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El secreto de la viuda negra

Un caso antiguo que nos hace recordar la crueldad que se esconde detrás de las pasiones humanas. Este relato narra un caso real. Se han cambiado los nombres.

23.03.2013

Sucedió hace muchos años, en San Pedro Sula, y aunque poco importó su muerte, sí conmovió la forma en que le quitaron la vida.

Según los detectives de Homicidios de la Dirección Nacional de Investigaciones (DNIC) que investigaron el caso, la mataron por venganza, sin embargo, ¿quien tenía motivos para odiar a aquella mujer excepcionalmente bella? Esa fue la primera pregunta que se hicieron los policías al llegar a la escena del crimen.

Desde ese momento iniciarían un camino que los llevaría a un final realmente increíble y que dio inicio a un misterio que persiste hasta el día de hoy.

SONIA. Según dicen, fue la mujer más bella que caminó por las calles de Juticalpa. Hija de campesinos, se crió en la pobreza, en una aldea olvidada, de donde salió para trabajar como sirvienta en la casa de uno de esos ganaderos todopoderosos que no perdió el tiempo para seducirla. Tenía solo diecisiete años. Sin más instrucción que el tercer grado, Sonia pronto se vio en la calle, con un embarazo de cuatro meses, sin un centavo en la bolsa, repudiada por su padre y señalada por toda la aldea. Solamente su madre lloró por ella. Solamente a su madre le dolió que a Sonia la tratara tan mal la vida, justo cuando empezaba a vivirla.

CARIDAD. Sonia dejó a su hijo con las Hermanas de la Caridad, adonde llegó con fiebre, con hambre y con odio en el corazón. Estaba segura de que ese era el mejor lugar para el niño y no miró para atrás cuando las puertas del hospicio se cerraron a sus espaldas para siempre. Esa noche, Sonia lloró hasta que se le derritió el alma, encerrada en el cuarto de hotel que alquiló antes de viajar a Tegucigalpa en la madrugada.

¿Su destino?

No lo sabía. Tenía dieciocho años, medía un metro setenta y dos centímetros de estatura, su cuerpo era ahora el de una mujer, pero más hermosa y más bella
que cualquiera, sus ojos podían derretir el corazón de un hombre con una sola mirada, verdes con vetas amarillas, grandes, brillantes pero tristes, adornados con pestañas enormes y rizadas, que hacían juego con las largas cejas negras y delgadas.

Todo en ella era bello, y esa fue su mejor carta de presentación. En el nigth club “Llamarada” le dieron trabajo de inmediato. Seis meses después era la prostituta más apetecida de Comayagüela.

Decían que trataba a sus clientes como si fueran sus novios, y eso la hacía diferente. Al cumplir un año decidió cambiar de aires y se fue a vivir a San Pedro Sula. Allí encontró la muerte.

VIUDA. Fue una noche lluviosa y, a pesar de eso, hacía calor. Nadie escuchó nada. La Policía solo obtuvo el testimonio de un vecino que dijo que estaba despierto a eso de las doce de la noche y que iba hacía del baño cuando escuchó tacones golpeando el piso del pasillo del segundo piso.

Aunque no le dio importancia, escuchó una puerta que se abría, unas llaves que caían al suelo y, después, la puerta que se cerraba. Estaba seguro de que los ruidos vinieron del apartamento de “Soniona, la olanchana”, como le decían algunos vecinos, aunque a ella le gustaba que le dijeran “La viuda negra”.

“¿Por qué le gustaba que le dijeran así?”

“Ella era solitaria, se relacionaba poco con los vecinos y nunca la visitaba nadie. Pero en una ocasión dijo que era viuda, que le habían matado al esposo en Olancho, en Catacamas, y que le habían quitado a su hijo. Como era pobre, no pudo hacer nada, pero estaba segura de que pronto iba a recuperar al niño. Era trigueña y le gustaba que le dijeran viuda negra, por el color de su piel y por la muerte del esposo”.

“¿Dijo cuándo fue que le mataron al esposo?”

“No estoy seguro, pero a mi esposa le dijo que fue un Día del Niño…, en Catacamas”.

“¿Le dijo cómo lo mataron?”

“Sí, y a mi esposa la impresionó. Dijo que lo hirieron con un cuchillo en el cuello y que le cortaron la yugular”.

El detective tomaba nota.

MISTERIO. Esa noche llovía, sin embargo, la lluvia no rompía el silencio que dominaba en el edificio de apartamentos, y el vecino pudo escuchar los ruidos que hizo Sonia al regresar a su casa. Por lo que declaró el hombre, Sonia llegó sola; el vecino estaba seguro de que no escuchó ningún otro ruido hasta las diez de la mañana siguiente, cuando se escucharon los gritos de la trabajadora de Sonia.

En el Hapyland Bar, donde trabajaba, dijeron que salió a eso de las doce, después de cobrar el dinero de sus fichas, y se fue, a pesar de la lluvia. Una compañera dijo que Sonia se sentía mal porque esa tarde le había venido la menstruación y le dolía mucho el vientre.

No iba a regresar hasta tres días después. El taxista que la llevó a su casa dijo que iba en silencio, dormitando en el asiento de atrás, que le pagó antes de bajarse y le dio las gracias. Fue lo único que le dijo esa noche. No se explicaba cómo era que a Sonia la habían asesinado.

Según el forense, tenía entre ocho y diez horas de muerta cuando la encontró su sirvienta.

