Periodismo de Impacto

Una segunda oportunidad para los que huyen de la guerra

En el barrio Santa Rosa, en el suroriente de Bogotá, la capital de Colombia, existe el Centro COMParte, un lugar donde se brinda un espacio para desarrollar proyectos de vida a partir de temas de emprendimiento, educativos y culturales
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23.06.2017

Bogotá, Colombia
En una montaña del suroriente de Bogotá, la capital de Colombia, se levanta el barrio Santa Rosa, donde conviven, hace varios años, tres tipos de población: desmovilizados de grupos armados, víctimas de la violencia y personas distantes del conflicto.

En medio de este entorno, y como dinamizador de integración, está Centro COMParte, un programa de la fundación Proyectar Sin Fronteras en el que se brinda un espacio para desarrollar proyectos de vida.

La fundación, que nació gracias a dos colombianos que estudiaban un posgrado en Francia, arribó a Santa Rosa en el 2007, por recomendación de la Alcaldía de Bogotá.

“Conocimos los diferentes grupos poblacionales que tenía el barrio y evidenciamos algunas dificultades, sobre todo en mejora de negocios sociales”, narró Diego Cárdenas, coordinador de la fundación.

En el 2011, tras una evaluación en la que también participó la comunidad, nació COMParte, para responder a la falta de integración comunitaria y ocuparse de temas de emprendimiento, educativos y culturales.

En la actualidad, diez personas apoyan en el Centro y cinco de ellos son franceses, quienes trabajan como servicio cívico (que es una modalidad subsidiada por el Gobierno francés), practicantes o voluntarios. Foto: Camilo Hernández/ EL TIEMPO.

En el área educativa, COMParte trabaja con niños de entre 6 y 14 años, a quienes se les hace refuerzo escolar, pero no de manera tradicional.
En la parte empresarial, como varios de los microempresarios del barrio tienen negocios relacionados con confección, se conformó un salón de confección textil, con apoyo del Sena y de varias organizaciones francesas, como La Guilde Européenne Du Raid (entidad sin ánimo de lucro), Fondation Raja Danièle Marcovici (fundación) y Air Liquide (empresa), entre otras, que, en gran medida, donan recursos y materiales. “Es un espacio para potenciar los negocios que ya existen y para formar a nuevas personas que quieran trabajar en la confección”, detalló Cárdenas.

Leila Vidal es una de las tantas personas que asisten a la sede del Centro, ubicada al lado de la parroquia Madre del Divino Amor, que sirve al sector. Esta mujer llegó desplazada hace 11 años a la capital colombiana desde Puerto Rico (un municipio del departamento de Caquetá, en el sur del país).

“En diciembre del 2005, recibí la última de varias amenazas que me hicieron. Me decían que debía irme por culpa de la labor social que hacía y me tocó dejarlo todo. Llegué a Bogotá a empezar de cero”, contó, al tiempo que reconoció que las advertencias contra su vida provenían de las Farc, el grupo guerrillero que hace algunos meses firmó un acuerdo de paz con el Gobierno colombiano.

En la capital, tuvo varios trabajos y después se metió de lleno en la confección textil. Hizo cursos, estudió diseño y ya compró cuatro máquinas de coser.

A sus 47 años, esa profesión le ha permitido sacar adelante a sus cuatro hijos y a su nieta. Y le abrió las puertas de COMParte, donde es profesora de 20 mujeres que quieren aprender a coser.

“Me gusta colaborarles a los demás, yo sé lo que es necesitar ayuda. Les aporto a mis alumnas con conocimientos y espero que los sepan aprovechar”, aseguró.

El Centro también hace capacitaciones empresariales para que las personas creen su propio negocio. Leila ha aprovechado esta oportunidad y sueña con tener su propia marca. “COMParte nos ayuda a integrarnos como comunidad, a trabajar por el bien de todos”, afirmó.

Una de sus aprendices es María Hilda Ortiz, de 52 años. Asiste a las clases del curso de costura todos los martes, de 2:00 a 4:00 p.m. Los viernes, no falta a las prácticas libres. “Valoramos lo que hace el Centro por todos nosotros: nos dan oportunidades para salir adelante”, destacó.

Bajo la marca ‘Olingo’, en el lugar se crean chaquetas, pijamas, bolsos y morrales, que se venden por catálogo. Los beneficios obtenidos se reinvierten en el proyecto para generar más estabilidad financiera.

En el programa de emprendimiento han participado 105 personas. Empezó con 35 microempresarios, se han formado 50 mujeres y actualmente reciben clases otras 20.

Las otras labores
En el área educativa, COMParte trabaja con niños de entre 6 y 14 años, a quienes se les hace refuerzo escolar, pero no de manera tradicional: el trasfondo de los talleres, de la materia que sea, es la construcción de paz. Actualmente, hay 60 pequeños inscritos y en casa sesión asisten un promedio de 30. Algunos de ellos fueron nombrados ‘gestores de paz’. La idea es que ayuden a otros compañeritos y formarlos para que, en un futuro, tengan a su cargo el lugar.

Y el tema cultural se ha potenciado con proyectos de fotografía, de video, de break dance, de grafiti y, recientemente, de danzas afro, ya que en el barrio hay una población significativa de afrodescendientes. De estas capacitaciones han participado unos 100 jóvenes.

En el área educativa, COMParte trabaja con niños de entre 6 y 14 años, a quienes se les hace refuerzo escolar, pero no de manera tradicional. Foto: Camilo Hernández/ EL TIEMPO.

Actualmente, hay 60 pequeños inscritos y en casa sesión asisten un promedio de 30. Algunos de ellos fueron nombrados ‘gestores de paz’. La idea es que ayuden a otros compañeritos y formarlos para que, en un futuro, tengan a su cargo el lugar.
El gobierno de Francia está muy relacionado con COMParte. La unión se debe a que Proyectar Sin Fronteras nació allá y el primer financiamiento que se obtuvo fue de una universidad ‘gala’.

“Gran parte de los recursos humanos y económicos son de Francia. Y es que en la comunidad francesa existe una sensibilización muy grande por el tema de desarrollo y construcción de paz en Colombia”, resaltó Cárdenas.

En la actualidad, diez personas apoyan en el Centro y cinco de ellos son franceses, quienes trabajan como servicio cívico (que es una modalidad subsidiada por el Gobierno francés), practicantes o voluntarios.

“Estamos creando un espacio de encuentro y confianza en Santa Rosa. Los habitantes se sienten seguros y comparten, y eso ha ayudado a la integración económica y social del barrio”, aseveró Mathilde Bôl, de 26 años y quien lleva nueve meses haciendo labores de servicio cívico en el Centro.

http://ong-psf.org/fr/

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