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El miedo a los antecedentes

El retorno a la presencialidad del sistema educativo (aunque sea bajo el modelo de la semipresencialidad) ha abierto un debate que era esperado. Lógicamente están los que piensan que es el momento para hacerlo, y los que piensan que no. Ambas partes tienen sus argumentos válidos.

Volver a las aulas significa para muchos niños tener clases por primera vez desde marzo del año pasado. Muchos de ellos no han hecho más que cumplir con algunas asignaciones que bajo diferentes mecanismos se les ha dejado. Por otra parte, lo complejo es que en algunos casos pondrían en riesgo la salud y la vida propias, y de sus cercanos.

Los lineamientos de retorno a las aulas han sido muy claros, y creo que, si existiera una mayor credibilidad en la puesta en práctica de las políticas públicas, la polémica sería menor, capaz que no existiría. Pero hay un temor de que eso no se cumpla tal cual, por los antecedentes de incoherencia que hay entre el papel y la práctica. Y esa percepción es muy difícil de modificar.

El daño causado a la educación hondureña desde marzo de 2020 tiene unas dimensiones inconmensurables. Habría que evaluar qué tan positivamente impactaría volver a clases en agosto, y si valdría la pena correr el riesgo. Y, por otra parte, pienso que no se puede volver a enrolar a los estudiantes a un sistema presencial sin antes realizar una prueba estandarizada por grado, que sea vinculante y que determine si el joven o el niño tiene las competencias necesarias para ese grado o necesita volver a uno o dos grados anteriores.

Sobre todo, en aquellos casos en los que los estudiantes han ido “avanzando” en los contenidos simplemente a través de las tareas. De no aplicar pruebas se entorpecería gravemente el proceso de enseñanza. Habría una enorme diferencia entre unos estudiantes y otros. Además de que se alimenta el pensamiento de que en los grados se avanza con el paso de los años y no con la consecución de unos méritos. Hablando de semis, esa sería la semieducación.

Dentro de todos los razonamientos que se han planteado sobre este tema, es cierto que prácticamente el sector educativo es uno de los pocos en los que no se ha podido volver a la presencialidad. Entiendo que se debe, aparentemente, a que es de los que mejor se adapta a un sistema virtual, además de la cantidad de personas movilizándose al mismo tiempo que genera el sistema educativo, pero de todas maneras es irónico que siendo tan importante se haya mantenido de esta manera.

Algunos países han ido poco a poco retornando a las clases, en algunos casos con más éxito que otros. El panorama en Centroamérica es muy parecido en cuanto a clases presenciales. En Guatemala a inicios de julio se plantearon también volver en agosto. En Nicaragua las clases se están desarrollando presencialmente, pero se desconoce, al menos internacionalmente, su impacto en las cifras de salud. En El Salvador, que tienen mejores estadísticas de vacunación que nosotros, ya se desarrollan en algunos sectores las clases presenciales. En Costa Rica también se están recibiendo parcialmente así.

Creo que la idea de volver a clases presenciales no es descabellada, lo que sí pondría en tela de juicio son los procedimientos, y sobre todo la seguridad de que funcionará tal cual aparece en el papel. Es imposible negar que la virtualidad es solamente para algunos, lo que deja a miles sin esperanzas de educación.