Las elecciones primarias e internas en Honduras surgen de la ambición de poder de los dirigentes políticos cuando a mediados de la década de los ochenta, del siglo recién pasado, protagonizaron la crisis política más conocida como “opción B”.
Antes de este episodio, los candidatos presidenciales salían de las convenciones ordinarias o extraordinarias de los partidos tradicionales que en grandes salones reunían a sus delegados, uno de los cuales proponía a determinado político para que fuera el candidato presidencial.
Como todo estaba hablado, los convencionales, o la mayoría, solo levantaban las manos en señal de aprobación y así surgía el candidato presidencial.
Los últimos candidatos presidenciales electos bajo este mecanismo fueron -en 1981- Roberto Suazo Córdova, del Partido Liberal, y Ricardo Zúñiga Agustinus, del Partido Nacional.
Los partidos recién constituidos en ese entonces, la Democracia Cristiana y el Pinu, escogieron a sus candidatos en plenos nacionales y asambleas nacionales, respectivamente, encuentros similares a las convenciones de los partidos tradicionales. Por cierto que el Pinu y la DC nunca han ido a elecciones primarias a pesar de que este mecanismo existe desde 1987.
En 1985, al entonces presidente liberal, Suazo Córdova, que estaba a ocho meses de entregar el gobierno, le “picó el gusanito” de quedarse en el poder. Aprovechándose de sus influencias y disponibilidad de recursos, comenzó a maniobrar para prolongar su mandato. La única forma de lograrlo era convertir el Congreso Nacional en una Asamblea Nacional Constituyente.
Fue así como logró que un diputado nacionalista, Carlos Echenique, sorprendiera en el Congreso presentando un anteproyecto de ley para convertir ese congreso ordinario en una constituyente y así reformar la Carta Magna, que apenas tenía cuatro años de vigencia.
De inmediato estalló la crisis institucional que tuvo su punto neurálgico con el encarcelamiento de Ramón Valladares Soto, nominado por el Congreso para sustituir a Carlos Manuel Arita Palomo, como presidente de la Corte Suprema de Justicia.
Después de prolongadas negociaciones, con la mediación de los obreros, la empresa privada y las Fuerzas Armadas, los políticos firmaron en la Fuerza Aérea el Acta de Compromiso mediante la cual se aplicaba la “opción B”, mediante la cual se les permitiría participar en las elecciones generales a todos los precandidatos presidenciales de los dos partidos históricos.
El Partido Nacional registró a Rafael Leonardo Callejas, Juan Pablo Urrutia y Fernando Lardizábal; el Partido Liberal a José Azcona, Efraín Bu Girón, Óscar Mejía Arellano (candidato de Suazo) y Carlos Roberto Reina. Total, en las generales de 1985 participaron nueve candidatos presidenciales: siete por los partidos históricos, uno por la DC y uno por el Pinu.
El Congreso Nacional aprobó, el 5 de junio de 1985, la Ley Especial Relativa a las Elecciones Internas Directas y Generales de Autoridades Supremas y Municipales. De esta manera quedaron institucionalizadas de manera simultánea las elecciones internas (cargos de dirección manejados por los partidos) y primarias (cargos de elección rectoradas por el Tribunal Electoral).
El primero en utilizar las elecciones internas fue el Partido Liberal para escoger a sus autoridades. En 1987 se disputaron estos comicios para elegir autoridades del Central Ejecutivo, mismas que fueron ganadas por Carlos Flores a Carlos Montoya.
En 1988 las primarias fueron ganadas por el mismo Flores a sus rivales Carlos Montoya, Jorge Roberto Maradiaga, Ramón Villeda Bermúdez, William Hal Rivera y Carlos Roberto Reina.
Nacionalistas
El Partido Nacional no participó en las primarias porque llevaba como candidato único a Rafael Leonardo Callejas. Este partido pidió al Tribunal Nacional de Elecciones la instalación de urnas simbólicas para que un reducido número de electores solo llegaran a legitimar la candidatura de Callejas, que al final ganó las generales.
Callejas se convierte en el principal caudillo del nacionalismo con su corriente Movimiento Nacionalista Rafael Callejas (Monarca).
Para las elecciones primarias de 1992, de cara a las generales de 1993, el panorama en el Partido Nacional era distinto. Se perfilaban como aspirantes presidenciales Nora de Melgar (alcaldesa capitalina), Rodolfo Irías Navas (presidente del Congreso Nacional), Roberto Martínez Lozamo (Roma), (designado presidencial) y Carlos Kattán, todos del Monarca.
Tuvo que practicarse elecciones al interior del Monarca (internistas) que fueron ganadas por Nora de Melgar. Ella se enfrentaría a Oswaldo
Ramos Soto en las primarias pero al final, en un acuerdo político, le concedieron la candidatura a Ramos Soto.
Nora de Melgar hizo famosa una frase: “Me traicionaron”. No hubo primarias en el Partido Nacional porque supuestamente había un candidato por consenso que al final fue derrotado en las generales por el liberal Carlos Roberto Reina.
Reina había ganado las primarias a Jaime Rosenthal Oliva, Ramón Villeda Bermúdez, Gloria de Jalil y Rodolfo Pastor Fasquelle.
Para 1996 estaban programadas las internas y primarias en los dos partidos tradicionales. Por el Partido Nacional participaron Nora de Melgar, que volvía; Roberto Martínez Lozano, Jesús Flores, Mario Facussé y Elías Asfura, que había sido candidato a designado presidencial de Ramos Soto.
Los comicios fueron ganados por Nora de Melgar que de esta manera se convertía en la primer mujer que participaría en Honduras en unas elecciones generales.
En efecto, disputó la presidencia de la República con el liberal Carlos Roberto Flores, que la derrotó holgadamente.
Flores había participado en las primarias liberales ganándolas a Jaime Rosenthal Oliva, Ramón Villeda Bermúdez. Tito Livio Sierra, Jorge Maradiaga y Aníbal Delgado Fiallos. El siglo XXI recibe a otros actores en la contienda política que merecen otro capítulo.