Cartas al editor

La luna de los amantes

La noche era bastante espesa el día que conocí el amor de mi vida, y esa noche con tan sola una mirada, ella iluminó toda mi alma, y la luna iluminó sus ojos, tenía una mirada profunda como el mar, aquella mujer que pasaba en su carreta de finos caballos, mientras yo tenía ásperas las manos y fuertes los brazos pues al igual que mi padre soy herrero de profesión.

Me tomó menos de quince días de manera consecutiva averiguar quién era aquella noble dama que me cautivó con sus ojos, le ofrecí mis servicios a su padre y encontré la excusa perfecta para verla casi todos los días. Como a la semana de estar trabajando en su casa, tuvimos el primer chance de conversar un momento a solas, ese día ambos abrimos nuestros corazones, porque días antes con tan solo unas miradas nuestros corazones se comunicaban sin palabras, sentíamos mucho y no decíamos nada, ese día le susurré al oído eres el motivo de mis desvelos, por vos suspiro por las noches, y no puede borrarte de mi mente pues te tatuaste en mis pensamientos, estoy dispuesto a todo por nuestro amor.

Ella se sonrojó, suspiró en mi cuello me miró fijamente y me dio un beso cálido que terminó de sellar aquel amor que nació una noche. Y una noche y solo con la luna de testigo se entregó a mis brazos, días después murió de una enfermedad que nunca me dijo y de la que nunca supe, pero como el verdadero amor trasciende después de la muerte, todas las noches voy a ese lugar, en la luna se dibuja su rostro y siento su suspiro en mi pecho, nunca imaginamos que este amor tan vivaz, tan entregado, iba a durar tan poco, disculpen, este amor no se acaba todavía, el camino hacia su casa, el que recorro todos los días, está impregnado con su olor, las flores de los caminos me recuerdan su belleza y por las noches, cuando el sol se oculta, la luna brilla, mis pálpitos se prolongan y ella vive acá en mi mente, el lugar de donde nunca podrá alejarse. (Cuento).