Madrid. El nuevo portero del Real Madrid siempre sigue el mismo ritual antes de cada partido: se arrodilla en la línea de cal de su portería, eleva sus brazos y mira al cielo como si de un predicador se tratara. Keylor Navas (27 años) no busca a un familiar fallecido. Solo a Dios. Él ha sido su fuente de inspiración durante toda su carrera y en sus senderos también encontró al amor de su vida, Andrea Salas. A ella la conoció a finales de 2008 y no precisamente en el reservado de una discoteca. Una congregación evangélica de la ciudad costarricense de Santa Ana sería el primer escenario de su romance. Hasta allí acudían los lunes y los martes de cada semana para buscar un remanso espiritual. Sus razones para asistir a la comunidad de Theos eran bien distintas. Navas se sentía en deuda con Dios por haberle ayudado a superar una delicada lesión de rodilla.
Salas, en cambio, ansiaba algo de paz interior tras unos años de vida loca y portadas de alto contenido erótico. Su amor surgiría entre plegarias y lecturas de pasajes bíblicos y en diciembre de 2009 se casarían en una discreta ceremonia celebrada en San José, la capital de Costa Rica.
Lo cierto es que Salas no se enamoró de Navas a primera vista. No había espacio para hombres en su vida, solo para su hija Daniela. Por aquel entonces, Navas ya empezaba a despuntar como portero del Saprissa de San José después de unos comienzos difíciles y similares al que sufrió la estrella colombiana, James Rodríguez. El padre de Navas le había abandonado cuando era un renacuajo y quedó al cuidado de su madre, profesora, y de su abuelo, que era el responsable de llevarle a sus primeros entrenamientos.
Al guardameta se le cambió la cara cuando vio aparecer en su comunidad cristiana a esa modelo de lencería fina. Cayó rendido a sus encantos, aunque pronto se percató de la dificultad de conquistarla. El portero puso rumbo a una floristería de San José y le encargó un maravilloso ramo de flores para Daniela. Tras varias citas, el halcón comenzaría a salir con su madre y un año después contraerían matrimonio.
La devoción cristiana de Navas no ha pasado desapercibida en algunos estadios donde le han llegado a insultar durante sus oraciones. A él le afecta poco. “Así lo haré, aunque haya gente que me diga que soy un gilipollas porque Dios no existe”, afirma Navas que pasará de cobrar 250,000 euros al año en el club granota a 2.5 millones de euros en el equipo merengue.
