No todos los acontecimientos constituyen algo bueno para todas las personas. Imagina querido lector una situación donde una empresa privada compra los derechos de agua potable de una región. Para la empresa, esto representa una gran ganancia y alegría: una nueva fuente de ingresos, un activo valioso para sus accionistas. Celebran su éxito, sus beneficios y la expansión de su negocio.
Sin embargo, para la población de esa región, esto significa una catástrofe. El agua, antes accesible y asequible, se convierte en un lujo que muchos no pueden pagar. La alegría de los accionistas se traduce en la desgracia de miles de personas que sufren sed, enfermedades y la imposibilidad de satisfacer sus necesidades básicas. La escasez de agua impacta la agricultura, la economía local y la salud pública, generando un profundo sufrimiento en la comunidad.
Este escenario ilustra cómo la ganancia de unos pocos, en este caso, la obtención de beneficios económicos, puede causar una profunda injusticia y sufrimiento para una gran cantidad de personas. La celebración del éxito empresarial contrasta brutalmente con la realidad de la población afectada, dejando al descubierto la desigualdad y la falta de consideración por el bienestar colectivo.
Para Marco Rubio, el Secretario de Estado del gobierno estadounidense, la supresión de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en ingles), constituye una grandiosa buena noticia; sin embargo, para varios países que hasta hace poco recibían ayuda de esa agencia, representa la muerte de numerosos niños y mujeres en los próximos cinco años.
Rubio afirmo que: “A partir del 1 de julio, USAID dejará oficialmente de implementar asistencia extranjera. Los programas de asistencia extranjera que se alineen con las políticas del Gobierno y que promuevan los intereses estadounidenses serán administrados por el Departamento de Estado, donde se implementarán con mayor responsabilidad, estrategia y eficiencia”.
Además de las muertes en varios países de África y América Latina, la supresión de la USAID implica que la ayuda estadounidense se canalizará de forma política por el Departamento de Estado, priorizando no las necesidades de los habitantes de las naciones pobres, sino más bien, imprimiéndole una naturaleza estratégica acorde con el interés particular del gobierno de Trump.
Es claro que el gobierno de Estados Unidos está en pleno derecho de asignar su ayuda externa de la manera que más le convenga, pues los recursos provienes de sus ciudadanos.
Con todo, muchos de los programas que en nuestro continente se desarrollaban con los fondos de la USAID, simplemente tendrán que ser descontinuados, porque los países pobres no tienen suficientes recursos para mantenerlos funcionando.
De esta forma, la alegría de Marco Rubio, constituye una desgracia para todos nosotros