío de fondos; Alfonso Portillo, de 2000 a 2004, acusado en EE.UU. por lavado de dinero de Taiwán; Álvaro Colom, 2008 y 2012, por malversación y fraude; Otto Pérez, entre 2012 y 2015, en prisión por defraudación aduanera; Jimmy Morales, de 2016 a 2020, por financiación ilegal de campaña y bonos ilícitos del ejército.

Obvio, estos señores no actuaban solos, y aún andan sueltos por ahí cómplices y compinches. Por eso le hicieron las cruces a Bernardo Arévalo cuando apareció con eso de combatir la corrupción, y el presidente Alejandro Giammattei le echó la jauría en forma de Fiscalía.

A trancas y barrancas tomó posesión, como simbolismo, en el centro cultural Miguel Ángel Asturias, nombre del Premio Nobel guatemalteco que escribió “El señor presidente”, novela sobre una dictadura atroz. De fondo sonaba el concierto “Primavera” de Vivaldi, evocando la “primavera democrática” de su padre y Árbenz, y la del propio Arévalo que la ofrece como una esperanza.