Pese a la división interna en tres facciones al interior del rodismo: los seguidores de Suazo Córdova, los de Bu Girón y los de Azcona Hoyo, ocurriendo igual tendencia en ALIPO: partidarios de los hermanos Carlos Roberto y Jorge Arturo Reina y los de Jorge Bueso Arias, sucediendo algo similar dentro del nacionalismo, con la declinación de Zúniga por las derrotas electorales experimentadas y la emergencia como líder de Callejas, aún el liberalismo era percibido por el electorado como el favorito, o el menos malo, ratificándolo en las urnas.
Nueve candidatos se postularon a la presidencia: cuatro por el liberalismo, con “un espectro ideológico que incluía desde la derecha (Movimiento Liberal Rodista) hasta el centro izquierda (M-Lider), que reunía sectores independientes y simpatizantes de la izquierda. A partir de estas elecciones se institucionalizaron las elecciones primarias e internas”. (Julieta Castellanos. “Honduras: persistencia y cambios en la cultura política, 1980-2020”, p 19), tres por el nacionalismo, uno por el Pinu, uno por la DC.
Ello ocurrió por el intento de Suazo Córdova por designar personalmente a su sucesor, tras haber fracasado su intento continuista, y no por el voto directo de la totalidad de la membresía, lo que fue rechazado por el presidente del Congreso, Bu Girón, removiendo a varios magistrados integrantes de la Corte Suprema de Justicia, leales a Suazo, quien contraatacó al encarcelar al nuevo titular del Poder Judicial, nombrado por el Congreso.
Tal crisis entre los poderes estatales fue solucionada mediante el Acta de Compromiso, con los avales de las Fuerzas Armadas, las centrales obreras, la cúpula de la Iglesia Católica, el visto bueno de la Embajada estadounidense, acordándose que el vencedor en los comicios sería aquel partido cuyas distintas facciones recibiera el mayor número de votos en vez del candidato que recibiera la mayoría de sufragios, recibidos por el candidato nacionalista Callejas, (639,8329 y el total de votos de las facciones de la estrella solitaria obtuvieron 686,494), cantidad inferior a la recibida por el total de corrientes liberales: 772,611, de los cuales a título individual, el mayor número de votos fue para Azcona Hoyo (416,736).
La victoria liberal no fue total: el nacionalismo ocupó cinco de las nueve judicaturas de la Corte Suprema, en tanto, en el Congreso, la bancada liberal de 67 parlamentarios, llegó dividida: 46 diputados respaldando a Azcona, 18 a Mejía Arellano, 3 a Bu Girón, en tanto, los legisladores nacionalistas: 63 respaldando a Callejas. El Pinu y la DC obtuvieron cada uno dos legisladores, con ello decidiendo el fiel de la balanza al momento de las votaciones al interior del Congreso.
Este resultado del Acta de Compromiso de 1985 efectivamente significó, entonces, que una alianza con el Partido Nacional fue una necesidad del gobierno de Azcona, designaciones públicas, que incluyeron al gobernante consejo del Congreso, los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, jueces y delegados en puestos diplomáticos, fueron distribuidos entre las dos agrupaciones. El Partido Nacional ganó una clara ventaja en el Tribunal Nacional de Elecciones y en el organismo judicial, debilitando aún más la tenue noción de separación de poderes. Esta alianza se quebró en 1987, aunque los designados por el Partido Nacional mantuvieron sus posiciones. Alianzas subsecuentes entre y al interior de los partidos fueron determinadas más por maniobras conducentes a obtener ventajas para las elecciones presidenciales de 1989 que por una coherencia programática las elecciones presidenciales de 1989. (Rachel Sieder. “Elecciones y democratización en Honduras desde 1980”, pp. 32-33).
“Las semejanzas con las ‘soluciones’ de 1902, 1923-24, 1954-57 y 1971-72 no fueron exactas pero suficientemente cercanas para perforar la salud del Estado hondureño” (James Dunkerley. Power in the Isthmus, pp. 581-582).