El papa Francisco criticó lo que describió como la adoración del dinero por parte de las grandes empresas, durante un viaje a una de las regiones más pobres de Italia, efectuado para ofrecer esperanza a los desempleados y a los empresarios que pasan apuros para mantenerse a flote.
El sumo pontífice hizo a un lado su discurso preparado y habló sobre la marcha ante miles de personas en la capital de Cerdeña, a quienes dijo que sabía bien lo que era sufrir una crisis financiera. Recordó que sus padres italianos, que migraron a Argentina antes de que él naciera, le hablaban de ello con frecuencia en casa. “Mi joven padre fue a Argentina lleno de ilusiones de tener éxito en América”, dijo un sombrío Francisco a la multitud. “Y sufrió la terrible crisis de la década de 1930. Lo perdieron todo. No tenían trabajo”.
Dijo que es fácil para un sacerdote venir y decirle a los pobres que tengan valor, pero que él lo sentía de corazón. Entre gritos de “¡Lavoro! ¡Lavoro!” (¡Trabajo! ¡Trabajo!), el Papa pidió por un trabajo digno para todos.
“Perdonen si mis palabras son duras, pero lo que digo es la verdad”, dijo Francisco. “Donde no hay trabajo, no hay dignidad”.
El desempleo en Italia es de 12%, y la tasa de paro entre los jóvenes alcanza 39.5%. En Cerdeña y el resto de las islas y del sur de Italia las cifras son peores, casi de 20% general y de 50% para los jóvenes.
El Papa le dijo a la multitud que el problema de Cerdeña no era exclusivo de la isla. Dijo que los problemas eran resultado de un sistema económico global “que gira en torno de un ídolo llamado dinero”.
Francisco ha hecho del acercamiento a los pobres una prioridad en su pontificado.
“Es fácil decir ‘No pierdan la esperanza’ -dijo-, pero a todos los que tienen trabajo y a todos los que no, déjenme decirles: No dejen que les roben la esperanza”.
Escuchar a los jóvenes
Al mundo de la cultura y académico, Francisco instó a “escuchar a los jóvenes”, incluso a aquellos que hacen política, “porque tienen otra manera de pensar, no sé si mejor o peor, pero otra manera, una clave distinta” de concebir el mundo, dijo improvisando de nuevo ante docentes de la Facultad de Teología de la ciudad sarda.
“No se trata de una crisis para cambiar, sino de un cambio de época, algo no superficial”, comentó. A los jóvenes, congregados en el puerto para despedirlo, el Papa argentino les pidió que “no vendan su juventud a los mercantes de muerte” y los invitó a no perder la esperanza e impulsar la solidaridad para “construir un mundo mejor”.
Antes de concederse en varias ocasiones a baños de multitudes, besar a bebés y saludar a ancianos, madres y enfermos que se congregaban en los alrededores de la catedral, el Papa argentino quiso manifestar su solidaridad a los varios representantes del mundo del trabajo, entre ellos un obrero desempleado, una empresaria en crisis y un campesino.