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El que esté libre de coimas, que tire la primera renuncia

Las ideologías en estas honduras han sido más bien un torrente de rencores que crecen al margen de un río de pasiones políticas, hasta desembocar en odios, una jerga antiyanqui y un aborrecimiento a la riqueza ajena: burguesía le llaman los alter ego teóricos marxistas.

Aquella izquierda seria de intelectuales comprometidos, de obreros sin ambiciones, de campesinos dignos y de aquellos estudiantes que buscaban el cambio integral del orden de las cosas, que levantaban las banderas de la lucha por un país mejor y con justicia social, se perdió, pues no es así. Los años 80 arreciaron con tanta fuerza de balas que se apagaron los ideales, dado que lo que surgió fue lo más impensable: un partido político que se arrinconó en las mismas costumbres de la derecha criminal, corrupta y vacía.

La historia fue reciente. Hace casi 11 años, en un violento golpe de Estado que sacudió los estamentos mediocres de una democracia ya fallida desde hace mucho, se le puso fin al mandato del gobierno de Manuel Zelaya, quien meses después de una tormenta política, se convirtió en el fundador y jefe inmediato de un partido político denominado: Libertad y Refundación (Libre). Iniciando con la fuerza de una oposición dura, radical y sin vacilaciones, donde gobernó prácticamente desde las calles, que ni Porfirio Lobo Sosa, ni Juan Orlando pudieron diezmar, mucho menos poder dar un paso con sus tropeles de corruptos, sin que Libre se pusiera al frente con sus banderas rojinegras.

Pero, como todas las utopías se acaban cuando inicia la política electoral, tanto el discurso dulzón, la mentira piadosa, el rostro photoshopeado, el abrazo de las viejitas, el chineo de niños, la sonrisa ensayada, la mirada calculada, el sombrero rojo, el pañuelo al viento, los parlantes en acción, los caballos bailarines, las cancioncitas de un nuevo amanecer, los globos de colores, la zancadilla, la intriga, los activistas con olfato de carroña, la manito con el pulgar levantado, las redes sociales a reventar, la casilla que me toca, el diputado que se rebusca con su gente, el fuera JOH que se desgastó más que el mismo JOH, la dinastía olanchana, el chiste, la ranchera, el bostezo de las estrategias,los cuadros políticos colgados en el recuerdo de una fugaz aspiración, también se esfumaron, porque la batalla ya no es por el país, sino por las urnas que se roban los otros.

Adicionalmente, el alegato del mercader electoral, las casas de campaña cuidando sus votos…, en todo eso quedó la izquierda opositora; después las apuradas negociaciones, porque en la política se vale todo, se negocia todo, menos el poder. Así se encaramaron en el escenario nacional hasta alcanzar muchas prebendas: el Tribunal de Justicia Electoral (TJE), el Consejo Nacional Electoral (CNE) y el Registro Nacional de las Personas (RNP), allí es donde empezó la carcoma con prácticas domésticas del bipartidismo, acostumbrado a esos escandalosos trasiegos de influencias, podredumbre en extorciones y chantajes, a cambio de conceder contratos en las instituciones públicas para drenarlas y financiar sus campañas políticas.

El comisionado Rivera, quien representaba a Libre en el órgano de identificación ciudadana, ha dejado su cargo, al ser acusado por esos vergonzosos audios que corren como pólvora en esas alegres manifestaciones que años atrás dicho partido sacudía las calles con multitudes en marchas contra el bipartidismo, mismo que de nuevo se apresta a tomar las riendas de la nación, como en un híbrido de poder y ambición, porque la izquierda electoral, la ilusión nacional, los libres pensadores y aturdidos indignados por la calamidad de la mancha brava y la furia colorada, no pudieron marchar de frente en la batalla por adecentar el país.

Se rindieron antes los vicios de la política cavernaria corrupta y vacía de este país sin utopías, sin ideologías, sin líderes, sin rumbo, pero con la claridad de que mañana no habrá comida, ni alimentos, ni educación, ni salud, pero sí elecciones libres para que tiren el primer voto, sin pecado y sin conciencia.