Catacamas, atrapada entre masacres y narcotráfico
En menos de dos semanas, Catacamas, catalogada como la tercera más violenta de Honduras, registró 10 muertes violentas. La gente ha dejado de salir por las noches
- 02 de marzo de 2025 a las 23:59

Catacamas, Olancho.- Un inhalador, una gorra con la figura de un alacrán, un guante azul—similar a los utilizados por los equipos de Inspecciones Oculares de la Policía Nacional—y restos de sangre humana seca aún permanecen en el piso de cemento rústico y otras partes de la cantina donde fueron acribilladas seis personas en Catacamas, Olancho.
Ese rastro tenebroso de muerte, luto, peleas de territorio y venganzas en las calles de Catacamas ha generado temor en la población, mantiene a los centros educativos bajo alerta y obliga a los negocios a cerrar temprano.
Narcotráfico, ajustes de cuentas, crimen organizado, presencia de organizaciones criminales internacionales y consumo de alcohol figuran entre las principales causas de la violencia, según los rumores que circulan en las calles, mientras las autoridades policiales investigan y despliegan operativos.
El 14 de febrero, Día del Amor y la Amistad, en una caseta de madera forrada con malla ciclón y plásticos, con una sola entrada y salida, cuatro personas fueron acribilladas justo enfrente del bulevar Las Acacias y del imponente Cerro de La Cruz.

Tras el ataque, dos hombres que resultaron heridos fueron trasladados a un centro asistencial, pero fallecieron al día siguiente, elevando a seis el número de víctimas de ese trágico incidente.
EL HERALDO Plus llegó hasta la imponente Catacamas, al lugar de la primera masacre, donde la sombra de un enorme árbol, conocido por algunos vecinos como “El guanacaste de la muerte”, cubría la cantina, que parecía un local improvisado.
Uno de los testigos del hecho, a quien llamaremos Alfredo—nombre ficticio por razones de seguridad—afirmó que el tiroteo duró menos de tres minutos y que pudo ver a dos hombres en motocicleta. “La dejaron por el guanacaste”, recordó.
Esa noche transcurría como cualquier otra: sonaba música ranchera y de banda, la luz de la caseta estaba encendida y una mujer atendía a los clientes que consumían bebidas dentro del lugar.

“Los sicarios atacaron desde afuera”, relató Alfredo. “Llegaron y de un solo comenzaron a disparar. Yo escuché los disparos y los gritos de la muchacha que estaba vendiendo; un disparo rompió la lámina del negocio de al lado”, añadió.
En ese momento, Alfredo decidió cargar su pistola y, al salir, vio a los hombres que huían corriendo. “Yo los pude haber matado porque iban de espaldas, pero no era conmigo el problema... Me hubiera arruinado la vida”, confesó.
Temor en Catacamas
Al día siguiente de ese hecho, otras dos personas fueron atacadas en el bar Copa Loca, dejando un saldo de dos muertos y tres heridos. El ataque fue similar: los agresores llegaron y dispararon sin mediar palabra.
Horas más tarde, en el barrio La Cruz, muy cerca de la Alcaldía Municipal de Catacamas, varios ciudadanos fueron atacados en una barbería, resultando dos personas heridas.
“Yo me acababa de ir a cortar el pelo a la barbería ese día. Gracias a Dios no me pasó nada, pero el problema seguramente es por drogas. Ahí, muy cerca, todos los días se llevan a unos jóvenes... Desde la balacera, no han vuelto”, relató un guardia de seguridad.
A un costado del bulevar El Porvenir, cerca de un centro comercial de la ciudad, otras tres personas resultaron heridas en otra cantina, tras una balacera perpetrada por dos hombres en motocicleta.
En el centro de Catacamas, la actividad comercial es intensa durante el día; por la noche, los ganaderos buscan sus locales preferidos para tomar unas copas, los jóvenes van a las discotecas y otros prefieren restaurantes.
“Los lugares que se frecuentaban antes de la masacre han sido cerrados. Yo pasé por la cantina de Las Acacias porque había una mesa de billar, pero miré un ambiente que no me daba confianza y mejor no entré”, expresó un comerciante de la zona que solicitó el anonimato.

