Por: Erika Solomon, Aaron Boxerman y Rawan Sheikh Ahmad/ The New York Times
Después de 15 meses de guerra, Hani al-Dibs, un maestro, pensó que su mayor deseo era que el bombardeo de Gaza llegara a su fin. Pero el tan esperado alto al fuego sólo ha traído amargura y tormento.
Al-Dibs es uno de los innumerables habitantes de Gaza cargados con un deber agonizante: tratar de recuperar los restos de sus seres queridos atrapados bajo las franjas de escombros dejadas por la guerra de Israel contra Hamas.
Algunas familias han regresado a casa para encontrar cadáveres tan putrefactos que no pueden distinguirlos. Otros ni siquiera pueden entrar entre los escombros para excavar, tan fuerte es el hedor a descomposición humana. Y algunos han buscado y buscado, sin encontrar nada.
Mientras se preparaban para regresar a Jabaliya, su pueblo natal en el norte de Gaza, los dos hijos sobrevivientes de Al-Dibs seguían preguntándole si su madre y sus hermanos pequeños podrían haber sobrevivido a la explosión que había atrapado sus cuerpos durante tres meses bajo los escombros de su hogar.
“Preguntaban: ¿Y si aún estuvieran durmiendo después de la explosión y salieran más tarde? ¿Y si más tarde los israelíes los oyeron gritar y los sacaron?”, dijo. “Sus preguntas me atormentan”.
Las autoridades de salud de Gaza han contabilizado casi 48 mil muertos, sin distinguir entre civiles y combatientes.
Más allá de eso hay un número incalculable de víctimas: aquellos cuyos cuerpos aún no han sido encontrados. Las familias han reportado a 9 mil personas desaparecidas que se presume están muertas debajo de los escombros. La mayoría aún no ha sido desenterrada de las ruinas de Gaza, dijeron funcionarios de salud. Varios miles de ellos no se cuentan entre los muertos, mientras las autoridades investigan.
Al-Dibs dijo que a mediados de octubre, entre enfrentamientos con Hamas, las fuerzas israelíes hicieron estallar el edificio que albergaba a tres generaciones de la familia Dibs. Desesperado por buscar ayuda médica para los familiares rescatados de entre los escombros, Al-Dibs tuvo que dejar a su esposa, sus dos hijos menores, su madre, sus hermanas y sus sobrinas —14 seres queridos en total— bajo las ruinas. Mientras los sobrevivientes de la familia Dibs huían al sur en busca de un lugar seguro, él prometió regresar por sus cuerpos.
Durante semanas después de su huida, Al-Dibs presentó repetidas solicitudes a Israel para llegar al lugar, utilizando un proceso establecido por la ONU. Israel negó todas las solicitudes de la familia Dibs, dijo la ONU.
Casi tres meses después, cuando comenzó el alto al fuego, Al-Dibs y sus hijos regresaron a pie a casa. Lo que encontraron fue peor de lo que imaginaban. Los bombardeos habían derribado edificios y arrojado piedras sobre la casa derrumbada de su familia.
“Usamos lo que pudimos encontrar: palas, picos y nuestras propias manos”, dijo. Después de horas de excavar, llegaron al piso aplanado donde había vivido su familia. Al-Dibs encontró partes de un esqueleto que creía pertenecían a su hijo Hasib, que tenía 8 años. Pero no pudo encontrar nada de su esposa y de Habib, de 6 años: sólo unos pocos fragmentos de hueso carbonizados que se desmoronaron cuando intentó agarrarlos.
Desde el alto al fuego, trabajadores médicos han sido llamados para recuperar decenas de cadáveres no identificados, dijo Saleh al-Homs, subdirector del Hospital Europeo en la ciudad sureña de Khan Younis.
Los servicios de rescate de emergencia de Gaza han suplicado a los residentes que no intenten recuperarlos por su cuenta, advirtiendo de la posibilidad de artefactos explosivos sin detonar debajo de los escombros.
Pero pocos habitantes de Gaza tienen intención de esperar ayuda.
Ahmad Shbat, de 25 años, encontró intactos algunos de los cuerpos de sus familiares en Beit Hanoun, en el norte, lo que le hizo preguntarse si habían muerto, no por las bombas, sino sufriendo mientras esperaban ser rescatados.
“El sentimiento de impotencia es abrumador”, afirmó.
Nader Ibrahim contribuyó con reportes a este artículo.
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