Honduras

'Nadie me quiso comprar la gallina”

Pescador sostiene que si las “patrulleras hondureñas anduvieran en medio del lancherío, como lo hacen las mucas, a nosotros no nos sucedería esto”.

07.04.2014

Desesperado porque necesitaba dinero para curar el empacho de su hija de dos años, Juan José Bustillo salió en su bicicleta a vender el único bien que le quedaba: una gallina ponedora que nadie le compró.

Inmerso en su mundo de penas, EL HERALDO encontró a este pescador de 48 años de edad, quien tras haber sido asaltado en pleno mar, hace dos meses, hoy no puede encontrar un trabajo estable que le garantice el sustento y la salud de su familia.

Bustillo recordó que tenía mucho tiempo rogándole al dueño de una lancha que le diera trabajo y él siempre le decía que se espera un poco.

“A los días, al verme la necesidad -porque yo tengo seis hijos- me dijo: fíjese que conseguí un motor alquilado, ¿cómo no vamos hacer 600 lempiras en el mes para pagar el alquiler? Hasta más podemos hacer le dije yo. Entonces él me dijo: ‘váyase a pescar’”.

Ese día el pescador salió muy contento, sin saber que a las 12:30 de la noche se le iba a terminar la suerte de aquel día.

Al llegar a la casa, donada por la Pastoral Cáritas, le dijo a su hijo Juan José Bustillo, de 15 años, “alistate que más tarde nos vamos de pesca”.

Bustillo contó que salieron al mar a las 5:00 de la tarde. Luego de llegar al lugar conocido como Los Tres Cerritos, a unos cinco kilómetros de la playa, comenzaron a desplegar las redes. A las 12:00 de la noche ya tenían unas 80 libras de pescados que habían guardado en una nevera.

Minutos después, de entre las pangas que también estaban faenando se les acercó una lancha.

El pescador relató que primero miró a dos tipos, uno le preguntó “¿para dónde tenés las redes?” “Para allá”, fue la respuesta, mientras le alumbraba con un foco de mano.

El otro le dijo, no has visto una banderola como esta, luego hicieron como si se marchaban e instantes después regresaron, ahora ya eran tres.

“Dos de ellos nos apuntaban con pistolas. Uno nos dijo: ‘hijos de p... a qué hora se van a tirar al agua’. entonces les contesté, no seas bárbaro, llevate lo que querrás, pero no nos vayás a matar, porque aquí todos andamos con hambre. ‘No -me dijo-, hijo de tantas, tirate al agua o te pego un tiro’. ‘Y qué esperás para pegárselo’, lo retó el otro”.

“‘Ajá, y vos qué esperás’, le gritaron a mi hijo. Nos tiramos al agua agarrados de la orilla de lancha. Así estuvimos más de 25 minutos mientras ellos desmontaban el motor y las tres redes. Luego pasaron la nevera y una mochila donde andaba una chumpa,” contó Bustillo.

Era tanta la necesidad de los piratas que hasta se llevaron tres de la cuatro chancletas de las víctimas.

Según él, “mientras les robaban uno de ellos le empujaba el cañón de la pistola en el costado”.

Bustillo, relató que había logrado ocultar a la altura del pecho un teléfono móvil y al ver que los tipos se retiraban lo sacó para llamar al dueño de lancha.

“Papá, ahorita no llamés porque nos van a ver y pueden venir a matarnos”, le advirtió su hijo. Cuando vieron que ya se habían alejado suficiente, el pescador llamó al propietario de la lancha para que pidiera ayuda a la Naval hondureña.

“¿Y qué cree que respondieron en la base militar? Las patrulleras están arriba, además en este momento mi capitán está dormido”, contó con indignación Bustillo.

El pescador sostuvo que la chancleta que dejaron los piratas les sirvió de remo “hasta llegar donde estaba pescando Carlos, el hijo de doña Tencha”, quien los auxilió.

“Si las patrulleras hondureñas anduvieran en medio del lancherío, como lo hacen los ‘mucos’, a nosotros no nos sucedería esto”, reflexionó.

Desempleado

De acuerdo con Bustillo, ahora nadie quiere darle trabajo. “La gente me dice: ‘no hombre, mirá que tal te vuelven a salir nuevamente los ladrones’”.

Aseguró que está viviendo de la caridad, de las remendadas de redes que le dan algunos pescadores y de la venta de algunas agujas para reparar trasmallos.

Mostrando la desgracia en su hogar, sostuvo que la situación se le ha complicado, pues hasta su hija de dos años la tiene grave de un “empacho”.

“En el centro de salud no me dan medicamentos y los doctores dicen que solo los animales se empachan. Como no consigo trabajo, hoy fui a vender una polla (gallina) para comprarle las medicinas, pero nadie me la quiso comprar”, lamentó, Bustillo.

La peor desgracia es que aquí no tenemos apoyo de nadie, lamentó mientras criticaba a los políticos demagógicos que le han ofrecido hasta arreglar el piso de su cocina y no le han cumplido.

Cómo ayudar

+ Si usted quiere solidarizarse con Juan José Bustillo, puede comunicarse con él al número (504) 97783954