Por W. Ian Lipkin y Ralph Baric / The New York Times
Muchos científicos se enfrentan a una pregunta central: ¿cómo pueden los descubrimientos científicos impulsar el progreso de la humanidad sin suponer un riesgo grave para ella? Como expertos en virus, estamos comprometidos con la investigación que descubre amenazas pandémicas y ayuda a proteger a las personas de ellas. Pero nos preocupa cómo algunos científicos están experimentando con virus de formas que podrían ponernos a todos en peligro.
En un estudio publicado en la revista científica Cell, un grupo de investigadores reportó el descubrimiento de un coronavirus en murciélagos que tiene el potencial de propagarse a los humanos.
En una serie de experimentos, los científicos demuestran que este virus, HKU5-CoV-2, puede infectar eficazmente las células de los humanos y una amplia gama de otras células animales. Los hallazgos plantean la posibilidad de que los humanos y otros animales puedan ser infectados por este virus.
El Instituto de Virología de Wuhan, donde trabajan o han trabajado muchos de los investigadores, está al centro de la controversia sobre el origen de la pandemia de Covid. No insinuamos que el instituto sea responsable de la pandemia de Covid, ni tenemos certeza de que este virus recién descubierto tenga el potencial de causar la próxima. Lo que nos preocupa son las insuficientes precauciones de seguridad que tomaron los investigadores al estudiar este coronavirus.
Los laboratorios de investigación tienen distintos niveles de seguridad, con base en su clasificación en una escala de niveles de bioseguridad, desde BSL-1, el más bajo, hasta BSL-4. Los laboratorios de menor seguridad se utilizan para estudiar agentes infecciosos que no causan enfermedades en las personas o que solo representan un riesgo moderado. Los laboratorios de mayor seguridad se emplean para estudiar patógenos que pueden propagarse por el aire y tienen el potencial de causar infecciones letales.
Los laboratorios BSL-4 son los que aparecen en las películas, donde los científicos caminan con lo que parecen trajes espaciales y se duchan en cámaras de descontaminación cuando terminan sus labores. Los laboratorios BSL-3 limitan el acceso a miembros del personal específicamente capacitados, tienen puertas dobles para mayor seguridad y sistemas específicos de manipulación y esterilización del aire. Los trabajadores usan equipo de protección personal de pies a cabeza y están bajo vigilancia médica para detectar signos de infección adquirida en el laboratorio que podría representar un riesgo para otros.
Las decisiones sobre qué nivel de precaución es apropiado para la investigación generalmente las toma el científico principal del estudio y un comité de bioseguridad institucional que incluye a científicos, médicos, administradores y miembros de la comunidad local.
Los investigadores detrás del artículo en Cell comenzaron estudiando el nuevo virus de maneras que no requieren el cultivo de virus vivos —como mediante análisis computacionales. Pero después de establecer que el virus probablemente puede infectar células humanas, los investigadores realizaron experimentos con el virus completamente infeccioso. No llevaron a cabo estos experimentos en un laboratorio BSL-3 o BSL-4, sino en un laboratorio descrito como BSL-2 plus, una designación que no está estandarizada ni es reconocida formalmente por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EU y que creemos que es insuficiente para trabajar con virus respiratorios potencialmente peligrosos.
Esta labor aparentemente fue aprobada por el comité de bioseguridad institucional local y se adhirió a las normas nacionales de bioseguridad. Pero no es suficiente para trabajar con un virus nuevo que podría tener riesgos significativos.
Allí radica un problema crucial que el mundo debe abordar. Los científicos y los elaboradores de políticas en EU han pasado años debatiendo cómo regular la investigación de virus riesgosos. Pero esta labor también se realiza en otros países —y no todos los países abordan las cuestiones de la seguridad de este trabajo de la misma manera. Por lo tanto, las decisiones de un país sobre cómo abordar el estudio de patógenos riesgosos tienen sus límites.
En cualquier parte del mundo, el trabajo con virus que tienen el potencial de convertirse en amenazas para la salud pública debería restringirse a instalaciones y científicos comprometidos con el más alto nivel de seguridad.
Como principal organismo internacional de salud pública, la Organización Mundial de la Salud debería tomar la iniciativa en la clarificación rigurosa de estas normas, pero necesitamos otros mecanismos para garantizar que los investigadores de todo el mundo cumplan las reglas.
Hoy hay muchos más descubrimientos y amenazas en el horizonte. No se debe realizar investigación potencialmente peligrosa sin las precauciones adecuadas para evitar la propagación deliberada o accidental.
W. Ian Lipkin es director del Centro de Infecciones e Inmunidad y de la Alianza Global para la Prevención de Pandemias de la Universidad de Columbia, en Nueva York. Ralph Baric es profesor de epidemiología, microbiología e inmunología en la Universidad de Carolina del Norte, en Chapel Hill.
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