LA ESCENA. Sonia estaba vestida con un camisón amarillo y con un blúmer blanco, grande. Estaba en el centro de la cama, con las manos amarradas hacia atrás con dos cordones de seda de los que aseguran las cortinas, sus propias cortinas.

Estaba sobre un charco de sangre, tenía la cabeza deshecha a golpes y la cara irreconocible, cruzada por líneas gruesas que iban en todas direcciones, como las rayas de un crucigrama.

Uno de sus ojos estaba deshecho y tenía los labios rotos, inflamados y varios dientes quebrados. A la derecha de la cama, estaba un martillo nuevo, de mango amarillo, largo y grueso. Estaba empapado en sangre y en la costra rojiza que lo cubría habían cabellos, piel y astillas de hueso. Era el arma homicida.

La muerte de Sonia fue cruel y los policías se preguntaban por qué la habían matado. ¿Y por qué de aquella forma?

INVESTIGACIONES. En la puritana San Pedro Sula de aquellos años, la muerte de una prostituta, por muy bella que fuera, no era noticia que alarmara a nadie; y a nadie le importaba la forma en que la muerte le había llegado.

Sin embargo, la DNIC era joven, los detectives derrochaban entusiasmo y cada caso era un reto para ellos; y el caso de la viuda negra era uno de sus retos mayores.

Empezaron por conocer el pasado de Sonia y pronto se dieron cuenta de que no estuvo casada nunca.

¿Por qué le había mentido a su vecina? Aunque era lógico suponer que deseaba ocultar su tragedia, los detectives sabían que en aquella mentira había algo más, sobre todo cuando la relacionaron con el asesinato del supuesto esposo.

Habían encontrado en los archivos un caso parecido al que relató Sonia a su vecina. En un barrio solitario de Catacamas asesinaron a un hombre, un hacendado de cincuenta y ocho años, de una herida de cuchillo en el lado derecho del cuello. El hombre se desangró en su carro.

La Policía encontró el cuchillo en el asiento del pasajero y la puerta de este lado entre abierta. Por desgracia, según escribieron en el informe, los curiosos dañaron la escena y no se encontraron huellas de ningún tipo.

Aun así, supusieron que el hombre llegó hasta allí con una mujer y que fue esta la que lo atacó. ¿Quién era la mujer?

Cuando los detectives le consultaron a Gonzalo Sánchez, este les dijo que por la “perfección” de la herida, según las fotografías del levantamiento, la mujer era zurda, o el asesino era zurdo.

Esperó a que la víctima expusiera aquel lado del cuello y lo atacó. La muerte vino en pocos minutos. La abundancia de sangre que había en el carro demostraba que el hombre derramó por la herida hasta la última gota. Entonces Gonzalo terminó diciéndoles a los detectives: “Averigüen lo más que puedan de la víctima. Podrían encontrar en su pasado los motivos de su muerte. Estamos ante una mujer despechada, y digo que es una mujer porque nadie va solo en su carro hasta ese lugar. Imagino que se conocían, se vieron, se citaron para hablar, porque no hay señales de que hubo sexo en el carro, y ella lo atacó, un ataque premeditado y esperado. El hombre se descuidó, confiando quizás en ella, y esta lo atacó. Lo que me parece raro es que no haya usado su arma de fuego para defenderse o responder al ataque”.

“Es porque el arma de fuego, un revólver .357, estaba en el piso del carro, en la parte de atrás, como si alguien lo hubiera tirado ahí, y no tenía balas”.

Gonzalo sonrió:

“Una muestra más de que la mujer manipulaba la situación. Quizás le dijo que se vería con él pero que le tenía miedo a las armas, que la sacara de su vista, que le quitara las balas, y solo Dios sabe cuántas cosas más. El debió estar muy interesado en esa cita que accedió a todo”.

VECINA. Los detectives entrevistaron a la vecina de Sonia. Esta le dijo que a su esposo lo mataron en su propio carro, de una cuchillada en el cuello, en Catacamas, un Día del Niño. No dijo nada más. Para los detectives fue suficiente. Al hombre que encontraron desangrado en el carro, con el motor encendido, lo mataron la noche de un Día del Niño.

Los detectives estaban confundidos. ¿Qué relación podía tener Sonia con aquel crimen? Era cosa de hurgar un poco más en el pasado de la víctima. Pero para eso tenían que viajar a Olancho y permanecer allí hasta que hubieran encontrado el hilo de la madeja.

“Prepárense para salir mañana mismo”, les dijo Wilfredo Alvarado, el psiquiatra que asistió al parto de la Policía de Investigación Criminal y que la dirigió con la sabiduría y el profesionalismo que hizo de la DNIC una policía científica, calificada por la Academia de Ciencias Forenses de Los Ángeles, California, Estados Unidos, como una de las mejores Policías de Investigación Criminal de América Latina. Por desgracia, eso quedó en el pasado, Gautama Fonseca enterró a la DNIC y el “Tigre” está a punto de darle el tiro de gracia. ¡Cosas veremos, Sancho amigo, que harán hablar a las piedras!

“Prepárense para mañana –les dijo el doctor Alvarado–; tienen carro, viáticos, apoyo y el tiempo que necesiten. Quiero ver en qué termina el caso de la viuda negra”.

Los detectives estuvieron un mes entero en Olancho, sin embargo, al regresar no habían recorrido ni la mitad del camino en aquel caso que cada vez se iba poniendo más misterioso. Pero el gran avance fue que supieron quién mató al hombre del doble cabina verde en una noche cálida, silenciosa y solitaria de Catacamas.

CONTINUARÁ LA PRÓXIMA SEMANA...

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