Atento a lo que sucedía a su alrededor y a quien lo escuchaba, el ciudadano aseguró que la población tiene miedo. “Todos los negocios, después de las 5:00 de la tarde, quedan como salón de baile porque la gente se va para sus casas”, comentó.
Mientras tanto, una mujer que conducía una motocicleta, al preguntarle dónde había ocurrido la última masacre, respondió con resignación: “Últimamente hay tantas masacres que no sabría decirle... La última fue por el mall (centro comercial), dicen que hasta le metieron fuego al local”. Inmediatamente, aceleró y siguió su camino.
Tren de Aragua, un mito
La imponente y próspera Catacamas es la tercera ciudad más violenta de Honduras, según datos del Sistema Estadístico Policial en Línea (Sepol) de la Secretaría de Seguridad, los cuales establecen que, al cierre de 2024, un total de 74 personas murieron de forma violenta.
En segundo lugar se ubicó San Pedro Sula, Cortés, con 160 muertes violentas, mientras que el primer puesto lo ocupó el Distrito Central, en Francisco Morazán, con 237 homicidios registrados.
La idiosincrasia de Olancho está marcada por el porte de armas y una intensa actividad nocturna en torno al alcohol, por lo que se requiere un fuerte control policial para evitar un incremento en la violencia.
74
Homicidios
Se registraron en Catacamas en 2024.
En las calles de Catacamas es común ver a ganaderos y agricultores conduciendo sus automóviles 4x4, muchos de modelos recientes, mientras que otros se movilizan en motocicleta o, en el caso de las aldeas, a caballo.
Para reforzar la seguridad, agentes de la Policía Nacional han intensificado operativos desde Juticalpa, con el apoyo de unidades motorizadas y efectivos de la Dirección Nacional de Fuerzas Especiales (DNFE).
Este despliegue no es casualidad. En los primeros meses de este año, hasta el 26 de febrero de 2025, en Catacamas se habían registrado 14 homicidios, según datos de Sepol. No obstante, el 27 de febrero, mientras EL HERALDO Plus recorría la zona, otras dos personas fueron asesinadas.
Se trataba del ganadero Noel Alberto Valladares Cruz y su empleada, María Uganda Hernández, quienes fueron emboscados en un sector de Poncaya, a unas tres horas del casco urbano.
“Ahorita está caliente en todo Catacamas. Uno tiene miedo de andar en la calle porque se dicen tantas cosas, y en cualquier momento se arma una balacera y le desgracian la vida a uno”, expresó un obrero de la construcción.
El joven también habló sobre los rumores que circulan en las calles: “Se menciona que son los del Tren de Aragua de Venezuela, que entraron por Danlí, y que están peleando territorio con la Mara Salvatrucha (MS-13)”.
Un comunicador de la zona brindó otra versión: “Lo que se maneja es que trajeron a dos sicarios venezolanos y que ellos son los que andan eliminando a los grupos contrarios en la ciudad”.

“Le voy a explicar cómo funciona la cosa aquí en Olancho”, dijo el comunicador al equipo de EL HERALDO Plus. “Aquí no hay maras. Cuando ven que grupos raros llegan, los grandes del departamento se unen, ponen dinero y armas, y con su gente los eliminan”, afirmó.
Las medidas
“Bienvenidos a Catacamas, ciudad bendecida y de cielos abiertos”, se leía en un rótulo al ingresar al municipio. Más adelante, un contingente policial estaba instalado.
Algunos agentes observaban el paso de los vehículos, otros detenían a quienes consideraban sospechosos y un pequeño grupo compartía una jugosa sandía en la grada de una Black Mamba, un vehículo blindado todoterreno.
Dentro de la unidad táctica blindada, identificada con la serie DNFE-BM-004, permanecían otros agentes de las Fuerzas Especiales, atentos a la situación. “Llegamos ayer, estamos reforzando las operaciones”, expresó en tono serio, pero amable, uno de ellos, sin soltar en ningún momento su fusil de la posición de alerta.
El jefe de la Unidad Metropolitana de Prevención (Umep-15), comisario Christian Nolasco —quien el año anterior se enfrentó a un grupo de hombres armados en esta ciudad— atribuye la ola de violencia al narcotráfico.

