Pocos ejemplos ilustran mejor la miopía política que la decisión de este grupo gobernante de haber roto relaciones con Taiwán. Esta medida, que lo que pretendió es alinearse con una agenda ideológica, ha tenido consecuencias desastrosas para la economía hondureña, especialmente en la industria camaronera. La que una vez fue una próspera industria, hoy ha caído en el abismo, llevando consigo empleos, divisas y el futuro de miles de familias.
Para el 2022, los camaroneros hondureños exportaban 25.8 millones de libras de producto, generando 94.3 millones de dólares en divisas. Dos años después, tras la ruptura con Taiwán y el coqueteo con China Continental, nuestras exportaciones cayeron a solo 8.4 millones de libras, con un ingreso que apenas alcanzó los 20.8 millones de dólares; esto es claramente una pérdida de 70 millones de dólares, un golpe directo en una industria otrora sana que sostenía a miles de trabajadores y pequeños productores.
Lo que nos oculta la Cancillería es que Taiwán, con apenas 23 millones de habitantes, ofrecía un mercado sólido que pagaba un precio justo por el camarón hondureño. En contraste, la narrativa oficial es que ahora tenemos a China como un enorme mercado de 1,400 millones de consumidores; lo cual es solamente un ridículo espejismo. Ya todo el mundo sabe que los precios ofrecidos por China no llegan ni al 40% de los que ofrecía Taiwán. Ese no es un mercado; eso fue una emboscada.
Esta estúpida y contraproducente decisión del gobierno no solo ha impactado a la camaricultura, las repercusiones se extienden a otros sectores que dependían del comercio con Taiwán. Mientras tanto, el nuevo mercado hacia China se ha traducido en un flujo constante de productos baratos que sofocan a los pequeños empresarios locales. Ya todos sabemos que el único “beneficio” tangible recibido de China ha sido un donativo de cien mil dólares tras la tormenta Sara -y los exóticos viajes de funcionarios a los palacios imperiales-, ¿es ese el gran aliado que nos prometieron?
Hoy, el gobierno mantiene en secreto negociaciones comerciales con China, según afirman, de “enorme beneficio para el país”, sin embargo, el líder del sector camaronero Javier Amador, quien es director ejecutivo de la Asociación Nacional de Acuicultores de Honduras (Andah), dijo claramente: “Nadie rompe relaciones con un país sin medir las consecuencias”. “Lo que debería ser una política de Estado orientada al desarrollo económico ha sido sustituida por una agenda ideológica que prioriza las alianzas políticas sobre el bienestar nacional”.
El resultado es un panorama desolador: estanques abandonados, empresas cerradas y más de 3,000 empleos directos perdidos en el sector camaronero. Los productores sobrevivientes han quedado a merced del cambio climático, de la falta de mercados y de la negligencia gubernamental. Este oscuro acontecimiento debería servir como una lección de lo que sucede cuando las decisiones políticas ignoran las realidades económicas. Gobernar es ante todo un ejercicio de responsabilidad, no un experimento ideológico; pobre Honduras.
