El amor y un creyente

Érase una vez en un lugar muy cerca de donde vivís vos, o quizás no. Para descubrir cómo el amor cambió la vida de un creyente, te invito a leer este cuento hasta el final. Pedro nació en una aldea, San Luis, y aunque sus padres cultivaban la tierra él no tenía destreza para manejar esas herramientas y menos el machete; le salían callos cuando lo hacía. De todos sus hermanos, fue el único que terminó el colegio y después de graduarse trabajó dos años, ahorró y entró a la universidad pues su padre, quien podía apoyarlo, no lo hizo, estaba molesto con su hijo que no le ayudaba como él quería con las tierras de la familia, así que le dijo: como a vos te gustan los libros, trabaje para que se los compre. ¡Bonito el muchacho que no le gusta el sol! Sin embargo, a Pedro le gustaba la vida en el campo, los alimentos puros cosechados en la tierra sin tanto químico, lo que no le gustaba era no tener acceso al conocimiento, así que después de unos años se graduó de la universidad y consiguió una beca para España para continuar estudiando. Le costó adaptarse, sus vecinos aunque hablaban español cuando estaban en reuniones hablaban solo en catalán, eran muy católicos, por cierto, pero su familia era evangélica aunque él no lo era, pues su papá lo obligaba a ir al culto y eso lo hizo alejarse de las religiones, más nunca de Dios, era muy positivo y tenía mucha fe en que lograría alcanzar sus sueños, decía que no tenía que ir a buscar a Dios afuera, sino que dentro de sí mismo, y fue así como para una Semana Santa, mientras los católicos realizaban el viacrucis, tropezó, interrumpiendo de manera abrupta la procesión, y aunque se disculpó, los participantes al ver que era de piel trigueña comenzaron a insultarlo. “Tranquilos, ya me voy”, dijo; “más te vale”, le gritaron, sonrío y les dijo: “Al menos yo no estoy adoctrinado por una religión que se impuso a sangre y espada”, y fue así como en un acto de amor por su fe, lo patearon hasta matarlo.