“Esto se debe al tráfico de droga, las bandas entre ellas se están peleando por los puestos de drogas”, aseguró el oficial, calificando como falso que haya presencia de la organización Tren de Aragua y de la MS-13 en esa región.
“En las noticias dicen que es el Tren de Aragua, pero no. A mí no me gusta mentir, la realidad es que el problema es el tráfico de drogas. Las bandas pelean territorio, y ese es el verdadero conflicto”, afirmó el comisario mientras coordinaba un operativo.
El oficial señaló que avanzan en las investigaciones para determinar quiénes son los responsables de los últimos hechos violentos, pero evitarán revelar identidades para no alertar a los sospechosos.
Nolasco explicó que los negocios donde se han registrado las masacres son, aparentemente, puntos donde se distribuye droga. La Policía ha identificado al menos cuatro de estos lugares.
Si bien la institución no ha ordenado el cierre de la actividad nocturna, sí ha incrementado la presencia policial las 24 horas del día. A la gente le desagradan las pruebas de alcoholemia, pero son parte de los controles para frenar la ola de violencia, señaló.
El comisario reiteró que no hay toque de queda ni una ordenanza municipal que prohíba salir de noche o que exija el cierre de bares y cantinas en Catacamas.
Sobre otros hechos, como la ejecución de dos personas en Poncaya, entre Catacamas y Patuca, explicó que se presume que el crimen se debió a enemistades, pues las víctimas fueron vigiladas antes del ataque.
“El problema es que Catacamas es grande. Yo me tardé cinco horas para llegar desde la ciudad hasta ese lugar (Poncaya)”, afirmó el comisario.
Tecnología y operativos
Algunos pobladores ven con buenos ojos los operativos en la región, pero otros expresaron su molestia, ya que no cuentan con licencia de conducir y, cuando los detienen, los agentes los amenazan con decomisarles los vehículos o les piden dinero.
Uno de los entrevistados afirmó que en la zona es posible conseguir licencias de conducir de forma ilegal, pero como estos documentos no están registrados en la base de datos de la Policía Nacional, “si uno no anda dinero, se lo llevan”.

El comisario Nolasco informó que, para mejorar el control en la entrada de Catacamas, se instaló una plataforma de posicionamiento táctica virtual que permite monitorear en tiempo real a quienes ingresan y salen de la ciudad.
Alrededor de 300 policías han sido desplegados en apoyo a las operaciones para retomar el control de la zona. Para ello, la alcaldía ha facilitado algunas instalaciones que sirven como hospedaje para los agentes.
Douglas Fernando Reyes, juez municipal de Catacamas, recordó que los crímenes ocurrieron de manera sucesiva y parecían estar planeados. Como respuesta, se ordenó el cierre de negocios donde se expendían bebidas alcohólicas.
Fue a través de redes sociales, mediante un perfil falso, que se difundió la versión —sin sustento— de que la violencia estaba relacionada con la presencia del Tren de Aragua, lo cual descartó.
“En Olancho, las organizaciones criminales se han ido aplacando y le puedo garantizar que no tenemos grupos extranjeros o de alto peso. Simplemente, en la vida hay personas que escogen el camino del mal”, manifestó.
El funcionario municipal defendió que, aunque Olancho tiene una reputación marcada por su idiosincrasia, en Catacamas estos hechos son aislados.
Ante la crisis de seguridad, las autoridades de la Universidad Nacional de Agricultura (Unag) han implementado medidas de prevención para proteger a sus estudiantes.
Carlos Navarro, director de Servicios Estudiantiles de la Unag, declaró a EL HERALDO Plus que han restringido la salida de los jóvenes para evitar exponerlos al clima de violencia que se vive en la ciudad.
“Limitamos las salidas de los estudiantes a situaciones de emergencia; incluso, se restringieron los permisos los fines de semana y no permitimos que los muchachos se fueran para sus casas, con el fin de evitar exponerlos”, explicó.

Además, se ha prohibido que los estudiantes anden solos, deben permanecer dentro de la Unag después de las 5:00 de la tarde y, si necesitan desplazarse, deben informar su destino como medida de seguridad, precisó el catedrático.