Uno de los pilares fundamentales para el desarrollo de una sociedad es una seguridad social proteccionista, en la que los afiliados puedan gozar de los derechos de asistencia sanitaria, servicios sociales, vejez, accidentes profesionales, de manera digna y eficiente.
Lamentablemente, en Honduras lo que tenemos es un remedo de seguridad social, un sistema deficiente, y cómo no, si el seguro social ha sido víctima de saqueos por actores del sector público y privado que han dilapidado sus recursos sin pensar en los cientos de hondureños que han perjudicado con estas acciones.
Realmente me consterna esta triste realidad, más allá de no tener un servicio digno, es humillante que a nuestros compatriotas se les trate de esta manera.
Producto de mi experiencia en temas anticorrupción, he podido conocer el sistema sanitario y el sistema de seguridad social, sin embargo, es hasta que nos toca ir de cerca como usuario/paciente, y vivir esta realidad, que comprobamos los verdaderos embates de la corrupción. Soy del tipo de hondureños que me siento feliz cuando veo que los gobiernos ejercen acciones favorables para nuestra nación, por ejemplo, la construcción de los hospitales que están en proceso, pero también me indigno cuando veo que los problemas serios no son atendidos como prioridad.
Tenemos políticos que dicen que Honduras está mejor, pero no matriculan a sus hijos en el sistema educativo público, otros que dicen que han refundado Honduras, pero si se enferman salen del país a hacerse sus tratamientos.
Honduras será diferente cuando todos tengamos las mismas oportunidades; los hondureños no merecen ser condenados por ser pobres, merecemos condiciones favorables en todos los ámbitos. El verdadero desarrollo jamás llegará sino tenemos salud, educación, seguridad ciudadana y seguridad social. La verdadera revolución es la batalla cultural que debemos hacer para mejorar las condiciones de absolutamente todos y que los gobiernos “gobiernen” para todos, no para familiares o unos cuantos millonarios de Honduras