La Mosquitia es de todos los hondureños

Hay nacionalismos peligrosos. No sólo se dan por definición en las naciones, también en las regiones y agrupa a las personas que comparten la lengua, costumbres, cultura, tradiciones, ancestros”.

  • 17 de enero de 2025 a las 00:00

Ha querido la vida llevarme varias veces a La Mosquitia, para descubrir asombrado el fabuloso paisaje natural que se explaya exuberante, y desde el aire nos recuerda cómo se ve esta esquina en el mapa de nuestro país. En tierra, el panorama contrasta irremediable con una evidente falta de desarrollo y pobreza de nuestra gente, alejada geográficamente y excluida por décadas.

En principio, la tragedia de los buzos nos convocó: pescadores con desgastados y obsoletos equipos que se zambullen hasta 30 metros para pescar langosta y pepinos de mar y, ante la necesidad del trabajo, emergen sin los tiempos graduales para que el cuerpo elimine el nitrógeno acumulado en los tejidos durante la inmersión; el síndrome de descompresión causa parálisis y hasta la muerte. Hay miles de casos.

Hace años también fuimos a cubrir la inauguración de programas de desarrollo que no pasaron del intento: una pequeña clínica, una inacabada escuela, y siempre conversamos con nuestros compatriotas -algunos no hablaban con claridad español- y estuvimos en sus casas montadas sobre pilotes para distanciarse de las serpientes y de la humedad del suelo.

Apoyándose en esa diferencia étnica -que nos da una gran riqueza cultural- algunos malintencionados políticos y sospechosos grupos de personas aprovechan las carencias de los hondureños miskitos, pech y tawahkas, que habitan ancestrales la zona y con falsas promesas pretenden aislarlos como si fueran otro país.

Hay nacionalismos peligrosos. No sólo se dan por definición en las naciones, también en las regiones y agrupa a las personas que comparten la lengua, costumbres, cultura, tradiciones, ancestros, y normalmente exigen gobernar y decidir sobre el territorio que consideran propio; proclaman la unidad y la independencia.

Los exacerbados nacionalismos siempre derivaron en violentas confrontaciones, diferencias irreconciliables, odios, guerras, muerte, y en la mayoría de los casos la población apenas se enteró de que iba camino a la autodestrucción.

Ahora que el gobierno decidió construir una cárcel allí, fuera de los focos urbanos, para aislar a los criminales más peligrosos -como tantos años pidió la gente- los políticos de oficio extendieron su oposición y se juntaron con otros grupos financiados a saber por quién, para torpedear el proyecto, confundidos entre los reclamos legítimos del pueblo de La Mosquitia, que además están respaldados por acuerdos internacionales.

Políticos que fueron gobierno y jamás se ocuparon de la zona o una dirigente que todos los días, procaz y descompuesta, insulta en las redes y amenaza con boicotear las clases y las elecciones, hablan de La Mosquitia como si los demás fuéramos invasores. Pues no, es de todos los hondureños, como La Ceiba, Tegucigalpa, Choluteca o Roatán, no necesitamos visado ni permiso para entrar o vivir en cualquier parte del territorio nacional, lo dice la Constitución y punto.

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