Nuevos vientos impregnados de un fresco aroma primaveral soplan a lo interno de la Iglesia Católica proyectando una imagen más cercana con el pueblo de Dios, revestida por el ¡amor, el perdón y la misericordia! La Iglesia del tercer milenio aboga por una renovación humana, social, cultural, ecológica y religiosa más auténtica y realista.
Sin perder su esencia, sus principios y sus principales objetivos, transita bajo la estela de las enseñanzas del Concilio Vaticano II (1962-1965) y las líneas pastorales para una «nueva etapa de evangelización» para la transmisión de la fe cristiana. Los nuevos vientos han tocado con reciedumbre el cuerpo y alma de la Curia Romana la cual anida en su seno el conjunto de órganos de gobierno de la Santa Sede y de la Iglesia Católica, habiendo sido objeto de una serie de reformas para adecuar sus «estructuras y normativas» al servicio de una Iglesia más dinámica y eficiente.
Esta delicada cirugía ha estado a cargo del Consejo de Cardenales (C7) creado en el año 2013, para asistir al Papa en el gobierno de la Iglesia universal y, en particular, para redactar la nueva constitución que sustituye a la vigente la Pastor Bonus de Juan Pablo II (1988). La nueva constitución regulará la composición y el funcionamiento de la Curia Romana, bajo criterios de homogeneidad, racionalidad y transparencia. Siempre en la línea de las reformas eclesiales se publicó la nueva constitución apostólica Episcopalis communio (La comunión episcopal) (2018) sobre la función y estructura del Sínodo de los Obispos. La nueva constitución sustituye al motuo propio Apostolica sollicitudo instituida por el papa Pablo VI (1965).
En el transcurso del milenio se han celebrado «diez» Sínodos de los Obispos. Nunca antes este tipo de evento había despertado tanto interés y entusiasmo entre la feligresía católica como el observado en los cuatro últimos: 2014, 2015, 2018 y 2019. La metodología de ejecución: una mayor duración de la fase preparatoria (dos años) ha permitido un contacto personal con las bases eclesiales y laicas, permitiendo conocer sus opiniones, testimonios y demandas de parte de la Iglesia.
Otro aspecto digno de mención ha sido lo relacionado con la composición del Colegio Cardenalicio. Se ha nombrado a diversos cardenales de lugares periféricos de la Iglesia, lo que está cambiando la composición de la misma y está creando nuevos centros. Esta transformación se podrá notar a largo plazo, en los próximos cónclaves, donde las iglesias periféricas tendrán mayor voz, lo que necesariamente, resultará en papas más pastorales y más cercanos a las realidades humanas.
En lo relativo al «diálogo ecuménico e interreligioso» se han concretado trascendentales acontecimientos. A la Iglesia, le preocupa la persecución de los cristianos, la amenaza a que están sometidas la mayoría de las comunidades sobre todo en el Oriente Medio. Ante lo cual, la Iglesia ha tendido puentes y ha forjado alianzas con el mundo islámico. Prueba de ello, ha sido la primera visita de un Papa de la Iglesia Católica a los Emiratos Árabes Unidos (2019) y la firma del documento: la «fraternidad humana para la paz mundial y la convivencia» con el Iman Ahmed al Tayyeb, guía espiritual de 1,300 millones de musulmanes.
En el plano de las relaciones diplomáticas algo histórico ha sido el acuerdo provisional entre la Santa Sede y la China continental firmado en Pekín (2018), restableciendo las relaciones interrumpidas desde el año 1951. El acuerdo permite el nombramiento de obispos, un asunto de gran importancia para la vida de la Iglesia. En China se calcula hay unos 10 millones de católicos. Lo positivo del acuerdo es la apertura para una mayor presencia eclesial en dicho país. Hecho que ha generado grandes expectativas en el mundo femenino católico, ha sido la postura del papa pidiendo «más participación de mujeres laicas en instancias de responsabilidad de la Iglesia».
El pontífice reconoce la necesidad de ampliar los espacios con presencia relevante femenina en la Iglesia. Otro de los ejes que caracterizan la visión eclesial ha sido promover el desarrollo de la fe católica y una renovación moral de la vida cristiana de los fieles mediante la santidad. Esta iniciativa está guiada por los documentos pontificios: Vos estis lux mundi (El rostro de la Misericordia) (2015); Misercordia et misera sobre la misericordia (2016); Gaudate et Exultate sobre la santidad (2018); Fratelli Tutti sobre la fraternidad y la hermandad. (2020). Echando por tierra todo prejuicio por encarar con autoridad temas considerados fuera de competencia eclesial, la Iglesia ha hecho suya la preocupación por el «daño ambiental causado al planeta Tierra».
Su postura firme se expone en la Carta encíclica Laudato Si’ (2015). Gracias a la iniciativa del papa Francisco está surgiendo una mayor conciencia ciudadana frente a la crisis ambiental y climática. El tema los jóvenes ha acaparado una especial atención eclesial. Ellos, son el presente y el futuro de la Iglesia. Con el propósito de conocer su visión sobre la Iglesia, como sus opiniones y propuestas se celebró el Sínodo de los Obispos con el tema: “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional” (2018).
Ellos, han pedido con fuerza una Iglesia auténtica, luminosa, transparente y alegre. Otros encuentros juveniles han sido las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ) con la asistencia de jóvenes de más de 180 naciones. Su objetivo común: conocerse entre sí, compartir experiencias y celebrar una gran fiesta ante la presencia del Papa. En el milenio actual se han celebrado seis JMJ.
El Pacto Global sobre la Educación ha sido la más reciente iniciativa eclesial. Es una exhortación a todos los que se ocupan por la educación de las nuevas generaciones a firmar el Pacto Global para generar un cambio de mentalidad a escala planetaria para que la educación sea creadora de fraternidad, paz y justicia social. Al hacer una mirada retrospectiva es fácil concluir que los pasos dados por la Iglesia en este milenio han sido bien encaminados.
Su brújula se enfila a una Iglesia en salida no como un mero eslogan, sino como un proceso que la anima a alejarse del miedo de hablar al mundo. Indiscutiblemente, que el arquitecto y cerebro de imprimirle a nuestra Iglesia un nuevo aire primaveral ha sido el Papa Francisco. Sus gestos, sus actitudes y palabras han cautivado el aprecio de una humanidad sedienta de amor, escucha, comprensión y misericordia.