Opinión

Armas químicas, terrorismo y doble rasero

Mientras las potencias occidentales encuentran en el supuesto uso de armas químicas por parte de Siria la excusa para un involucramiento militar directo en su campaña para derrocar al gobierno del presidente Bashar al Asad, el gobierno israelí anuncia que por iniciativa propia, debido a que ya cuenta con un sustituto, sus militares dejarán de utilizar el fósforo blanco como lo hicieron en 2009 en Gaza con graves daños para los civiles.

De hecho, con “niveles varios de certidumbre”, las agencias de inteligencia estadounidenses creen que el gobierno de Siria utilizó una cantidad pequeña del agente químico sarín, dice un comunicado de la Casa Blanca. El gobierno británico corrió a avalar tal denuncia.

Y es que el uso de armas químicas es la “línea roja” impuesta por el propio Obama, cuyo traspaso puede significar una intervención militar tal como en su momento se hizo en Irak, Afganistán y, más indirectamente, en Libia; todo esto después de fracasar los intentos de derrocar a Al Asad mediante el apoyo a grupos armados. Es más, este acercamiento a dar por traspasada la “línea roja” se da después de que el gobierno sirio ganara esta semana una importante batalla al retomar el control de Otaiba, una localidad crucial para las vías de suministro de armas y alimentos de los grupos armados que intentan derrocarlo y para lo que habría utilizado armas químicas.

Por otra parte, de la misma forma en que nadie estaba presionando a Israel para que dejara de usar fósforo blanco, las potencias occidentales son reticentes a tildar de terroristas o dictadores a los grupos y gobernantes aliados, como ocurre con las satrapías de Arabia Saudita o Bahréin, y los mismos grupos armados que combaten al gobierno de Siria que constantemente recurren al terrorismo, incluso contra civiles, y entre los que se encuentra uno que responde a la propia red Al Qaida de Osama bin Laden.

Este doble rasero no solo se convierte en una injusticia que atrae más odio, sino que fortalece a enemigos de Occidente. El propio Saddam Hussein y Osama bin Laden, el primero usado contra Irán y el segundo contra los rusos, son los casos más emblemáticos.

Es más, muchos creen, incluso los rusos, que la advertencia de Moscú en 2011 para que el FBI y la CIA vigilaran al mayor de los hermanos acusados del reciente atentado terrorista en Boston no se valoró en toda su dimensión porque se trataba de un enemigo de Rusia, de un checheno, que no representaba una amenaza para Estados Unidos, sino del posible simpatizante de una organización que los gobiernos y grandes medios occidentales califican de “rebeldes” y hasta “revolucionarios”, no de terroristas.