Cartas al editor

¡A los nobles maestros!

Privilegio grande para los que seleccionaron la profesión del magisterio, quienes poseen gran sinonimia al poseer palabras que los distinguen en la sociedad: profesores, educadores, instructores, maestros, docentes, preceptores (...). Los maestros poseen muchas virtudes: el amor por la lectura, aprovechan la academia de las 72 ciencias, el don de la creatividad, orientador en las comunidades, modelar el alma de los educandos, sembrar los conocimientos para orientar a los alumnos, inculcar valores cívicos, éticos y morales, entre otros.

Aparte de poseer sabiduría y virtudes, gran parte de la sociedad les cuesta reconocer en los maestros y maestras el valor de los educadores, como formadores de los futuros ciudadanos, que después de haber sembrado en la mente de los alumnos las semillas del saber, estos llegarán a ser también profesionales pero nunca podrán ocultar el pensamiento de que jamás podrán ser mejores que la persona, hombre o mujer, que les enseñó a escribir y leer, porque para ser un maestro o preceptor es un don de Dios, dado por el Dios Padre, el Dios Hijo y el Espíritu Santo a quien en la Biblia lo nombra El Paráclito, que significa Maestro.

Notamos que la sociedad hondureña no reconoce, irrespeta, miran con desdén a los maestros de sus comunidades; en las instituciones se ve a los maestros con desconsideración; en estos días, desde hace un tiempo, mucha gente que ocupa puestos importantes está burlándose, irrespetando a maestros activos, pero el más profundo irrespeto, queriendo jugar con la dignidad de los maestros jubilados, al haber ofrecido 100 mil lempiras como inicio y 400 mil en cuatro años, a raíz del ofrecimiento de 60 salarios y que actualmente, todos los jubilados y jubiladas están sintiendo que están siendo engañados. No olviden que estos miles de maestros jubilados tienen un poder en sus palabras: “Sean anatemas los engañadores”.