Tegucigalpa, Honduras.- Faltaban 15 minutos para las 10:00 de la noche cuando el Nacional de Ingenieros Coliseum se volvió un hervidero de murmullos y calor. El aire era espeso, la euforia ya agitaba a los asistentes y muchos sudaban incluso antes de que Danny Ocean hiciera sonar la primera nota.
El público, expectante, miraba hacia el escenario cubierto de humo y luces azules, hasta que la frase “¿están listos?” escrita en las pantallas laterales desató un estruendo colectivo. Desde ese instante, la espera se transformó en un estallido de fiesta.
El arranque estuvo marcado por la estética que distingue al venezolano, con un círculo azul parpadeando, palmeras fluorescentes y un sol enrojecido que parecía bailar al compás de los sintetizadores. Ese astro —recurrente en su propuesta— reafirma la estética tropical de Babylon Club, su cuarto álbum de estudio.
Vestía una camisa anaranjada y negra, con un diseño que evocaba el atardecer, además de un durag negro y gafas oscuras. Saludó con un “buongiorno Honduras” y abrió con “Imagínate”, una fusión consciente de ritmos que van del dancehall y afrobeat al pop latino.
La ruta sonora continuó con “Volaré contigo” y “Amor”, antes de una pausa para agradecer al público: “Qué rico estar de vuelta aquí en Honduras. Siempre es un honor para nosotros venir. Este es un lugar muy especial para mí porque mis primeros shows oficiales fueron aquí. Disfruten y olvídense de los problemas”.
Después de los saltos colectivos con “Swing”, “Epa wei” y “AyMami”, el intérprete redujo la intensidad para dar paso a “Ferrari”, una oda al desamor que se movió entre la melancolía y el vaivén urbano. Parejas bailaban lento mientras otros capturaban con sus teléfonos ese instante íntimo, antes de que la energía volviera a elevarse con “Báilame”.
El punto máximo de la noche llegó con “Fuera del mercado” cuando los gritos abrumadores del público hicieron vibrar cada rincón del recinto. La canción, que se ha convertido en un himno de desinhibición, desató una comunión total entre artista y fanáticos con saltos y coros que parecían no tener fin.
El repertorio incluyó sorpresas como el cover de “Oye mi amor” y la versión de “Mi niña bonita”, además de piezas que mostraron la amplitud de su estilo. Entre ellas destacó “Corazón”, donde los acordes aflamencados se entrelazaron con el pulso del pop urbano latino y confirmaron que Daniel Alejandro Morales Reyes (Venezuela, 1992) es capaz de fundir diferentes matices en medio de un show predominantemente caribeño.
El cierre quedó reservado para “Me rehúso”, la canción que lo catapultó al estrellato mundial. En medio de un coro multitudinario, el intérprete tomó la Bandera Nacional, la colocó en su cuello y compartió el escenario con dos jóvenes hondureñas que irradiaron energía a lo largo del tema. La escena selló un final vibrante con un público que se sabía parte del verdadero Babylon Club.