Por Eric Lipton/ The New York Times
WASHINGTON — Elon Musk tiene un historial de prometer entregar rápidamente avances tecnológicos, sólo para que estos tarden más de lo previsto o no se materialicen.
Entre ellas se encuentran sus promesas de autos autónomos o túneles bajo Los Ángeles para solucionar las demoras del tráfico. Ahora, algunos funcionarios del Gobierno estadounidense temen que sus promesas de llevar astronautas a la Luna sufran retrasos similares.
Es por ello que uno de los contratos más grandes que Musk ha asegurado en Estados Unidos está ahora bajo intenso escrutinio: un acuerdo multimillonario con la NASA para esta misión tripulada a la Luna, la primera en más de 50 años.
El plan para invitar a empresas privadas a desarrollar un módulo de aterrizaje lunar se lanzó con gran bombo y platillo durante el primer mandato del Presidente Donald J. Trump, con el objetivo de completar la misión para el año pasado. Otras partes de la misión están casi listas, tras sus propios retrasos y sobrecostos, y se prevé que se realice un vuelo completo alrededor de la Luna con astronautas el próximo año.
Sin embargo, el proyecto del módulo de aterrizaje lunar de SpaceX está tan retrasado que cada vez hay más dudas de que Estados Unidos venza a China, que tiene su propio plan con una fecha de aterrizaje prevista para el 2030, en volver a la Luna.
En recientes declaraciones públicas y entrevistas con The New York Times, siete altos funcionarios actuales y anteriores de la NASA dijeron que sus interrogantes sobre SpaceX y su nuevo cohete Starship no tenían nada que ver con un rompimiento político entre Musk y Trump. Más bien, les preocupa que Musk haya vuelto a prometer demasiado.
El Starship, de 15 pisos de altura, aún no ha transportado astronautas ni carga comercial. Explotó durante tres de sus cuatro pruebas recientes, y su versión actual sólo puede transportar una fracción de su carga útil prometida, de al menos 100 toneladas, a la órbita baja terrestre.
Para empeorar las cosas, dicen, el plan de Musk de llevar dos astronautas a la superficie lunar depende de una recarga de combustible en el espacio, algo nunca intentado y que los ex ingenieros de la NASA dicen es tan arriesgado y está tan retrasado que podrían pasar años antes de que esté listo.
“Esto no es nada en contra de SpaceX —han hecho cosas increíbles”, dijo Douglas Loverro, quien dirigió la división de vuelos espaciales tripulados de la NASA a principios del primer mandato de Trump. “Pero mientras más se aleja uno de la tecnología conocida, más tiempo lleva”.
Musk ha incumplido varias de las fechas límite que él mismo anunció para el proyecto lunar. Por ejemplo, predijo, y la NASA anunció, que SpaceX intentaría su primera prueba de transferencia de combustible entre naves a principios de este año, pero esta se ha pospuesto hasta al menos el 2026.
SpaceX no respondió a solicitudes de comentarios. Musk, en comentarios recientes, expresó su confianza en que el proyecto Starship seguirá avanzando.
“A menos que suframos contratiempos muy significativos, SpaceX demostrará una reutilización total el próximo año, abarcando tanto el propulsor como la nave, y siendo capaz de entregar más de 100 toneladas a una órbita útil”, dijo Musk durante un podcast.
La NASA ahora tiene como objetivo el 2027 para su misión, Artemisa III. Esta se basará en un cohete independiente del Sistema de Lanzamiento Espacial (SLS), construido por contratistas ajenos a SpaceX, para transportar una nave espacial llamada Orión y llevar a los astronautas a la órbita lunar. Los astronautas entonces serán transferidos al Starship de SpaceX para el alunizaje —una secuencia mucho más compleja que la de misiones lunares anteriores.
Cuando habla de Starship, Musk casi siempre se centra en sus futuros planes de llevar humanos a Marte.
“Esta es una tecnología crucial que, estoy de acuerdo, necesitaremos cuando vayamos a Marte”, dijo Douglas Cooke, quien se jubiló de la NASA en el 2011. “Pero se interpone en el camino del intento por volver rápidamente a la Luna”.
© 2025 The New York Times Company