Candidatos

Wilfredo Méndez, el defensor de derechos humanos criado entre la violencia

Desde su infancia fue víctima de las secuelas del conflicto armado en Nicaragua y la violencia intrafamiliar dentro de hogar. Trabajó como albañil, fotógrafo, docente en la UNAH y abogado, pero toda su labor se resume en la defensoría de derechos humanos
01.11.2021

TEGUCIGALPA, HONDURAS

Durante toda su infancia intentó huir de la violencia, escapar a través de los libros o la escuela, pero no fue hasta que era un adolescente que por fin pudo hacerlo.

Por un lado, le tocó observar las secuelas del conflicto armado en Nicaragua que también influyó en Honduras y, por otro, la violencia que su padre ejerció dentro de su hogar.

La vida en su natal San Antonio de Flores, una empobrecida aldea del departamento de El Paraíso que sus oriundos suelen llamar “Comunidad, porque son muy prácticos”, como él mismo explicó, no fue nada sencilla, pero la situación empeoró cuando se mudaron al municipio de El Paraíso.

Sus padres huyeron de San Antonio de Flores para trabajar en las tabacaleras. Wilfredo Méndez tenía apenas cinco años y lo único que recuerda de ese lugar es cuando le regaló los pocos juguetes que tenía a sus primos.

En El Paraíso tuvo que adaptarse a las limitaciones, aprendió los conceptos de guerrilla, conflicto armado, contra nicaragüense (que se instaló en El Paraíso), violencia y humanismo, lo que al final lo motivó a convertirse en un defensor de derechos humanos y abogado.

Su hogar, como muchos de esa ciudad en los temidos años 80, fue refugio de esa gente que migraba desde Nicaragua por la violencia de la guerra, una violencia diferente a la que observaba en casa pero que tenía el mismo impacto: causaba temor.

“Impacta mucho que en la mañana uno encuentre en el patio personas que están durmiendo”, comentó con seriedad, como suele expresarse casi siempre.

Aunque está satisfecho con la vida que lleva, considera que si hubiese tenido oportunidades económicas se dedicaría a la literatura o pintura, pasiones que se quedaron en ensayos y un par de cursos que de joven sacó en la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA).

“He escrito, no como hubiese querido”, mencionó, al citar a talentosos escritores como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Juan Ramón Molina o Ramón Amaya amador.

Trabajó como albañil, fotógrafo, docente en la UNAH y abogado, pero toda su labor se resume en la defensoría de derechos humanos, especialmente dentro de Centro de Investigación y Promoción de Derechos Humanos (Ciprodeh), donde ejerció como director ejecutivo.