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Cien preguntas sobre la Constitución

Quiero cuestionar lo que para mí es más una tradición que una tarea que le dé valor agregado a la educación en Honduras. Todos los hondureños nos hemos sometido al examen del Himno Nacional, tan afamado que hasta se le podría dar categoría de mito (al examen, no al himno en sí).

En la mayoría de las instituciones públicas o privadas, el examen ha consistido desde ya lejanos días en cantar las siete estrofas y el coro, recitarlas, explicarlas y rendir un examen que surge de un cuestionario, de un famoso cuestionario de cien preguntas. Esto, recordemos, se repite al final de cada ciclo académico: antes en sexto grado, ahora en noveno, luego en bachillerato y por último en la universidad.

El Himno de Honduras es un repaso por la historia del país y por ahí podría venir la importancia que se le ha dado, pero saberlo y conocer su significado es más propio de una asignatura de Ciencias Sociales que de un sistema de promoción a otro
nivel educativo.

¿No nos dejaría más un examen sobre la Constitución de la República?

Aunque conocer las bases de nuestro ser de nación también es más propio un estudio regular que de un sistema de promoción, creo que sería la manera de obligar a los estudiantes a que, si se aplicara un cuestionario similar, leyeran y conocieran los puntos más importantes y los artículos torales que rigen a Honduras. Pienso que sería mucho más significativo, no por ello un cambio trascendental o un punto de giro.

No he querido hacer leña del árbol caído y es por eso por lo que he decidido no hablar de la reprobación de los docentes en el concurso al que se sometieron los aspirantes a una plaza en educación media, pero también sería una manera de asegurar que los docentes conocieran con mayor detalle o incluso conocieran (así a secas) las bondades con la que nos ofrece cobijo la Constitución de la República.

Ya que también hablo de sistemas de promoción pienso que una manera de hacer aunque sea un mínimo control sobre la calidad de la educación es la creación de exámenes estandarizados para los grados que concluyen ciclos: tercero, sexto, noveno grado y bachillerato, lo mismo para las carreras universitarias y que esos exámenes sean vinculantes.

Nadie debería obtener un título de licenciatura o ingeniería sin un examen general de grado: oral y escrito, revisado por una terna. Una simple modificación de este tipo cambiaría mucho de nuestro sistema educativo.

La relativización absurda y hasta ridícula en la que ha caído la educación y el conocimiento en el país es la que ha permitido que todo el saber se vuelva un “es algo así”. Sin embargo, en el mundo de la ciencia, los temas se conocen o se desconocen, se sabe hacer operaciones matemáticas o no se sabe, se conocen las fechas importantes o no se conocen, se sabe tildar o no se sabe.

Un docente que desconoce una materia pierde la autoridad y la facultad para corregir y entonces deja pasar a los estudiantes a un siguiente nivel sin las competencias necesarias.

Puede que pasar de un examen sobre el Himno Nacional a un examen sobre la Constitución de la República tampoco sea tan significativo, como sí sería aplicar exámenes estandarizados de conocimiento y de grado, pero sería un acontecimiento más cercano a lo lógico en esta vorágine de absurdos que quizá un día se haga al menos cien preguntas sobre la Constitución.