En los años setenta del siglo XX se puso de actualidad, más que de moda, la ética de la empresa.
Se presentaba en sociedad con dos buenos avales: la ética es rentable para las empresas porque una empresa ética está mejor gestionada que una inmoral, ahorra en costes de coordinación y genera capital simpatía entre los ciudadanos, pero además una empresa ética contribuye a crear una buena sociedad.
Una buena empresa es un auténtico bien para su cuenta de resultados, pero también para la sociedad que disfruta de ella.
Con el cambio de siglo fue el discurso de la Responsabilidad Social Empresarial el que vino a reforzar esta idea.
Una economía que quiera ser competitiva –venía a decir- debe apoyarse en empresas que crean puestos de trabajo, ofrecen un buen producto por un precio ajustado, hacen partícipes a los trabajadores de la marcha de la empresa y les retribuyen con un salario justo, añaden valor a los accionistas, atienden a los proveedores y se convierten en la sociedad en la que viven auténticos ciudadanos, preocupados por su entorno social y natural.
Parecía, pues, que un buen viento soplaba para la ética empresarial, hasta el punto de que los empresarios eran mejor valorados por la ciudadanía que los políticos.
Sin embargo, cuando estalló la crisis hacia 2007 las gentes se preguntaban dónde había quedado en realidad la ética, dónde la responsabilidad. Y es verdad que entre las causas de la crisis cuentan un buen número de actuaciones inmorales.
La falta de transparencia en la gestión financiera unida a la opacidad de los productos, la falta de regulación en unos casos y de control de lo regulado en otros, las medidas para favorecer a los bancos sin el control del dinero inyectado supuestamente para favorecer a los ciudadanos, la impresión generalizada y certera de que siempre acaban pagando los más débiles.
Pero justamente lo que viene a mostrar este duro choque con la realidad es que urge potenciar la ética empresarial, recordar que la tarea de la empresa es atender al bien de todos los afectados por ella, y que es justamente este modo de actuar el que aumenta la probabilidad de permanecer en el mercado.